viernes, 14 de febrero de 2014

Un amor, una tragedia y una maldición

El pueblo de las mariposas negras




Hola...UNO...DOS...TRES... probando sonido....OK vamos.

-Estamos en un pequeña comunidad, cuya ubicación geográfica prometimos al intendente municipal no revelar, para preservar la tranquilidad de los habitantes. Éste lugar vivencia cada noche un suceso tan impresionante que a muy pocas personas se les permite ingresar al pueblo, por años ha sido una prioridad de las autoridades evitar el posible asedio de turistas. Sólo una pareja de científicos realizó investigaciones del fenómeno, y nosotros hemos tenido la suerte de obtener los permisos para realizar un documental que les contará a ustedes, la historia de: El Pueblo de las mariposas negras.

-¡Corten!- ordenó Adrián – ¡Muy bien Samanta! Ahora veamos si tenemos suerte con la entrevista.

Adrián y Samanta tenían que arreglarse sin un equipo de técnicos, ni ayudantes de ninguna clase; esto hacia bastante precaria la producción, pero la autorización detallaba que únicamente ellos dos y nadie más, registrarían el fenómeno. Después de insistir por varios meses consiguieron convencer al intendente del pueblo de filmar, argumentando que si se conociese la extraña actividad de los insectos, fácilmente se conseguirían donaciones para realizar importantes obras en la localidad.


Pero el singular fenómeno no se trataba solamente de una manifestación de la naturaleza, estaba vinculado a la historia de un vecino que había vivido con su familia durante muchos años y resultaría una simple leyenda local sino fuese, porque todavía quedaba un testigo presencial de la razón que había provocado la llegada de las mariposas negras.
Ramona era una simpática abuela, que recibió a los jóvenes con una cálida amabilidad. A la anciana le entusiasmaba la idea de poder compartir aquellos hechos presenciados, cuando apenas ella tenía unos catorce años. Su creciente temor, acentuado por su edad, era morir y llevarse pecados ajenos a la tumba; contarle todo a un par de personas que no pertenecían al pueblo, en cierta forma, la tranquilizaba.
Samanta, cada vez que sucedía algo extraordinario, acompañaba a Adrián; ambos eran parte de la producción de un programa televisivo donde se investigaban eventos paranormales y lo que sucedía en la zona donde se encontraban, podía ser lo más increíble que hubiesen registrado hasta ahora. Gracias a su simpatía, Samanta enseguida congenió con Ramona, facilitando el comienzo del relato.

-Cuando yo tenía catorce años fui a trabajar con mi madre a la hacienda de Don Francisco Esquevedo, era el dueño de todos los campos de esta zona. Mi madre había sido su cocinera durante muchísimos años. El patrón era un viudo rico que vivía con su única hija, la niña Eldina. Ella, en ése entonces, había cumplido los diecisiete años y como toda jovencita tenía su noviecito. Un chico que trabajaba en el almacén.

Ramona no recordaba el nombre del chico o directamente no lo sabía, porque aquel noviazgo era clandestino. La relación se mantenía a escondidas del padre de Eldina, hasta que un día, el muchacho se presentó en la casa preguntando por la chica.
Según la anciana, ese día fue un tremendo escándalo nunca visto en la hacienda. Eldina estaba en la casa en plena clase con su profesor de francés, cuando escuchó los gritos de su padre furioso llamándola. El progenitor la hizo salir y la interrogó frente al pretendiente. Don Francisco insistió varias veces para saber si ella lo conocía o tenía alguna amistad con el ayudante del almacén.
Ella, negó asustada saber quién era o haber hablado alguna vez con el joven cuando iba hasta el pueblo. Comenzó a llorar, suplicando que su padre le creyera y negando las palabras amorosas del muchacho que le rogaba admitir la relación.

Su padre la envió de regreso a su clase de francés y llamó a los peones para que le dieran una buena paliza de advertencia al empleado, ahí mismo frente a la casa. Eldina desde el primer piso pudo ver como golpeaban a su amor. Se mantuvo en silencio, seguramente pensó que al negar conocerlo lo dejarían irse en paz. Pero ahora confirmaba con sus propios ojos el carácter de su padre, nadie podía amarla. El joven maltrecho escupió la tierra y se fue de vuelta para el pueblo.

-Entonces, la niña demostró que ya no era la pequeña de su papá- dijo Ramona sonriendo-, ése viejo creía que podía ser dueño de las tierras y de las personas; a todos nosotros nos miraba como si fuésemos animales destinados a servirle. Su hija ya no le tenía miedo, y dos noches después de la paliza, ella se escapó de la casa.

