martes, 28 de julio de 2015

Velika capitulo 1 ( quinta parte)



Capitulo 1


Una madre
( quinta parte)


En nuestro hogar, al llegar, nos recibieron animosamente todos los sirvientes sobretodo, Rupert y María, que extrañaban mucho a Velika...y por supuesto también nos esperaba, Duscha.
Duscha y Velika reanudaron su relación de: mejores amigas; Velika la veía como una hermana mayor mas que como una maestra y entre las clases y sus juegos, pasaban todas las noches juntas. No podía evitar una fría simpatía, hacia la maestra, que vivía en nuestra casa. La profesora de música había asumido el rol de institutriz, y mi esposo deseaba que  permaneciera con nosotros, hasta que la niña pudiese ingresar a un colegio. A su entender era una suerte tener una mujer tan joven como Duscha para cuidar de nuestra hija, y sobretodo que hubiese aceptado vivir  rodeada solamente de kilómetros de bosque y montañas. Duscha era culta, bonita y educada. En cambio yo, sentía que me demostraba una actitud despectiva. Las únicas órdenes que acataba sin chistar eran las de mi marido; todas  mis sugerencias pasaban inadvertidas para la maestra.
 El año 1900 marcaba la apertura de un nuevo siglo. Celebramos juntos la Navidad y el comienzo de otro año. Festejamos como cualquier familia los cinco años de Velika, aquel mes de Enero marcaría el comienzo de una vida muy diferente para todos. Las nubes negras que azotarían de terror a Europa, todavía permanecían lejanas. Disfrutábamos de la última etapa de una tenue tranquilidad  social, y eso permitió que Nikolai comenzara a planear nuestra mudanza a Rostov. Una de las primeras ciudades de Rusia que atraía a gran cantidad de turistas. Desde nuestra boda habíamos estado alejados del mundo, y ahora, teníamos que pensar en la educación de Velika.

Los meses de invierno pasaron, dejando lugar a los primeros indicios de la Primavera. Cada mañana, permanecía un buen rato observando por la ventana la vegetación y las aves que armaban sus nidos; añorando anticipadamente el fervor de la naturaleza que nos protegía en aquella casa. Nunca volví a intentar que Velika presenciara un amanecer. Su piel permanecía tan blanca como la nieve que cubría permanentemente las montañas. Y su alimentación no había cambiado. Nikolai temía que al faltarle la sangre ella enfermara gravemente. Los animales seguían siendo sacrificados cada noche en el establo. Rupert era tan hábil para desangrar cabras u ovejas, que a pesar de la cercanía del corral jamás escuché un solo quejido o lamento.
Yo mantenía la esperanza de que la sombra del vampirismo, fuese solo una historia imaginaria, como la escrita por Bram Stoker. Todavía no estaba lista, para aceptar que la sangre, el alma y el hambre...están unidos.




Cada comienzo de la primavera, permitía a Velika investigar alrededor de la casa. Esos paseos los realizaba a diario junto a Duscha, cuando los árboles ya ocultaban lo que restaba de la luz del sol, pero todavía podía verse con bastante claridad. Solía observarlas desde el segundo piso, juntando flores o semillas, o insectos. Velika los recolectaba para luego, compararlos con los que veía dibujados en los libros. Tenían la orden de no alejarse demasiado, adentrarse en el bosque era demasiado peligroso.
 Nunca supe que me obligó a ir en busca de Duscha y Velika, una tarde de Abril, fue una sensación de frío en el pecho que se convirtió en angustia y sentí que algo malo le iba a ocurrir a mi hija.
Seguí el camino que siempre utilizaban y no las encontré en la zona que frecuentaban. Sus huellas señalaban que se habían alejado en dirección hacia el río. Enseguida comencé a pensar que una manada de lobos podía estar cerca y rodearlas o peor...un desconocido armado las habría obligado a cambiar el rumbo. Pero las pisadas que yo seguía eran de dos personas, y una de ellas, pertenecían a unos pies pequeños. Tal vez estaba confundida, a causa de la poca luz, y no podía distinguir otro par de huellas, esta premonición me enloquecía. La distancia entre la casa y ellas se acrecentaba. Continuaba caminando y no las encontraba. Y seguir por ese sendero era terminar a orillas del río, por alguna razón, iban hacia la zona más peligrosa del bosque. En la penumbra provocada por la vegetación el miedo me estremecía, ¿dónde estaban Duscha y Velika?



Por fin, en un pequeño claro, di con ellas. Primero vislumbré la figura de Duscha, permanecía de pie sola con las manos entrelazadas a su espalda, en una pose de tranquilidad escalofriante. Seguí la dirección de su mirada y encontré a  mi hija: sentada en el suelo, sosteniendo por el cuello a un cervatillo que prácticamente agonizaba indefenso. El animalito ni siquiera intentaba zafarse de los brazos de Velika. El cervatillo moría...moría bajo la mordida de Velika, que cada tanto, elevaba la cabeza sonriendo satisfecha. Mi hija parecía estar en trance. Se veía como un ángel asesinando al pequeño animal con total delicadeza.
Desesperada reprimí un grito, di la vuelta para regresar en busca de ayuda. Corrí sin aliento hacia la casa, pensando en traer a mi esposo o a Rupert hacia la tétrica escena. Pero a los pocos metros me detuve; di la vuelta y volví sobre mis pasos. Duscha era un ser perverso. Y no necesitaba a Nikolai para ponerla en su lugar.
Impulsada por mi rabia me acerqué como un rayo, y deje salir toda mi cólera contra la niñera; entre la sorpresa y el peso de mi cuerpo, no pudo darse cuenta de quién estaba aferrándola del cuello y arrojándola al suelo. Su espalda sonó con un golpe seco sobre la tierra, y estando las dos tendidas en el suelo, me subí encima de Duscha para abofetearla. Mis golpes se efectuaban con una energía tan violenta que me desconocía. Duscha no podía escapar y solo atinaba a tratar de esquivar mis manos. Fue la mirada desconcertada de mi hija la que hizo que me detuviera. Velika con la cara y su vestido, manchado de la sangre del animal, me miraba sin comprender que sucedía. Había bebido la sangre del pequeño mamífero hasta matarlo, sin estar conciente de lo que hacia, y no entendía porque golpeaba de esa forma, a su niñera en medio del bosque. Permaneció en silencio cuando la levanté en mis brazos y nos fuimos juntas hasta la casa, dejando en el suelo a Duscha que se esforzaba por reponerse del ataque.
Al llegar, entré a gritos solicitando la ayuda de Maria. Ella salió de la cocina y se espantó al ver el estado de la niña. Entre las dos llevamos a Velika al cuarto de baño; le quité su vestido manchado de sangre. Maria, llena de angustia, buscaba las heridas en el cuerpo de la niña, hasta que yo, ya más repuesta de mis nervios, le señalé que esa sangre no era de ella.
No tardó mucho en aparecer Duscha, para su suerte, se encontró afuera con mi esposo, cuando regresaba de atender a sus pacientes, y recibió la primera versión de lo sucedido de boca de la maltrecha mujer. Nikolai entró encolerizado, desde el cuarto de baño, escuché que me llamaba; supe enseguida que Duscha había regresado y me había delatado. Dejé a Velika con María y fui al dormitorio matrimonial.
Entre lágrimas de indignación le conté la situación en que había encontrado a Velika. Mi exposición de los hechos no sirvió de nada. Mi esposo, no se escandalizó de que a nuestra hija se le estuviera incitando, de una manera diabólica, para que se comportara como una bestia que sale de noche a matar. Me recordó que Duscha no era solo una maestra, pertenecía a una familia de damas de honor y también, que yo misma, tenía un linaje que respetar.

- ¡No puedes pelear con ella, como si fueras la más vulgar de las campesinas!- me reclamó, sin mencionar nada sobre el incidente con Velika.

La reacción hostil de Nikolai me hizo sentir como una tonta, ahora no me cabía duda, desconocía lo que estaba sucediendo en mi propia casa.

