En esta
sección se encuentran mis cuentos más escalofriantes, si eres un poco sensible
lee con cautela. No puedo ser responsable de la maldad desatada en cada una de las
historias,simplemente trasmito lo que me contaron sus protagonistas.
La calle
Todos evitamos, por la noche,
utilizar una calle precisa que cruza por medio del barrio. Se ahorra mucho
camino, pero es seguro que termines asaltado o golpeado. En esa calle se reúnen
personas de mal vivir dispuestas amenazarte con un arma para robarte lo qué sea
que lleves puesto. Sin embargo la calle “Libertadora”, así es su nombre, posee
otras historias en las cuales pocos creen ; sólo los mayores aseguran que son
ciertas.
Se dice que ahí juegan al fútbol
los demonios, que ahí puedes cruzarte al mismo diablo cuando sale del infierno
para hacer un recorrido por la tierra. Siendo sincero la más verosímil de esas
leyendas seria que los transeúntes suelen
desaparecer por las noches para ser ofrecidos en rituales satánicos.
A pesar del posible riesgo, mi
amigo Eduardo y yo, estamos demasiados cansados cómo para tomar el trayecto
largo.
-No se ve a nadie. Apuremos el
paso y en un rato estamos en casa. ¿Venís?
-¡Entrar por esa calle! ¡Ni
loco!-me responde Eduardo
Por suerte consigo convencerlo,
las supersticiones no me harán caminar el doble.
Eduardo va pegado a mi lado mirando, cada
tanto, hacia atrás. Nervioso lleva las manos en los bolsillos de su abrigo, con
el rostro pálido y apretando los dientes.
-No pasa nada Eduardo, con éste frío
¿quién va andar en la calle?
La suerte parece empeñarse en
desaparecer cuando más la necesitas. Justo en diagonal, vemos tres sujetos.
Apenas los ilumina la luna, tienen algo en sus manos, unos hierros o unos
palos.
Seguimos caminando con la cabeza
gacha mirando el piso. Nuestras sombras se estiran tomando forma de fantasmas
sobre la vereda. Enseguida el sonido de nuestros pasos se intensifica, y nuestras
sombras dejan de ser dos para convertirse en cinco.
-¡Corre Eduardo!-le grito a mi
amigo, tironeando de su brazo derecho.
Ahora puedo verlos bien, los tres
sujetos que nos persiguen llevan una especie de machetes. Corremos en línea
recta, una calle, dos calles, cuatro calles sin doblar en ninguna esquina
temiendo que sea más fácil perdernos. Trato de ordenarle a mi cerebro que
acelere mi velocidad, que bombée más sangre y me ayude a escapar.
Eduardo histérico se ríe como
loco. Me lleva la delantera.
-¡Saltemos esa reja!- y me señala
una casa abandonada.
Encerrarnos en una vieja
vivienda. Seremos fácilmente acorralados, descuartizados y quemados en alguna
ceremonia de magia negra.
-¡No quiero entrar en esa casa!
Pero Eduardo ya saltó y me hace
señas para que trepe. Nos metemos agitados dentro de la casa.
-Seguro nos vieron- le
digo-entraran y nos mataran
-No, no pudieron vernos-replica
riendo-qué susto ¿verdad? , estuvo buenísimo.
-Cuando estemos lejos de este lugar
será buenísimo-le respondo con la respiración entrecortada. Realmente estar ahí
adentro tampoco me agrada.
- Mejor vamos a tratar de salir
por atrás.
-Mirá. Se quedaron en la calle. No
van a saltar para entrar.
Me acerco a la ventana y ahí
están, los tres sujetos con sus armas en las manos, observando fijamente pero
sin intentar ingresar.
- Les da miedo
- ¡Eduardo no seas tonto! Dudo
mucho, que esos locos tengan miedo de algo.
-Tienen miedo de mí-me dice
Eduardo
Cambia el sonido de su risa. Sus
ojos se vuelven de un color rojo intenso y se desfigura su cara a la de un
monstruo horrendo, un demonio. Ese demonio que nombran las viejas en sus
historias. Me sujeta del cuello y mi mejor amigo me arranca con sus espantosas
garras, la yugular.
FIN
Autor: MenteImperfecta ©
Adriana Cloudy
Todos los derechos
reservados.