Ramona tosió y Samanta fue a buscarle un vaso con agua. Después de beber, la anciana expresó con nostalgia:
-Era una mujercita inteligente. Encontró la forma de evadir a los peones que hacían guardia. Sabía que siempre alrededor de la medianoche se acomodaban en un rincón y se dormían con sus escopetas bajo el brazo.

Sin pensar en las consecuencias, Eldina, pasó toda la noche con su novio quizás para disculparse, para hallar una forma de estar con él, o para hacerle entender que debía abandonarlo; aunque Ramona se inclinaba por la primera idea, porque si quería dejarlo no se hubiese arriesgado de esa forma. De todas maneras esa noche no decidió fugarse y regresó a la casa asegurándose que nadie la reconociera en la calle.




-Eldina se vistió con la ropa de su amante; se puso los pantalones y una camisa a cuadros de hombre. Escondió su cabello dentro de una gorra, así vestida lucia igual que cualquier muchacho del pueblo y en medio de la noche comenzó a caminar por el campo para regresar a su casa. Era una noche de luna llena, de esas lunas plateadas enormes que iluminan todo, a Eldina la claridad le permitía ver el camino, y esa misma luna también, le permitía desde la casa a su padre ver qué alguien había entrado en la hacienda…

Ramona bajó la voz. Parecía temer que sus palabras la condenen ante Dios. Suspiró y prosiguió relatando con detalle los acontecimientos:

-El viejo reconoció esa figura que transitaba por su casa, y sin pensarlo dos veces, tomó su escopeta y le disparó. Él era famoso en la zona por su buena puntería. Le dio con una sola bala en la cabeza al intruso. Los perros salieron corriendo con el estruendo del disparo, ladrando enloquecidos buscaron a la víctima, pero los animalitos cuando llegaron hasta el cuerpo enseguida se dieron cuenta de la atrocidad que había sucedido y se pusieron aullar.
Todos nos despertamos. Mi patrón gritaba: “¡Ése cretino sabía bien que no debía regresar!”


La anciana se detuvo, buscó su pañuelo en el bolsillo de su vestido, para secar las lágrimas que le rodaban por la mejilla.

-Hagamos un pequeño descanso-ordenó Adrián.

Algunos minutos después Ramona estaba lista para relatar la parte más macabra de la historia.

-Cuando le sacaron la gorra al cuerpo del muerto, quedó al descubierto todo el hermoso cabello de la niña, estaba todito empapado de sangre. Yo me desperté por los gritos mi madre y de los criados.
Llamaron al comisario que vino junto con el juez y los dos hablaron con Don Francisco. A nosotros nos dijeron que se trataba de un terrible accidente, no iban a detener al desconsolado padre, para todos era mejor guardar luto y estar atentos al patrón, por cualquier cosa que necesitara.
A las pocas horas, mientras estábamos en la casa preparando el sepelio de mi patroncita llegó el joven novio. Traía una cuerda en la mano. Les juro que pensábamos que iba a matar al patrón, pero no fue así. Gritando desesperado reclamó ver el cuerpo de Eldina.
El patrón quiso que los peones lo sacaran de la propiedad pero ellos desobedecieron y acompañaron al chico hasta dónde velaban a Eldina. Cuando salió de la casa se quedó sentando bajo el enorme árbol del patio diciendo: “¡No me iré hasta qué ése señor se entregue a la justicia!”





El patrón enfurecido le ordenó que se largara de sus tierras. El joven jugaba tranquilamente con la cuerda sin dejarse intimidar y permaneció en el mismo lugar durante una semana.
Don Francisco cansado de verlo le pidió al comisario que lo detuviera, pero no había cargos en su contra y el comisario sabía que si se lo llevaba detenido él diría que la niña Elena estaba muerta por culpa de su padre. Comenzaron a correr rumores llenos de dudas ¿Era realmente un accidente?

En aquel momento no sabíamos que la verdadera dueña de todas las tierras era su hija. Todo le pertenecía a ella por herencia de su madre. Don Francisco se había casado por conveniencia y su amistad con el juez evitaba que se levantara alguna denuncia en su contra.

- Entonces, Ramona ¿No se hizo ninguna investigación policial?- preguntó Samanta.


- Ni de la muerte de Eldina, ni de la desaparición del chico.


-¿El novio de Eldina desapareció? ¿Usted sospecha que lo mató Don Francisco?


-Es qué... ya había empezado la maldición de éste pueblo, señorita.