- ¡¿Culpas a la maestra por ser como es nuestra hija?!- vociferó-. Y tuve que soportar la enumeración de las ventajas de tener a Duscha de nuestro lado y de la discreción que siempre guardaba sobre la alimentación de Velika. No hice reclamos, lo escuché y acepté la orden de mi marido de hablar con ella y ofrecerle una disculpa. Luego, me aclaró, ambos someteríamos a la mujercita a una averiguación detallada de lo ocurrido, aunque en mi interior me prometí: no dejar sola a Velika con la maestra nunca más.
Mientras más rápido se solucionara nuestra pelea más rápido Duscha tendría que dar explicaciones sobre el animal muerto. Golpeé despacio en la puerta de la habitación de Duscha. Me imaginé que estaría apesadumbrada con lo ocurrido y sin ánimos de toparse conmigo. Decidí entrar. Había dejado tirada toda su ropa, sucia de barro y hojas, en el piso. La puerta de su cuarto de baño estaba abierta, y la vi moverse llenando con agua la bañera. La estancia, por el agua caliente, se había humedecido de vapor Estaba completamente desnuda, su cabello negro lo llevaba recogido dejando al descubierto una espalda perfecta. Poseía una piel clara y luminosa. Nunca tuve celos de su aspecto: era un poco más alta que yo, y siempre se movía con el cuello erguido, su andar era elegante pero con gestos muy medidos, sin embargo no podía calificarla como una mujer tímida.
Por primera vez, noté que su cuerpo era torneado y musculoso. Su apariencia resultaba similar a una estatua que hubiese sido cincelada con cuidado. Y en esa piel tan tersa resaltaba algo peculiar: en diferentes zonas unas cicatrices, formadas por dos circulitos pequeños, se repetían; en su cintura, sus piernas, antebrazos y hombros. Resaltaban dos puntos colorados y un poco hundidos, conservando cada uno la misma forma, daba impresión que las pequeñas heridas se hubiesen abierto y cerrado varias veces.
Duscha giró quedando de frente, no intentó cubrirse su cuerpo desnudo. Entonces observé mejor las mordidas. Nos enfrentamos con la mirada en silencio por un par de minutos. Hasta que Duscha sin reparo expresó:

-La niña necesita sangre humana.

Sangre humana que ésta intrusa, devenida en maestra, le proporcionaba a mis espaldas. Ahí estaba frente a mí, la prueba de la perversión. Finalmente el mal de Irina estaba despertando en Velika, gracias a la niñera. Pero antes que nada, yo era su madre, y aunque no contase con el apoyo de mi marido, no permitiría que ella tomase el control de Velika .   

- Quiero que te vayas de mi casa- le dije fríamente y en su mirada, percibí un leve desafío. Sus ojos verdes resplandecieron llenos de insolencia. Siguió vertiendo agua en la bañera, sin responderme.

Salí de su habitación dando un portazo. No le permitiría intimidarme de ninguna forma y no estaba dispuesta a que se respaldara en mi pareja, para continuar en nuestro hogar.
 Descendí con el alma enajenada las escaleras y me dirigí a la oficina de mi esposo. Esta discusión con Nikolai fue realmente muy violenta, y no recuerdo que nos dijimos.
¡Ya no iba aceptar sus argumentos ni su autoridad de hombre de la casa!
Era la primera vez que el doctor Gusev veía tan furiosa a su mujer. Solo tengo presente mi última frase, que le espeté señalándolo amenazadoramente con el dedo.

- ¡No sé cuales son tus intenciones o las de ella, pero  te advierto Nikolai, si algo le pasa a mi hija yo me encargaré de que lo paguen muy caro!



Continuará...










Velika  
Autor: Adriana Cloudy  
Argentina 2015


domingo, 26 de julio de 2015

I love Flash Gordon


Esta es una película ochentosa con todas las letras, y una de mis favoritas. Las aventuras de un superhéroe sin superpoderes contra un tirano, en un planeta lejano que intenta atacar la Tierra. Y el ingrediente principal, una canción emblemática a cargo de QUEEN, ¡una delicia!
Para muchos un film regular de bajo presupuesto, para mí que la vi en el cine, es una maravilla. Sobretodo porque teniendo menos de 13 años ver, en pantalla gigante, a un rubio musculoso con una camiseta apretada te resulta inolvidable. Los más llamativo de este film y de la historia en si, son los malos. Definitivamente dos épicos antagonistas que atrapan al espectador: 
Ming el Despiadado a cargo de Max von Sydow  y La princesa Aura interpretada por Ornella Mutti.
















 ¿Y de qué se trata Flash Gordon?
Flash Gordon, un famoso jugador de fútbol americano de los New York Jets, y Dale Arden, futura novia del héroe, se lanzan en paracaídas cuando un meteorito alcanza el ala del avión en que viajaban. Caen cerca del laboratorio donde el científico Hans Zarkov prepara sus planes para desviar la trayectoria de un meteorito mayor que va a chocar contra la Tierra. El plan consiste nada menos que en lanzar contra el meteorito un cohete, al que obliga a subir a Dale Arden y Flash Gordon a punta de pistola. Como resultado, y sin ninguna explicación del guionista, los tres van a parar al planeta Mongo. 
Mongo está habitado por diversos seres bajo el dominio del tirano Ming el Despiadado, quien pretenderá conquistar la Tierra y casarse con Dale Arden, mientras que su hija Aura se encapricha de Flash. Durante años los tres compañeros luchan contra Ming, encontrando amigos y aliados entre los pueblos oprimidos de Mongo como el príncipe Thun de los hombres león. En sus aventuras recorren todos los distintos reinos de Mongo, como el reino de los bosques de Arboria, regido por el príncipe Barin; la ciudad flotante de los hombres halcón, donde reina el príncipe Vultan; el reino helado de Frigia de la reina Fria, el reino de la jungla de Tropica, dominado por la reina Desira o el reino submarino de los hombres tiburón, regido por el rey Kala.

Originalmente Flash Gordon es una historieta de ciencia ficción creada por el dibujante Alex Raymond el 7 de enero de 1934 para el King Features Syndicate, como página dominical (sunday strip), y continuada luego por diversos guionistas y dibujantes.

Flash Gordon vuelve a estar de moda gracias a la pelicula TED, dónde un oso de peluche junto a su amigo humano, son los  fans número uno del actor  Sam J. Jones. Una película con gran vestuario, colorida, una aventura sin grandes vueltas de guión es simple y directa, sin los FX actuales pero con mucho corazón y si la viste de chico, seguro te sigue gustando.



Y ahora FLASH  aaaaaaaaaaaaah Saviour of the universe


viernes, 24 de julio de 2015

VELIKA capitulo 1 ( cuarta parte)


Velika 
Capitulo 1


Una madre
( cuarta parte)


Sobre una mesa estaban dos botellas, de un tamaño aproximado a un cuarto litro; las dos aparentemente habían sido llenadas con sangre. Una mostraba un color muy oscuro y la otra de un rojo más brillante. Llamamos a Velika  pero mi hija, al ver que Frederich colocaba en sendos vasos un poco del contenido de cada botella, se mantuvo en el umbral de la puerta, dudando sobre si entrar o no. Finalmente convencida por su padre se acercó con desconfianza. Apretó con fuerzas la muñeca que siempre llevaba, contra su pecho sin quitar la vista de los vasos, después levantó la cabeza y mantuvo su mirada en el doctor S.

Nikolai intentó tranquilizarla acariciando suavemente su cabello y le dijo que tenía permiso de beber. Yo, mientras tanto, intentaba reprimir la  idea de levantar a mi hija en brazos, y salir corriendo de esa casa.
Velika bebió primero del vaso derecho, el que contenía la sangre oscura y luego del izquierdo con la sangre de un rojo brillante. El doctor S. no pudo disimular una mirada de asombro al ver que Velika bebía en forma refinada y depositaba, al terminar, con cuidado cada uno de los vasos sobre la mesa.

-Velika, podrías decirme ¿qué había en cada uno de los vasos?-le dijo.

Ella permaneció un momento con la mirada hacia el piso, siguió abrazando fuertemente a su muñeca. De pronto con un dedo señaló el vaso de la izquierda y exclamó:

- En ese vaso había sangre de conejo y en el otro, estaba un poco de su sangre.