Clarisse
El pequeño robot, después de casi dos años de trabajo, estaba
terminado.
Media unos 45
centímetros y pesaba apenas un kilo y medio; el tamaño
que permitía a cualquier niño manejarlo sin dificultad. Lo cubrió cuidadosamente con el traje
suave de pelos color miel, que le brindaba el aspecto adorable de un oso de
peluche.
El robot cumpliría la doble función de compañero de juegos y de
cuidador virtual, era un complejo diseño, equipado con una cámara que grababa
las 24 horas. Hasta se había logrado que girara su cabeza en 360 grados, permitiendo que un lente de gran alcance filmara cada movimiento de la criatura.
Se mantenía conectado
a una computadora en el hogar del pequeño, grabando todo en una memoria interna
y ante alguna señal de peligro se contactaba enseguida con el hospital o la jefatura de policía.
El oso-robot vigilaba
constantemente al niño cuyo rostro se hubiese programado previamente. El
ingeniero en sistemas estaba mas que conforme con el trabajo realizado por el
equipo de robótica. El robot podía caminar y seguir por toda la casa al menor e incluso
obedecerle pequeñas ordenes.
Ahora debía probarlo, y quién mejor que un niño para
comprobar que realmente servia. Su propia hija, de cinco años de edad, pondría
a prueba la resistencia del robot.
La pequeña recibió
entusiasmada la llegada del osito nuevo.
- Clarisse, elijamos una clave para despertar al oso- le
propuso su padre.
- ¡Yo! ¡Yo quiero elegir la palabra! - exclamó contenta y
levantando en alto la mano, para asegurarse que su papá aceptara la petición
- Muy bien, será un secreto. Dímela al oído- le dijo
CLAVE INGRESADA: xiaoxious
Una palabra inventada, que su padre escribió instintivamente
con equis, pero que servia de clave.
Clarisse aplaudió feliz al comprobar que el oso la seguía, y
que además podía sujetar objetos pequeños, como sus lápices de colores.
A las diez de la noche, el ingeniero, extrajo la memoria del
robot, y comenzó a ver el día de Clarisse. Un tranquilo almuerzo, algunas horas
de televisión y la visita de su amiguita Karen. Aparentemente, el oso, no había
asombrado tanto a la otra niña cuando Clarisse se lo enseñó.
Las dos se pusieron a dibujar, y entonces su hija se acercó
al robot y le susurró algo. Su padre levantó el volumen de los parlantes para
escuchar mejor:
- Quítale los ojitos a Karen- le dijo su hija al robot.
Luego levantó una hoja con un dibujo. Era la ilustración,
aparentemente de una niña sin ojos, que hasta tenia la clave de seguridad
escrita en el papel.
- Así mira...- susurraba su hija y señalaba su dibujo- Ve y
quítale los ojos.
El robot permaneció quieto. La niña apretó sus labios
haciendo trompita con su boca. Insistió con la orden pero no conseguía que el
oso la obedeciera. Salió corriendo hacia la cocina y en puntas de pie, abrió un
cajón y extrajo un cuchillo.
- Ten sujeta con fuerza esto- le dijo al robot.
El robot cerró su mano sosteniendo el cuchillo. La voz de su
madre llamándola hizo que Clarisse le quitara el cuchillo y volviera a
colocarlo dentro del cajón.
- Vamos- le dijo la niña al oso- Lo intentaremos otro día.
Cerró la ventana del reproductor de video. El padre se quedó
largo rato en silencio observando al oso sentado sobre el escritorio. Sólo la
voz de su esposa lo hizo reaccionar al preguntarle si ella podía ver las horas
de filmación.
- No...parece que la cámara no funcionó- se excuso- creo que
algo se rompió.
- ¿Enserio? Me pareció escuchar la voz de Clarisse jugando.
- Era un archivo viejo que tengo en la computadora.
- Entonces vamos a cenar.
- Si vamos a cenar. Mañana me llevaré al robot para que le hagan
varios ajustes.
Antes de apagar la computadora, el ingeniero, borró el
video.
Fin
Ella insistió tanto que no podía negarme. Debo reconocer que
también tenía ganas de verla en persona. Todas las noches compartimos nuestros
gustos, y nos reímos de los mismos chistes.