Adrián apretó sus labios detrás de la cámara, parecía que las autoridades del lugar estaban usando o inventando un hecho paranormal, para encubrir dos asesinatos.


-El chico no se iba y el patrón cada día maldecía más el tener que verlo sentado bajo el árbol. Exigió a los peones que lo mataran y lo enterraran. Nadie quería al viejo y pensaban que la hacienda estaba maldita para siempre. Al octavo día tempranito todos sus empleados se fueron, quedamos sólo mi madre y yo. Fue ésa la noche, la primera, que comenzaron a llegar unas mariposas negras gigantes. Se posaron en las ventanas y en los árboles, daba miedo ver como cubrían toda la hacienda. Cuando amaneció, ya no estaban las mariposas ni el muchacho. Don Francisco permaneció encerrado en su cuarto dos días y las mariposas siguieron apareciendo, tapando cada pedacito de la tierra y de la casa; al tercer día casi a medianoche escuchamos que abría la puerta. Don Francisco se ahorcó con la cuerda que había traído el novio de Eldina. Mi madre le encontró colgado del árbol de la entrada.

- Su patrón se suicidó y a pesar de ya no ejercer un poder sobre las autoridades del pueblo, siguieron sin investigar ¿No intentaron siquiera conocer el paradero del joven?


- No, y nunca pudimos saber su nombre real, porque tiempo después se supo que no trabajaba en el almacén. La casa fue abandonada, y si quieren vayan a ver, como cada noche aparecen las mariposas negras en la hacienda. Vuelan por el pueblo como un triste lamento, llevan la angustia en el color de sus alas reclamando justicia.

Samanta respiró profundamente, agradeció el relato a Doña Ramona y expresó unas palabras para la cámara. Ahora tocaba registrar la aparición de las mariposas.
Adrián y Samanta ingresaron alrededor de las diez de la noche en las tierras de Don Francisco y Eldina Esquevedo; miraron antes los alrededores, tal como había dicho Ramona todo estaba abandonado, el otro testigo de los hechos era el gigantesco árbol del patio frontal que permanecía como recuerdo de tanta amargura. Se acercaron a la casa. Puertas y ventanas estaban tapiadas con madera; inmediatamente buscaron una forma casi delictiva de entrar. Adrián con ayuda de un hacha pequeña rompió una puerta lateral por donde se ingresaba a la cocina. Adentro todo estaba en ruinas, se notaba que nadie ya la habitaba ni cuidaba el lugar.

-Quedémonos afuera y preparémonos para la llegada de los lepidópteros-indicó el muchacho.

Cuando el ocaso dio paso a la noche, ambos se prepararon para comprobar si la leyenda era real.

Las protagonistas no surgieron volando a mitad del cielo tal como esperaba Adrián, que miraba ansioso el firmamento estrellado. Unas manchas negras fueron excretadas de la tierra, como tinta derramada y esas manchas se removían y comenzaban a volar. Primero una, luego otra, hasta ser cientos y cientos de ellas.

-¡Dios mío de dónde salen!- exclamó Samanta.


Volaban libres cubriendo el campo y algunos grupos se dirigían al pueblo. Las luces que llevó Adrián para filmar permitían ver el detalle de sus alas negras, parecían tener escritas unas letras. Las mariposas se posaron sobre el auto, Samanta se estremeció visiblemente al sentir el aleteo en su cabello y aunque era una profesional no pudo evitar más de una protesta mientras trataba de hablar al micrófono.
De pronto los faros de otro vehículo sobresaltaron a los jóvenes. Era un automóvil policial.


- Imaginé que ya estaban aquí- dijo el oficial al descender.

- Tengo permisos para poder filmar dentro la propiedad- se apresuró a decir Adrián

- No se preocupe, no vengo a interrumpirlos sino a colaborar con la historia.


Un comisario que quiere lucirse ante las cámaras, pensó inmediatamente, le daré su minuto de fama.stá encendida oficial, díganos su versión sobre estos animalitos-le dijo el muchacho.

Ni Adrián ni Samanta imaginaban que habían dado, sin buscarlo, con otra pieza importante del rompecabezas.

- Todos en el pueblo dicen que nadie conocía al novio de la señorita Eldina, pero yo si sabía quién era. Era mi primo, sobrino directo de mi papá y vino al pueblo para enamorar a la señorita y quedarse con su fortuna.


Apenas terminó de decir la última frase se desató un fuerte viento que anunciaba la proximidad de una tormenta.

- ¡Vamos adentro oficial!- exclamó Adrián juntando todo con ayuda de Samanta.