- ¿Estás segura?

Respondió afirmativamente moviendo la cabeza. Mi marido permanecía en silencio, y a mí me preocupaba saber cuales eran las reales intenciones de su colega. Como si sus padres no estuviesen presentes continuó conversando con la niña.

- Tú sabes que los niños no beben sangre.

-¿Usted conoce a todos los niños del mundo?

-Por supuesto que no...

- Entonces, por qué asegura que los niños no beben sangre

- Bueno un niño prefiere comer pastel o dulces- mientras hablaba sacó de su bolsillo y abrió enseguida, una pequeña bolsa con golosinas de colores- ¿no te gustaría probar un dulce?

El doctor Frederich S. acompañó su sugerencia metiéndose un dulce en su boca. Y masticando feliz acercó a las manitos de Velika, la bolsa con dulces.

- Debería evitar los dulces, no son buenos para su salud- le espetó mi hija.

Nikolai se puso a reír con ganas, en un intento de romper la tensión que nos rodeaba. El doctor también comenzó a reír y aplaudiendo satisfecho declaró que Velika, era toda una dama muy honesta y perspicaz.


  
Cuando nos marchamos de la casa de Frederich S. la idea de que podíamos cambiar las costumbres de Velika se instaló en mi cabeza. El colega de mi esposo, ése mismo día, nos había comentado un  diagnóstico prometedor sobre nuestra hija: nos había dicho que, tratándose de una niña pequeña, reaccionaba a lo que conocía y sin darnos cuenta la estábamos sobreprotegiendo, por eso no sentía la curiosidad de probar cosas nuevas como todos los infantes. Velika vivía  tranquila y segura dentro su mundo, alejada de los desafíos que implican crecer. Todo a su alrededor se basaba en el temor a que sufriera algún daño.

Nos recomendó que su salud, todavía un poco delicada, no debía mantenerla aislada. Ella necesitaba superar su condición y vivir una infancia feliz, lo antes posible, tenía que desprenderse de la fijación con la sangre. Según el doctor S. que Velika se alimentara con sangre estaba vinculado a un conflicto emocional, producido por las circunstancias de su nacimiento. Si la ayudábamos, a romper totalmente con el trauma materno, su subconsciente la liberaría; incluso hasta podría llegar a curarse su anemia crónica.
Entonces pensé que debíamos intentarlo ¿Y por qué no empezar por el sol?
 Nunca la habíamos sacado a jugar durante el día. Ya no era una bebita, había crecido. Este sería el primero de muchos cambios, si ella soportaba los rayos del sol podría jugar con otros niños. De tanta belleza se perdía por permanecer encerrada.

El reloj marcaba las siete de la mañana, y tenuemente, comenzaba a iluminarse el cielo. Como sucedía día tras día al amanecer, Velika, se disponía a dormir. Me acerqué, y con dulzura le dije:

 -Hijita, es tiempo que sepas como luce esta hermosa ciudad bajo el sol.

La sujeté con fuerzas, pero sin lastimarla, tratando de atraerla a la ventana. Los rayos de luz podían distinguirse asomando, bajo las cortinas que cubrían la ventana. Enseguida sentí la resistencia de mi hija. Comenzó a gritar y patalear. Se sacudía enajenada tratando de zafarse de mi mano. Nunca había hecho un berrinche pero esto, superaba a cualquier escena de criatura malcriada. Velika, gritaba aterrorizada, viendo que mi intención era correr la gruesa cortina, y dejar pasar la luz del sol. Le imploré que se calmara pero seguía histérica; como un animal que sabe del peligro que le acecha. Me sorprendió la fuerza que poseía. Me era imposible levantarla del piso, tiraba de mi mano buscando soltarse y regresar, a la seguridad de su cama. Yo intentaba que se incorpore y acercarla a la luz.
La potente voz de Nikolai interrumpió la lucha entre ambas. Se acercó furioso, me apretó el brazo y me dijo con rabia al oído- ¡Estás loca mujer!- y levantando a Velika del suelo agregó:

- ¡Deja en paz a la niña!

Crucé los brazos sobre mi pecho, avergonzada y abatida. Comencé a llorar sentada en un rincón. Más tarde en una breve plática mi marido se explayó con calma tratando de consolarme.

 -  Helena, mi amor, no te dejes convencer por las palabras de Frederich. Es muy bueno en su campo pero él, no ha visto ni conoce, las cosas que yo he visto. Y hay detalles que no pude informarle porque no entendería.

- Yo tampoco entiendo... ¿por qué no podemos intentar curarla?

- ¿Curarla? Helena...debes aprender a vivir con lo que es Velika, y acostumbrarte a lo que pueda llegar a ser.

Con el tiempo comprendería que ser su madre no me daba derecho a cambiar su esencia, y que en realidad, yo debía cambiar por el bien de mi hija.


 Permanecimos cuarenta y cinco días en Viena. Recuerdo el viaje como lo más bello que vivimos en familia. La ciudad renovó nuestro amor matrimonial, y sobretodo, nos dio un manto de  tranquilidad como padres; cada vez que habíamos estado entre la sociedad vienesa, Velika, había sido vista como una niña alegre y educada. Era la ciudad que estaba acostumbrada a los niños prodigios, y Velika tenía potencial para destacar como tal. Disfrutó las funciones de Opera y se interesó en la mitología germana y en los cuentos de los hermanos Grimm. Las historias de dioses griegos que le narraba mi esposo, cambiaron a relatos de hadas. Su abuela paterna, la madre de Nikolai nacida en Bradenburgo, y que por amor había abandonado a su familia, hubiese estado feliz.

 La noche anterior a nuestra partida, Frederich S. nos invitó a cenar un pequeño restaurante y probar un sabroso Tafelspitzque, según nos aseguró, era la mejor forma de despedirse de Viena.
Como sucede con los hombres, su tema de conversación, enseguida cayó directamente sobre el ambiente político. El horizonte se presentaba cada vez más turbulento para Europa.

-La ciudad todavía está de luto por la muerte de la Emperatriz....aunque si debo ser sincero, hay varios que se alegran... y están aprovechando la desaparición de la figura que realmente mantenía unido al imperio.

Comentó preocupado el doctor S., mi esposo, lo puso al tanto del clima que se vivía en nuestro país. Los eventos de Austria estaban afectando a toda la región, y sobretodo al sistema de gobierno. Los opositores a la monarquía eran cada vez más fuertes; también en Rusia había un constante nerviosismo entre la población, el Zar, intentaba aplastar cualquier mínimo intento de deshonra a su autoridad. Mientras los hombres conversaban, las dos permanecíamos en silencio. Yo acariciaba la mejilla de Velika, que pulcramente sentada como una princesita observaba de reojo al resto de los comensales.
La entrada fue una aromática sopa, y Frederich S. situado la izquierda de la niña, extendió su cuchara para convidarle un sorbo a nuestra hija. Velika le sonrió y se excusó en perfecto alemán pero, con un marcado acento austriaco. El doctor aceptó el rechazo con una sonrisa, y luego de sorber una par de cucharadas, proclamó que estaba deliciosa.

- ¡Sabe exquisita! ¿Por qué no quieres probar un poco de sopa, Velika?

-No me gusta la sopa.

- Por cortesía, mi pequeña damita, deberías probarla y hasta quizás te agrade su sabor, ¿qué pasaría si sólo bebes un traguito?

- Explotarían mis tripas- contestó con expresiva solemnidad.