Seis meses desde que la sumé a mis amigos; ella es una de
esas personas entretenidas con la que puedes chatear sin aburrirte.
Luce bonita en sus fotografías, es educada, inteligente y
con una bella sonrisa. Su aspecto me es irrelevante; tengo pareja y me siento feliz,
pero me agrada poder contar mis sucesos cotidianos a alguien fuera de mi ámbito. Como a todos los que usan
las redes me pone de excelente humor, tener un desconocido del otro lado; para
relatarle mis logros y problemas. Un desconocido que demuestre interés en mis insignificantes acciones. La mínima
conversación con ella siempre me hace sentir mejor.
Y ahí está, ya la veo acercarse. Esbelta, bien vestida
camina con una paso alegre y me sonríe.
Si, es ella de carne y hueso. Mi amiga de Facebook.
Escuchar su voz me estremece y mentalmente me repito, le
hablaré de mi novia para que no piense que tengo un interés amoroso con ella. Y
ella, despreocupara ríe mientras habla. Tiene una risa deliciosa, casi
comestible.
Yo quiero a mi novia. Yo
quiero a mi novia, lo tengo grabado en mi mente y en mi corazón.
¿En mi corazón?
Ahí se guardan mis
conversaciones con una desconocida que ya no lo es.
Me pregunta a dónde podemos ir, me aclara que cualquier
lugar estaría bien. Casi sin pensarlo respondo:
-¡Vamos a mi casa
para que veas mis discos!
Ella acepta y me siento feliz como un niño. Yo quiero mucho
a mi novia, es agradable, me tiene paciencia, es simpática, bonita y no es
celosa.
Llegamos a casa. Mi amiga se sienta en un sillón rojo que
está contra una pared. Sé perfectamente cuales son sus gustos, hablamos de
tantas cosas distintas cada noche; hasta reconozco que es un alivio hablar con ella, después de un día agotador. La veo
conectada y me siento mejor.
Voy a la cocina a preparar café y sin querer pienso, que su
piel huele deliciosa, casi comestible.
Me permitiría tocarla estoy seguro. Seguro que le gusto pero
no puedo hacerlo.
No debo. Si quisiera podría
acariciarla y ella no se molestaría.
Regreso con el café, mi amiga no está en el sillón. La
llamo, ¿tal vez se fue al patio? le gustan las plantas.
No está. Se marchó sin decir nada. Se asustó al verse sola
conmigo.
Voy a la puerta, sigue cerrada con llave y la llave está en
mi bolsillo.
Otro lugar donde puede ir, es mi habitación. La llamo nuevamente,
y no contesta. Mi habitación, mi cama, su risa, su piel...
Yo quiero a mi novia
me repito, pero me gusta la risa de mi amiga de Facebook, me gusta contarle
cada noche sobre mí, contarle lo que hice.
¡Yo quiero tenerla! declara
mi mente sin que me de cuenta.
Voy a mi cuarto y
ella no se encuentra ahí. ¡El baño! ¡Pero qué estúpido!, seguro fue al baño.
Golpeo la puerta, no responde y no me queda otra opción que abrir.
Y ahí estaba.
Su cabeza atada por el cabello, colgando del grifo. Su
cuerpo yace apoyado contra el inodoro. La sangre del hueco que dejó la
cercenada cabeza derrama sangre; corre por sus hombros trazando un camino rojo
que baja lentamente por su escote.
Sobre ella hay una nota. Un papel manchado de rojo que dice:
“Mi vida tu sabes que no soy celosa, puedes agregar a Facebook
a todas las chicas que quieras. Pero conocerlas personalmente no. Te veo luego
y no te preocupes limpiaré el desorden.
Tú mi amor sonríe, que me gusta mucho cuando sonríes.”
FIN
AUTOR: MenteImperfecta © Adriana Cloudy
TRES HERMANAS
Que las tres vivieran tan lejos
del resto del mundo había sido una decisión familiar. Sus progenitores lo habían
planeado desde antes que ellas nacieran. Opinaban que nada sería demasiado
costoso con tal de evitar, que algo o alguien, en éste mundo repleto de
infamias, pudiese contaminar sus
inocentes almas...