Dentro de la casa reinaba la oscuridad, pero no querían perderse el testimonio del comisario, si esperaban hasta el día siguiente cabía la posibilidad que se arrepintiese de involucrar a su familia.
Exactamente, el novio de Eldina era sobrino del padre del oficial, en aquella época ocupaba el mismo puesto de su hijo. Al principio era un juego seducir a Eldina, pero la noche que ella se escapó para estar con él, el muchacho, se enamoró de verdad. Sin embargo, el asesinato de la joven fue demasiado. Para desgracia de Eldina, su padre descubrió aquella noche que se había escapado y la espero, porque pensaba matar a los dos juntos cuando regresaran o salir a buscarlos si no lo hacían. Se trataba de una trampa preparada entre Don Francisco, el comisario y el juez local que era un gran amigo del victimario.

-Por eso nunca investigaron el caso de la señorita Eldina-dijo el oficial-,mi padre arregló todo con autorización del señor juez.

La tormenta comenzó a sacudir la casa. Algunas tablas de las ventanas cayeron y los vidrios resultaron frágiles para el viento que rugía. Las mariposas encontraron la forma de ingresar al interior y rápidamente sus alas fueron cubriendo todas las paredes.

- ¿Y Don Francisco se suicidó después de matar a tu primo?- quiso saber Samanta


- No señorita, a ellos dos, los mataron las mariposas. Siempre he creído que el cuerpo del chico debe estar por algún lugar de éste campo y al viejo en la autopsia, le quitaron doscientas mariposas del estómago.


- No hacen daño. Estuvimos en medio de ellas y no atacan- comentó la muchacha.

Adrián se acercó a una que estaba apoyada en la pared, sacó una linterna pequeña de su bolsillo como una filigrana se leía escrito en las alas “menteur”.

-Mentiroso, en francés- dijo Adrián

Pero... ¿Quién era el mentiroso? ¿Su novio? ¿Su padre? ¿El comisario o los tres juntos?

- ¡Rápido tenemos que irnos y filmar a dónde específicamente van las mariposas!-ordenó Adrián- ¡Debemos seguirlas al pueblo!

Las mariposas tenían un rumbo fijo, tal como pensó el joven, porque extrañamente además de cubrir las calles, la mayoría permanecían pegadas en las paredes del hospital.

El oficial los siguió a corta distancia con su patrullero, y al llegar les recomendó:

- ¡No entren a ese lugar! Sus permisos no les sirven para ingresar al hospital si lo hacen tendré que arrestarlos.

- ¿Quiere decir que alguien importante de la historia está dentro del hospital?-sugirió Samanta

- Permanece en coma desde hace varios años, es el juez del pueblo y es el padre de nuestro intendente. Nosotros somos parte de la maldición, cada uno que vive aquí fue maldecido por las mariposas negras ¿no se dieron cuenta qué no hay niños ni tampoco hay adolescentes? Ninguno de los que hemos crecimos y todavía vivimos en éste lugar tuvimos hijos. Desde la muerte de Eldina jamás nació otro niño, a pesar de los cuidados médicos, cuando aparecen las mariposas negras las mujeres pierden sus embarazos.

Una enfermera pasó apurada junto a ellos, debía tener unos cincuenta años de edad. El comisario no mentía. Todos eran personas bastante mayores en el pueblo. Ante la insistencia de los jóvenes para hablar con algún médico del hospital, el comisario expresó que nada lograrían porque las mariposas desaparecían con el amanecer sin dejar rastro. Y les recordó que solamente podían filmar en la hacienda de la familia Esquevedo.
Adrián y Samanta temiendo que incautaran sus filmaciones se fueron. Les quedaba intentar explicar una historia, donde había una víctima y al parecer con varios culpables de su muerte. Un desaparecido y una especie de pacto secreto que involucraba a las principales autoridades. Y en medio estaba la presencia de las mariposas, que en forma de venganza ante la falta de justicia, no permitían descendencia a quienes eran testigos o cómplices de la tragedia.

Si se trataba de una maldición, es sabido que las maldiciones suelen mantenerse en el lugar de origen, mientras no intervenga ningún foráneo.
Esa noche, Samanta, que no sabía que estaba embarazada, comenzó a sentir un hilo de sangre que se deslizaba por su entrepierna.



  FIN ?



Este relato pertenece a un futuro proyecto llamado:
El pueblo de las mariposas negras y otros susurros de la oscuridad




AUTOR : MENTEIMPERFECTA © Adriana Cloudy  Todos los derechos Reservados

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