Frederich S. se atragantó desconcertado y escupió parte del líquido que tenía en la boca, reaccionando a la frase de Velika, como si fuera el mejor chiste que hubiese escuchado en su vida. Tosió y enrojeció en un esfuerzo por contener el resto de caldo que le quedaba en la boca.
Mi esposo y yo nos miramos aliviados de que respondiese con la inocencia, de cualquier niño de su edad. El salón comedor del restaurante estaba rodeado por una zona de jardines y Velika aburrida de escuchar más plática sobre política, al llegar el turno del postre, pidió permiso para jugar afuera. Se lo concedimos porque podíamos vigilarla a través del ventanal. Se puso con entusiasmo el abrigo y una vez libre de los adultos, se entretuvo saltando y contando estrellas. Nuestra cena finalizó con la promesa de una futura visita de Frederich. Subimos al carruaje, y en mitad del recorrido de regreso al hotel, observé que Velika movía nerviosamente su manito dentro del bolsillo de su abrigo. Nikolai también lo notó, y le pidió que le diese lo que tenia oculto en el bolsillo. Ella murmuró algo al oído de su padre, y él la ayudó a quitarse el abrigo, y lo dobló conservándolo en sus brazos. Velika me miró fijamente segura de que Nikolai no me contaría nada. Una vez más, padre e hija, me mantenían fuera de un incidente.
Sin embargo, en la mañana, entre las cenizas de la estufa, me pareció ver la cola de una rata.



Continuará...




Click en la imagen para acceder a la quinta parte 





Velika  Autor. Adriana Cloudy © Todos los derechos reservados Argentina 2015



jueves, 23 de julio de 2015

Feria del Libro 2015

FERIA


Del latín ferĭa, una feria es un evento económico, social o cultural que puede estar establecido o ser temporal, y que puede tener lugar en sede fija o desarrollarse de forma ambulante. Las ferias suelen estar dedicadas a un tema específico o tener un propósito común.

Desde 17 al 26 de Julio, en el Paseo Cultural Castro Barros. tuvo lugar la Feria del Libro en la ciudad Capital de La Rioja (Argentina). Una feria pequeña con ganas de seguir creciendo, y que cada año, se espera con alegría en esta ciudad del NOA. Lamentablemente este año las visitas desde Buenos Aires fueron mínimas; me hubiese gustado poder ver a personalidades tanto de la literatura nacional como de la gráfica, (el año pasado participó Chanti creador de la tira cómica “Mayor y menor”) en la programación 2015 hubo dos eventos a destacar : la visita de uno de los integrantes del exitoso programa televisivo de cocina “ Cocineros Argentinos” y la presentación de una performance a cargo del actor Leonardo Sbaraglia, una figura en mi país con reconocimiento internacional por su trayectoria en cine, tanto español como latinoamericano. Debo aclarar que la feria tiene entrada gratuita y se extiende a todos los eventos, incluso un ciclo de cine en el espacio INCAA de la ciudad. Y encima tuvimos unas hermosas tardes con sol, anoten para visitar la feria el próximo año.




Sobre los stands de libros debo extender mi protesta a todas las ferias que conozco, incluida la de Buenos Aires: Los precios de los libros en estas ferias, que son eventos anuales, y que exigen un gran esfuerzo, y que los lectores agendamos  año a año,  no se corresponden a una feria. Suelen ser tan caros como en cualquier librería, hasta incluso más caros, como sucedió con los títulos de Stephen King e Isabel Allende. Las ofertas tienen que ser la estrella de la Feria pero suelen brillar por su ausencia. Me parece que tanto editoriales como librerías no comprenden el concepto de “Feria “ . Descartando las novedades no veo la razón para privarnos de comprar títulos anteriores a precios accesibles.



Afortunadamente una librería, de la ciudad de Córdoba, si entiende que una feria es la oportunidad de vender masivamente y en su stand había unas atractivas mesas con novelas variadas al precio de 40$ y tres por 100 $ ¡El mismo precio del año pasado!





Mis adquisiciones en la Feria del Libro La Rioja 2015


El ladrón de almas: Durante su época de estudiante en una universidad al norte del estado de Nueva York Nathaniel Mason entabla relación con varias personas singularmente enigmáticas, treinta años después uno de sus compañeros reaparecerá para sugerirle que puede que en realidad Nathaniel no sea quien cree ser… Una inquietante, lírica y sorprendente novela sobre la identidad y sus fantasmas, sobre el pasado que nos persigue, los recuerdos que nos engañan y los enigmas que ocultan las personas con quienes nos relacionamos.




La edad de la inocencia: Un clásico romántico. La acción de la novela transcurre en la alta sociedad neoyorquina de la década de 1870. Este clásico tuvo su primera adaptación cinematográfica en 1924 una película muda producida por Warner Brothers. En 1928 fue convertida en obra de teatro por Margaret Ayer Barnes y estrenada en Broadway en 1928. Tanto la novela como su adaptación teatral fueron la base de una segunda adaptación a la gran pantalla, la película de la RKO La edad de la inocencia (1934), En 1993 la tercera adaptación cinematográfica de la novela fue dirigida por Martin Scorsese, protagonizada por Michelle Pfeiffer, Daniel Day-Lewis, Winona Ryder.



La última hora del último día: En el exilio, una familia catalana se instala en la hacienda La portuguesa, en lo más profundo de la selva mexicana. Durante años, la familia, que espera con ingenua energía la caída de Franco y el advenimiento de la república, se va enraizando en ese terreno salvaje en el que sólo sobreviven las cosas que siempre existieron.







Espero que siga creciendo nuestra Feria provincial y sobretodo 
que las editoriales y libreros nos brinden, a los amantes de los libros, la posibilidad de gastar gustosamente nuestros ahorros (que no son abundantes) pero, nos encanta cada vez que se presenta la oportunidad, destinarlos a la literatura.







miércoles, 22 de julio de 2015

VELIKA capitulo 1 ( tercera parte)


Velika

Capitulo 1


Una madre
 ( tercera parte) 



Comunicar nuestro viaje causó preocupación entre la servidumbre; por una lado María esperaba acompañarnos, solo ella, preparaba a escondidas del resto de los sirvientes, la dieta de Velika. Yo agradecía en mi corazón, que pudiese realizar la inusual tarea de preparar su peculiar alimentación. Y Rupert desconfiaba de la situación política que se vivía en Austria. Sin embargo, mi marido aclaró que viajaríamos sólo los tres, y que no debían inquietarse por nosotros.

Por otro lado, Velika, no pareció entusiasmada de tener que abandonar su entorno. Para animarla su padre le aseguró, que conocería los lugares donde Mozart componía y ella tiernamente le dijo que estaba dispuesta a jugar con Amadeus, si él le prestaba su piano. Mi dulce niña hablaba tan convencida de sus intenciones que no podíamos menos que reírnos de su gracia.
Los preparativos fueron tan atractivos como el viaje, varias semanas Velika  disfrutó la visita de la modista, quién nunca la había visto antes, porque ella enviaba sus vestidos, a pedido de mi esposo.
La modista era una regordeta mujer que vestía de rojo y negro, llegó acompañada de una delgaducha jovencita de largas trenzas. Las dos se sorprendieron del porte de una criatura tan pequeña.

- ¡Es la imagen viva de un princesa celestial!- exclamó exageradamente cuando la vio entrar al salón. Me sentí orgullosa e incómoda, no aprobaba que sus disparatadas observaciones convirtieran a mi hija en una vanidosa. Por suerte, Velika no parecía entender los halagos que recibía de las extrañas mujeres.

Tanto la modista como su ayudante admiraron embelesadas el largo cabello rubio plata cuyas puntas terminaba en un rizo, y que normalmente lo llevaba peinado. Duscha y yo inventábamos diferentes peinados para satisfacer la coquetería de Velika. Y la piel que jamás había sido tocada por el sol, le daba una imagen angelical. Claro que no todos pensaban igual; entre nuestro personal de servicio, Velika producía diferentes reacciones, como pude descubrir una tarde al escuchar una conversación:

- ¡La niña es tan obediente! muy diferente a mis hijos, esos son unos verdaderos salvajes que en vano intento corregir con buenas palizas- le decía Olga a Myriam, ambas mujeres se encargaban de la limpieza y el lavado de la ropa y tenían acceso a todos los cuartos de la casa. A lo que Myriam, con el descaro que invita el creer que nadie escuchaba, exclamó – Pues la verdad a mí, la niña me causa miedo...hay algo que no puedo explicar, te juro que intento no cruzarme con ella ¿No te parece extraño que le permitan estar despierta hasta avanzada la noche?

Pasé por alto esa impertinencia porque, después de todo, los sirvientes no pueden guardar una extrema simpatía hacia sus amos, pero fue mi primera advertencia sobre la impresión que mi hija podía causar a los extraños. 




Con media docena de vestidos nuevos se cerraron los baúles y maletas. Todo estaba listo para emprender el viaje. A Duscha le fueron pagaron dos meses adelantados de sueldo, y se le informó que mediante una carta se le avisaría de nuestro regreso. Ella nos dijo que aprovecharía sus vacaciones forzadas, para visitar a su madre en Moscú. Nuestro itinerario estaba arreglado para arribar a la capital de Austria durante las primeras horas de la noche. Al llegar a Viena inmediatamente nos dirigimos al hotel donde, un amigo de mi esposo, había pagado previamente nuestra estadía. Y nunca supe cuales habrán sido las recomendaciones que se hicieron acerca de nosotros porque, para nuestra sorpresa, salieron a recibirnos con pompa y honores. El conserje, apareció acompañado de tres botones del hotel y nos saludó efusivamente:

- ¡Doctor Nikolai Gusev y señora Gusev, bienvenidos al corazón del Imperio! ¡Es un honor contar con vuestra presencia!

 El simpático austriaco me ofreció su mano, y realizando una reverencia, me ayudó a descender del carruaje. En la entrada dos violinistas interpretaban un vals vienes en nuestro honor. Varios transeúntes se detuvieron para ver quienes eran, los célebres viajeros. Me resultó bastante vergonzoso el pequeño revuelo que provocamos, sin embargo, fue Velika, quien despertó la admiración de los huéspedes y del personal del hotel. Vestida con un abrigo color rosa y llevando unas mariposas y cintas blancas en su pelo, todos se maravillaron de  lo bonita que se veía. Caminaba frente a nosotros con la mirada en alto, y llena de curiosidad al verse rodeada de tantas personas desconocidas. Permitió que dos abuelitas besaran sus mejillas y acariciaran sus bucles. Respondió con gran desenvoltura cada demostración de ternura, agradeciendo en un perfecto alemán e incluso hasta en inglés.
 La mayoría de nuestros paseos por la ciudad de Viena fueron nocturnos, de esta forma Velika podía acompañarnos. Teníamos a favor que el ocaso se presentaba más temprano, porque estábamos en Otoño, permitiéndonos recorrer la fastuosa ciudad con nuestra hija, desde antes del anochecer. Fuimos a la Opera, y a varios bares donde escuchamos: en algunos a las orquestas tirolesas y en otros recitar sus versos a los poetas. Asistimos a un baile de gala y nuestras excursiones favoritas fueron la visita a los museos de arte y las casas algunas difuntas celebridades austriacas.



Una mañana, cuando ya sabia de memoria que calle tomar para regresar al hotel, me permití una caminata en solitario. Encontré una tienda de libros y le solicité al encargado que me recomendase algunas novedades en literatura. Me mostró varios títulos, guardando sus elogios para una novela británica que, según el dueño de la librería, era un éxito en ventas. El autor se llamaba Bram Stoker y estaba logrando reconocimiento con su obra: Drácula.  Stoker, se había basado en la figura de un héroe rumano para dar rienda suelta a una siniestra historia. La novela tenía como protagonista a un aristócrata strigoi, el más poderoso que jamás se hubiese conocido.
Examiné el ejemplar mientras escuchaba las adulaciones del vendedor. Las leyendas de mi tierra natal estaban narradas oscuramente por un inglés. - ¡Por el amor de Cristo!- pensé - ¡Cómo se atrevió a retratar a nuestros nobles como unos monstruos inmorales!
 Observé el titulo grabado tratando de contener mi indignación. Pagué sin hacer comentarios por el libro y lo guardé enseguida en mi bolsa. Yo misma tenía que saber de que se trataba.
 El temor hacia los strigoi, durante años, había provocado una histeria colectiva en toda Europa. La emperatriz Maria Teresa de Austria estuvo muy interesada en el vampirismo: el mito del vampiro provocaba la profanación de las tumbas. Una buena católica como ella, no podía permitir tales ofensas al eterno descanso de los muertos. Se decía, que en varias regiones las estacas estaban preparadas para atravesar el corazón del muerto; apenas el sacerdote terminaba el responso se cortaban cabezas y realizaban otras vejaciones  similares a las que yo había visto en el sepulcro de Irina. Los bebedores de sangre, que atormentaban el mundo de los vivos, fueron buscados en toda la región de los Cárpatos. La emperatriz había confiado la importante misión, de comprobar la veracidad de los supuestos casos de vampirismo, a un eminente médico holandés. Quien le confirmó a su majestad que semejantes criaturas no existían. ¿Qué habría pensado Gerard van Swieten acerca de Velika?

 Entré al cuarto del hotel sin hacer ruido, Nikolai y Velika dormían profundamente. Aquel día fue la primera vez que le oculté algo a mi pareja, escondí el libro entre la ropa que permanecía en un baúl de viaje, y luego durante el almuerzo traté de disimular mis alterados nervios frente a mi esposo. Decidí leer la novela cuando estuviese en mi hogar. No deseaba obsesionarme con la idea de los vampiros, porque sólo provocaría problemas en mi matrimonio o peor todavía, yo también terminaría presa de la demencia que consumió a Irina.

A pesar de mi esfuerzo, cada vez me costaba más fingir que éramos una familia común. No existían los amigos que nos visitaran o los parientes maliciosos que desparramaran chismes, y sin embargo, sentía que no podríamos mantener ocultos los hábitos de nuestra hija durante mucho tiempo.
En Viena, mi esposo se las arregló para conseguir sangre de un matadero, y a escondidas en nuestro cuarto, todas las noches la alimentábamos. Aquel viaje familiar no fue únicamente para darnos un descanso de la rutina doméstica. Nikolai había descubierto un especialista en comportamiento compulsivo. El facultativo informado de cada detalle sobre la salud de Velika, por un intercambio de cartas con Nikolai, insistió en conocer a nuestra hija.
 Una nueva corriente de la medicina se fortalecía, defendiendo una teoría sobre la raíz de ciertas enfermedades; dicha teoría consideraba que muchos síntomas manifestados por el enfermo podían tener su origen en la mente. Los estudiosos, según me explicó mi esposo, se buscan en el subconsciente, la causa que impulsa al enfermo a mantener determinado vicio o comportamiento, y una vez descubierto, realizan el tratamiento apropiado para curar definitivamente al paciente de su infame condición.


El doctor Frederich S. había insistido especialmente que no se le dijera a Velika, sobre la visita que haríamos a su hogar y tampoco mencionarle que en dicha casa vivía un doctor.  Frederich S. era un hombre joven y muy guapo; sus ojos azules poseían un brillo travieso y en sus actitudes demostraba un exceso de simpatía con la personas; al ver su vivacidad no se podía pensar que fuese un formal catedrático; conservaba el aspecto de un estudiante en sus primeros años. Conversamos los tres, compartiendo un café en la biblioteca, y permitimos a Velika dar vueltas por la casa, que constaba una sola planta. El doctor era soltero y no necesitaba demasiado espacio. Uno de los cuartos estaba destinado a recibir a los pacientes y en ese cuarto, más tarde, nos esperaba una sorpresa.



Continuará...



Click en la imagen para acceder a la cuarta parte






Velika  2015  Autor: Adriana Cloudy   Todos los derechos reservados ©

domingo, 19 de julio de 2015

Mad World de Tears For Fears

Por todos lados a mi alrededor, rostros familiares.
Lugares desgastados, lugares desgastados.
Felices y madrugadores, para sus carreras diarias.
Sin ir a ningún lado, sin ir a ningún lado.
Todas sus lágrimas empapando sus gafas.
Inexpresivos, inexpresivos.
Escondo mi cabeza. Quiero ahogar mi tristeza.
No hay mañana, no hay mañana.
Y lo encuentro ciertamente divertido.
Ciertamente triste.
Los sueños en los que me estoy muriendo,
son los mejores que he tenido nunca.
Encuentro difícil como decírtelo,
porque me parece difícil de aceptar.
Cuando la gente corre en círculos,
es un loco,
loco mundo.
Los niños esperando el día en que se sentirán bien.
Feliz cumpleaños, feliz cumpleaños.
Hecho para sentir de la misma forma que cada niño debería.
Siéntate y escucha. Siéntate, y escucha.
Fuí a la escuela, y estaba muy nervioso.
Nadie me conocía, nadie me conocía.
Hola profesor. Dígame cual es la lección.
Mirar a través de mí mismo, a través de mí mismo.





La canción es parte de la banda sonora del film Donnie Darko.






miércoles, 15 de julio de 2015

Velika capitulo 1 (segunda parte)

Capitulo 1 


Una madre
(segunda parte)



Obligué a nuestro cochero a llevarme hasta la aldea donde había nacido Velika. Quería conocer la tumba de su madre y saber realmente la razón de su muerte.
Rupert y María eran empleados de la casa desde nuestra boda; ocupando los cargos de chofer y cocinera, vivían con nosotros y eran leales y educados; cumplían su labor diariamente con suma dedicación. Respetaban a mi esposo y adoraban a nuestra hija.
Rupert acompañaba a mi esposo, a cada una de sus rondas por los pueblos cercanos, visitando sus pacientes. Era un buen conductor, podía controlar los caballos bajo la peor tormenta o en medio de la niebla. Los animales confiaban en su mano y esa misma confianza le tenía mi marido.
Una mañana, antes que despertará mi esposo, le avisé de mis intenciones. La cara regordeta de Rupert se estremeció y se negó efusivamente a realizar un viaje a espaldas del doctor. Se excusó diciendo que un trayecto de varios kilómetros podía exponerme a Dios sabe cuantos peligros.
Fue la primera vez que tuve que recordarle que yo también era su ama y si le pedía su ayuda debía obedecerme. Pero no fue mi rudeza la que convenció a Rupert sino mi desesperación y mis súplicas. Conocía todas mis noches sin dormir al lado de la cama de Velika, de todo él se enteraba por su esposa, y ambos compartían nuestro temor por el bienestar de la niña; aunque María tampoco apoyaba mi idea de ir a un poblado que había desaparecido a causa de una misteriosa enfermedad.

-Ya pasaron más de tres años-le dije a María.-La causa del contagio no puede sobrevivir sin más victimas que dispersen la peste.

- Señora, por favor, debe avisarle al doctor. Imagínese si le ocurre algo malo; él no perdonará a mi esposo por ocultarle su viaje.

- Nada va a pasarme-le afirmé tratando de tranquilizarla- Rupert sabe exactamente dónde está lo que busco. Esperaré al lunes próximo, cuando mi esposo se vaya en tren hasta Rostov. Volveré en el día, no nos detendremos en ningún sitio y te aseguro que para la medianoche estaremos de regreso.
María siguió intentando que cambiara de idea. Finalmente entendió que conocer el lugar de procedencia de Velika era algo que le debía a mi hija. Ella algún día preguntaría por su verdadera madre, y yo estaba obligada a darle alguna respuesta.
Dejé algunas recomendaciones para Duscha y excuse mi falta en el hogar aduciendo un mensaje urgente que me obligaba a visitar a una tía. Le indiqué que María tomaría las decisiones necesarias en la casa durante mi breve ausencia.

El trayecto fue tranquilo y al cabo de cuatro horas estábamos en el sitio donde reposaban los restos de la madre de Velika. Mi cochero me ayudó a descender del carruaje; el cielo se había tornado tan gris como las tumbas carentes de flores que tenía frente a mí. El hombre encargado del cementerio, después de recibir una bolsa de monedas, nos abrió sin hacer preguntas el panteón en el cual yacía en eterno descanso la mujer que había traído mi hija al mundo.
Una vez dentro le pedí a Rupert que abriera el féretro. Primero se negó. Era un acto inmoral lo sé bien, pero nuestro viaje no tenia sentido si no veía por mis propios ojos los huesos de esa jovencita que ofreció su vida para que mi pequeña Velika viviera.
Con esfuerzo consiguió correr la pesada lápida de cemento. Y luego, cubriéndose primero la boca con un pañuelo, levantó la tapa del cajón.
Nada me había preparado para lo que estaba dentro del ataúd:
El semidescompuesto esqueleto de contextura pequeña, si pertenecía a una mujer joven. Estaba vestida con una amarillenta túnica bordada, y por sus hombros caía un largo cabello rubio, con similar color que el de Velika. Como manifiesto de que había sido amada en vida estaban desparramadas varias rosas secas sobre sus pies. Pero, para sus familiares era quizás el diablo quién también la amaba, porque en su pecho estaba enterrada una gruesa vara de madera. Una estaca, que habían martillado sobre su corazón de forma atroz. Y  le habían roto el maxilar inferior en el intento de introducir una cabeza de ajo en su boca.
Grité espantada,  y de seguro, fue mi mirada lo que hizo que el chofer me sujetara con fuerza de los brazos; tratando de evitar que manifestara en una crisis de locura ahí mismo.
 ¡¿Qué clase de mujer estaba dentro del sarcófago?!  ¿Por qué razón se la habían sometido a tan salvaje ritual?

- Señora no se altere. Estamos en una zona de gente  muy supersticiosa- me dijo Rupert gravemente- lo que le hicieron al cadáver es normal. Todos los pobladores le temen a los no-muertos.

- ¿Era una bruja?

- No señora, seguramente creían que era un vampiro.

- ¿Un vampiro? ¿Esos seres nocturnos que secuestran niños?

- Una versión del diablo-me respondió- en estos pueblos aún creen que las enfermedades son culpa del diablo.

Es cierto que la ignorancia y la pobreza los hacia cometer actos paganos en un intento de salvar almas. Pero yo pensaba que semejantes prácticas se habrían olvidado en un mundo moderno, sin embargo, estaba consciente que las supersticiones seguían compitiendo con la verdad que ofrecía la ciencia.

- Ella ya no es la madre de su hija tiene que olvidarse del vinculo de la niña con estas tierras.- me aconsejó.

El cuidador del cementerio se había quedado en la entrada y se acercó atraído por la curiosidad morbosa de saber que buscábamos en la tumba. Sin que le pidiésemos explicaciones ofreció su propia versión de la difunta.

- Ella era la amante de un demonio- hizo la señal de la cruz, y continuó diciendo- Teníamos que proteger al pueblo de su hambre, esos seres matan para conseguir sangre no les importa si es un niño o un anciano ¡El hambre los vuelve locos cuando se levantan de las tumbas!

- ¿Qué dice hombre? Yo acompañé a mi amo el día que murió esta niña. Murió al dar a luz la pobre infeliz.

- No voy a discutir con ustedes, si quieren saber la verdad sobre la muerta, pregunten en el pueblo por la vieja Inga. Ella es la comadrona, en su casa recibe a todas las parturientas hasta que llega el doctor.

Nos hablaba con total confianza y descaro; dando a entender que estaba frente a dos incrédulos.

-¿Hay gente todavía en el pueblo?

Me sorprendió que viviese alguien, según mi esposo, todos los pobladores de la región se habían trasladado.

- Claro señora, si el único vampiro que llegó a esta zona es el que ven en el sarcófago.

El pueblo se encontraba un poco más adelante. No era muy grande, varias familias vivían de la actividad rural y no había señales de que hubiese sido devastado por la peste. Rupert se dirigió a la casa de la comadrona, a pesar de habían pasado más de tres años, recordaba perfectamente el lugar y la cara de la anciana. Lamentablemente, ella, también lo recordaba y apenas se asomó a la puerta la cerró nuevamente.


-No quiere atendernos- me dijo Rupert,  acercándose a la ventanilla. Todavía sentía una repulsión en mi estómago que me impedía descender.

Mi cochero no tenía ganas de insistir, entonces fui yo misma a golpear la puerta. Sin respuesta toqué el cerrojo, y comprobé que la anciana había olvidado trabar la entrada. Ingresé despacio, recelando que alguien más se encontrara dentro.

- No tema Inga, sé que conoce a mi cochero. Pero soy yo quién desea hablar con usted, por favor, no tenga miedo.

Su hogar consistía en un cuarto con apenas algunos muebles, destacaba una cama enorme y otra pequeña en un rincón y la cocina estaba ahí mismo. Sentada en la cama pequeña, la anciana, sujetaba un rosario, y murmuraba algún tipo de plegaria.

- Usted conoce a mi esposo. Es el doctor Gusev.

- Él prometió que nunca volvería, y usted no debería estar aquí.

- No debe temer Inga...no vine a molestarla. Quiero hacerle unas preguntas sobre un recién nacido que se llevó de este pueblo... necesito saber si conoce a la familia de ése bebé.

- ¿La hija que tuvo la extranjera?

- ¿No era una mujer del pueblo?

- Llegó cuatro semanas antes de dar a luz, su marido la dejó en el pueblo y no regresó. No comía nada o por lo menos nada normal...

- ¿Mi esposo trajo a esa mujer al pueblo?

- Si,  me dijo que era una paciente de él.

- ¿De dónde era ella?

- No lo sé, pero parecía de buena familia. Apenas hablaba y tuvo un parto muy difícil. Yo no pude ayudarla...devoraba vasos y vasos de sangre de cabra- la anciana pasó su mano por la frente como si le doliese recordar- ¡Era espantoso verla beber! Quizás estaba loca o quizás si la había contagiado un strigoi. Nunca supe porqué el doctor la trajo al pueblo pero... si ha venido a mi casa significa que usted...ahora tiene a la niña.


  
Terribles pensamientos anclaban en mi mente, mientras regresaba a mi hogar; si podía llamar hogar lo que se había formado sobre cimientos de mentiras y secretos. La vieja Inga cuidó todo un mes a la madre de Velika; una pesadilla que la anciana deseaba olvidar y fue ella la encargada de atender el parto. Suponía que la criatura había sobrevivido, era una niña fuerte a pesar de su pequeño tamaño, sin embargo, para Inga el mal de la madre estaba en la hija. Y si buscaba información sobre ella, anterior a  su estadía, debía exigírsela a mi marido.
El hombre que amaba, y al que le entregué mi alma me había escondido, adrede, detalles espantosos sobre la madre de nuestra hija. Mi solemne esposo, me consideraba tan susceptible e ingenua como para reservarse la herencia que acompañaba a mi pequeña. Una mezcla de indignación, miedo y amargura daba vueltas en mi corazón. Estaba claro que en el aspecto profesional, el doctor Gusev, ponía la discreción y reserva acerca de la salud de sus pacientes por encima de su familia.
 Me sentía traicionada.

Al entrar a la casa, el reloj que estaba junto a la escalera principal marcaba la medianoche. Velika vino corriendo a recibirme con sus bracitos en alto y una tierna sonrisa. Ese brillo de alegría, de sus ojitos grises, era el mismo que todo niño ofrece a su madre, y en el Universo no debe existir algo tan valioso como la mirada de un niño. La mirada de quién desconoce los males del mundo. La abracé. Aunque las palabras de Inga golpeaban mi cabeza:
 Cada noche quería huir..., la encontramos bebiendo la sangre del cuello de un borracho..., gritaba que vendría a buscarla el diablo...

La ternura no daba paso al espanto. Pero...Velika ¿siempre sería mi angelito?



Esperé cuatro días que mi marido regresara. Mientras tanto comencé a vigilar a Duscha, por alguna instintiva razón tenía la impresión de que ella poseía conocimientos o instrucciones especiales sobre el cuidado de la niña. Las dos se comportaban como confidentes que guardan un secreto cuando estaban juntas.
La maestra y mi hija se entendían y disfrutaban de su mutua compañía.Velika era muy cariñosa pero no hablaba como una niña pequeña; cada una de sus preguntas pasaba por la naturaleza o cuestiones éticas.

-¿Un animal debe morir para qué otro pueda vivir?- un peculiar tipo de interrogantes rondaban su cabeza. Exponía sus dudas con tal naturalidad, cómo si consultara sobre si debía ponerle un vestido rosa o amarillo a su muñeca.

Yo sentía que tenía sus propias respuestas a las preguntas que formulaba, y simplemente buscaba saber que pensaba su interlocutor. Duscha la trataba como un adulto; en lugar de contestarle puerilmente o cambiar de tema, no dudaba en leer algún pasaje de filosofía a lo que mi pequeña prestaba total atención. Con casi cuatro años podía contradecir con otra pregunta, la respuesta que le ofrecían. Y se deleitaba desafiando con sus propias ideas cualquier frase popular:

“Si alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a todos.”

Velika declaraba:

 - Todos terminan amando a quién le cuida. Si cuidas a otro logras que siempre te siga, lo hará para no estar solo. El cuidador se hace más fuerte que el que recibe cuidado.
  
El doctor Gusev regresó con su familia un día jueves, bastante conforme con los arreglos realizados en Rostov. Después de almorzar le pedí que me dedicara la tarde.
No me fue sencillo delatar mi visita al pueblo y al cementerio. Jamás había visto al doctor Nikolai Gusev  palidecer exasperado, y mucho menos, a mi esposo perder la calma; entre sus cualidades existía la inflexión, podía converse a cualquiera solo con su tono de voz pero, siempre evitaba reaccionar ante una crisis sin analizarla brevemente en sus pensamientos.
Relaté mi charla con Inga y le rogué que me hablase sobre la difunta. A lo que me respondió gravemente:

-¿Crees que expondría la privacidad moral de una paciente sólo porqué ahora somos los padres de su hija?

Salió de la estancia sin decirme otra palabra. Y no pude menos que ponerme a llorar. Era madre y esposa pero no la compañera de vida que siempre había creído ser para él.
¿Merecía su repudio mi accionar? Comprendía que buscaba protegernos a las dos, de una sombra que marcaría la vida de nuestra hija. Si pudiese olvidar lo que escuché sobre los vampiros, la sangre, y las supersticiones ¿Cómo olvidaría que quizás mi Velika enfermaría de la misma locura que su madre?  Necesitaba saber si afectaría su futuro. Decidí esperar que él quisiera revelarme toda la historia, y así durante una semana apenas nos hablamos.
La tarde lluviosa del siguiente domingo, mientras estaba en el suelo sentada junto a Velika leyendo la historia de una sirena, mi esposo se acercó preguntando.

- ¿Existirá alguna razón para que dejases de cuidar a la niña?

-Ninguna- respondí- como tampoco, nada podrá lograr que deje de amarla.

- Entiendo tu preocupación pero, te aseguro cómo médico, que no hay razón para que nuestra hija no pueda ser como cualquier otra niña

Velika giró hacia mí y sujetó mis mejillas con sus dos manitos, arrugó la nariz dejando escapar una efímera carcajada. No quería perder la oportunidad y enseguida le pregunté.

-Entonces... ¿vas a contarme tu versión de los hechos?

Lleve a Velika hasta la cocina para que amasara pan junto a Maria. Me sentía tranquila sabiendo que Duscha no estaba en casa, y quizás por ese motivo, mi esposo estaba decidido a hablar conmigo. Las paredes oyen, sobretodo, cuando los sirvientes rondan. Me alegraba que hubiese esperado el día libre de la institutriz.

Era visible que para mi esposo hablar del asunto lo incomodaba. Dio tres vueltas por el salón antes de sentarse detrás de su escritorio. Me observó en silencio, y se rascó una de sus patillas. No sabía por dónde comenzar.  Y en ese instante recuerdo que pensé:
 ¡Dios mío! ¡Quizás Velika es su hija y esa mujer muerta, su amante! Por eso le manifesté sin quererlo, en un tono agresivo.

- No quiero que me ocultes nada, ni que me trates como a un desahuciado al que debes comunicarle que le quedan pocos meses de vida.


- Helena, no es mi intención tratarte como a una tonta- me respondió perplejo por mi actitud- entiendo que Inga te habrá contado cosas terribles sobre el comportamiento de Irina. A pesar de eso, espero que aceptes mi palabra de médico y de esposo, la enfermedad que tuvo no puede contagiarse en un embarazo.

- Entonces... ¿Por qué Velika no puede alimentarse, como cualquier niño?

-Precisamente estoy tratando de establecer, con otros colegas, cuál es el motivo que no supere el tipo de alimento que recibía cuando estaba en el vientre de su madre.

- Dices que como Irina bebía sangre, ella estaba acostumbrada a recibir sangre, lo hizo durante los nueve meses ¡¿Te das cuenta de lo abominable que suena la mera idea, de que nunca lo supere?!

- Querida, protegeré a mi niña siempre y a ti también. Ambas son lo que más amo en este mundo.

No deseaba que empleara su responsabilidad paterna para  justificar todo lo me ocultaba, y aunque lo intentó, no permití que cambiase de tema.

- Dime ¿dónde la conociste? ¿Y por qué la llevaste lejos de su hogar para dar a luz?

Mi marido sonrió, seguramente mis sospechas de infidelidad fueron leídas en mi mirada.

- ¿Crees que tenia alguna relación intima con ella? Bueno, si éramos íntimos. Pero no como tú crees.

Suspiré nuevamente, ya sin ocultar mi enojo; si tenía preparados, varios argumentos masculinos, para excusar su infidelidad, no le iban a ser útiles.

-Irina era hija de un gran amigo de mi padre- comenzó diciendo- Mi padre había sido siempre el doctor de la familia, y cuando se presentó su enfermedad fui llamado.

Se detuvo un instante, pasó su mano por la frente y viendo que no podía retrasar más su confesión, prosiguió diciendo:

 -Imagina a una chica saludable, bonita y feliz; que regresa de su viaje de luna de miel. Todo es perfecto, para ella; se casó con un hombre que la ama y les han confirmado la noticia de que serán padres. Pero, esta dichosa pareja decide cambiar la ruta, para conocer algunos castillos medievales. Sin saber que el cambio de camino transformaría el viaje feliz, en una tragedia.

Mi esposo, a pesar de su experiencia con las calamidades del mundo, tuvo que servirse un vaso de agua para poder continuar con el relato.

- Sufrieron un asalto durante el trayecto de retorno a su país. Eso sucedió cuando tenia apenas unos tres meses y medio de embarazo. No fue un simple asalto. Ocurrió de una forma monstruosa. Destrozaron a su esposo, al cochero e incluso a los caballos. La hallaron al alba, llorando y gimiendo, en un páramo. Unos gitanos que pasaban por el lugar consiguieron que dijera su nombre y de dónde era. Ellos la llevaron hasta la residencia de sus padres.

Un escalofrío subió por mi espalda hasta sacudir mi nuca; en mi mente reviví el funesto viaje de Irina. Una mujer que iba a dar una noticia tan grata a sus padres. La alegría de un nieto; una mujer enamorada y feliz junto al hombre que amaba. Y de pronto se encontró con toda su felicidad destruida.

-Los días siguientes, el comportamiento de Irina era esperable. Una joven que había sufrido semejante golpe del destino no iba  a sobreponerse sin ayuda. Sus padres cuidaban con cariño de ella, sin embargo, era tan terrible lo sufrido que suponían que su hija, nunca volvería a ser la misma de antes.

Mi esposo se levantó del sillón, y otra vez, dio nervioso unas vueltas a mi alrededor. Se mantuvo en silencio, sumido en sus recuerdos o evaluando que debía contarme y que debía reservarse.

- ¡Dime, por favor, que sucedió después con Irina!-insistí

- Su primer comportamiento era el de cualquier victima ante semejante trauma. No podía dormir, se negaba a comer. Por las noches gritaba e intentaba huir de su cuarto. La pobre revivía el suceso en su mente todos los días. Su tío, que también es médico, y su padre consideraron la idea de internarla pero su madre se negó. Continuaron cuidándola y soportando sus desvaríos. Cuando me llamaron, para evaluar el estado de su embarazo, ella ya tenía unos cinco meses de gestación, y la criatura crecía sin problemas.

Mi marido regresó a su asiento, y esta vez cambió el agua por una medida de vodka.

- Entonces, me enteré de su inexplicable conducta: no comía, lo que normalmente llamamos alimento. Le daban de beber sangre de cabras, desde que una noche la habían encontrado succionando el cuello de uno de los animales del establo. A pesar de ello...Irina no se conformaba con sangre animal.
 La frágil mujercita poseía una fuerza brutal y se había escapado en medio de la noche rompiendo el cerrojo de la puerta de su habitación. Dos sirvientes de la casa fueron encontrados muertos; al principio no tenían idea que sucedió con el primero pero, el segundo pudo gritar, y el chofer vio como la hija de su amo se había transformado en un monstruo. Lo había atacado en su cuarto, increíblemente lo azotó desmayándolo contra la pared y bebió su sangre hasta dejarlo impávido.

No pude evitar apretar los nudillos de mis manos ante semejante horror. Mi esposo no necesitaba aclararlo, Irina estaba totalmente loca. De esas locuras violentas y peligrosas.

-¿Por qué no la llevaron a un hospital?-le pregunté.

Me parecía lo más razonable y no entendía, por qué mi marido no persuadió a la madre de internarla inmediatamente. Una mezcla de penoso fracaso y tristeza acompañaron sus palabras.

- Si hubieses conocido a Irina, antes de los negros sucesos que transformaron su mente, entenderías por que nadie deseaba que terminara encerrada en un hospicio.

 Extendió su mano, como pidiendo mi compresión, estaba claro que en su interior, tanto el padre como el médico, todavía luchaban por aceptar el resultado de las decisiones tomadas.

-Helena, ahora eres madre ¿tú le harías eso a tu propia hija?

Moví mi cabeza negando. Conocía bien los hospitales para enfermos mentales; son solamente un lugar donde deshacerse de los seres humanos que molestan. Muchos infelices de buena familia eran abandonados por sus parientes cuando no podían entender que les sucedía y su comportamiento, no era el adecuado, para convivir en  sociedad.

- No era locura lo que se rumoreaba sobre la salud de Irina- prosiguió diciendo- estaba endemoniada era lo que todos sentenciaban, y el sacerdote de la familia hizo un intento fallido de exorcismo.Pero tú sabes, que un poseído debe ser denunciado al Vaticano. El chisme hubiese corrido por toda la zona despertando a los fanáticos religiosos, y en el caso de Irina, es muy probable que la hubiesen llevado a la hoguera tal como se hacia en la Edad Media.

- Entonces, te la llevaste de su casa a pedido de su familia.

- Me la llevé para proteger la criatura inocente que estaba en su vientre. Y para ser honesto contigo, me la llevé sin avisarle absolutamente a nadie.

No pude evitar la sorpresa ante el arrojo de mi marido. Había secuestrado a la joven e un intento de salvarla...y mi niña había nacido de esa madre sumida en la demencia.

- ¿Su familia sabe del nacimiento de Velika?

- Helena...ya no existe la familia de Irina.

- ¿Qué quieres decir?

-La noche que me llevé a Irina, todos y cada uno de los miembros de la casa estaban muertos.


Los ojos se me llenaron de lágrimas, tuve que hacer un gran esfuerzo para contenerlas. Mi amado compañero me conocía bien y de inmediato se dio cuenta que era demasiado para una conversación.
Se inclinó y me besó la frente y los labios; en otro momento, si era necesario, me contaría otros detalles del destino de Irina. Prefirió atenuar mi aflicción comunicándome la noticia que tenia reservada para la cena. Un viaje familiar.

- Creo que Velika ha crecido lo suficiente como para acompañarnos hasta la ciudad de Viena.

No pude evitar una sonrisa de agradecimiento. Necesitaba alejarme de la casa y de los fúnebres pensamientos que me acompañaban diariamente. A nuestras espaldas teníamos una historia de horror, pero nosotros éramos el presente y futuro de la niña. Su nueva familia, su única familia, con la fuerza de nuestro cariño borraríamos el espanto. En ese momento, me sentía tan tranquila junto a mi marido, que no se cruzó por mi cabeza que podía estar equivocada.


Continuará...




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Velika 2015  Argentina Autor: Adriana Cloudy © Todos los derechos reservados