ESTE CUENTO FORMARÁ PARTE DEL LIBRO: TENEBROSOS relatos
AUTOR: MenteImperfecta © (
Adriana Cloudy)
Todos los derechos reservados
Esperando el perdón
Sentía una gran tranquilidad en
su nuevo departamento. La soledad es una buena amiga cuando llega cargada de
libros por leer. Un año transcurrió de la ruptura con su pareja. Le resultó
difícil aceptar que la persona quién había sido su pareja durante tanto tiempo hubiese
dejado de amarla.
En la ruptura la había maltratado física y
espiritualmente, pero ahora era dueña de si misma. No tenía otra necesidad, mas
que pensar en su trabajo y en sus nuevas amistades.
Hasta que una mañana la llamaron
por teléfono. Era la madre de su ex pareja, un accidente en la calle había
destrozado la columna del joven. El hijo de la desesperada mujer agonizaba y
clamaba en medio del dolor por la presencia de su ex novia.
—Mi hijo pide que vayas a
perdonarlo— le rogó.
—Nosotros hace mucho tiempo que
dejamos de hablarnos y señora...
Enmudeció buscando algo acertado para decir, pero se limitó a un simple: — Lamento la situación ojalá que mejore su salud.
Enmudeció buscando algo acertado para decir, pero se limitó a un simple: — Lamento la situación ojalá que mejore su salud.
Aunque la madre insistió no
consiguió que ella acudiera al sanatorio. Unos amigos en común le dijeron que
el muchacho, estuvo una semana aferrándose a la vida a pesar del dolor. Lo
extraño es que pidiera por su presencia; ni siquiera se habían cruzado una vez, desde que estaban
separados. Cada uno se dedicó a su
propia vida. Por supuesto recordaba las últimas peleas: Él, llamándola
solamente “mujer”, cómo si pronunciar su nombre le fuese desagradable y
suspirando fastidioso, cada vez que ella, intentó mantener una conversación conciliatoria.
Lágrimas. Noches sin dormir; gemidos provocados por un dolor en el corazón; el vacío; los días sin comer y muchas más lágrimas. Sólo ella sabia lo que le había costado reponerse de eso.Hasta que su ex escribió un pequeño mensaje pidiendo perdón y así terminó todo.
Lágrimas. Noches sin dormir; gemidos provocados por un dolor en el corazón; el vacío; los días sin comer y muchas más lágrimas. Sólo ella sabia lo que le había costado reponerse de eso.Hasta que su ex escribió un pequeño mensaje pidiendo perdón y así terminó todo.
Se fue de su vida e inesperadamente se fue del mundo.
En medio de la noche la despertaron
unos golpes en la pared. No les hizo caso y continuó durmiendo. Por la mañana
los golpes se repitieron y en la noche
se intensificaron. Fue directo a quejarse al departamento de su vecino, vivía
una pareja de ancianos que le dijeron:
— Aquí nadie golpea y
no hemos escuchado ningún tipo de ruido durante la noche.
El cuarto día, harta del insistente sonido de los golpes , se acercó al muro. Apoyó su oreja contra la pared tratando de adivinar de cuál vecino se trataba.
— ¡Basta deje de golpear, por favor! ¿No
tiene otra cosa mejor que hacer?— gritó ella.
—Perdóname— respondió una voz
que provenía del muro.No del otro lado, sino del interior de la pared.
Una puntada atravesó el estómago
de la mujer al reconocer la voz de su ex novio. Lentamente comenzó a distinguir
su rostro en la pared, y unas pequeñas manos que sujetaban el cuerpo mutilado
del muerto.
—¿Necesitas mi perdón para
descansar en paz?— murmuró, acercándose a la pared.
—Perdóname—repitió el espectro
atrapado en la pared.
—Lo pensaré— contestó ella con la respiración entrecortada.
El muro comenzó a segregar un
hilo de sangre que formó un pequeño charco sobre el piso. Esas pequeñas manos
desmenuzaban las entrañas del muerto en forma salvaje; el joven se retorcía en
medio de un grito mudo, era un horrible espectáculo. Cuando terminaron su
trabajo, las entrañas volvieron a formarse. En pocos minutos sólo quedó como
testimonio del horrible tormento una mancha en el piso. Miró unos segundos el
charco de sangre y consternada exclamó:
—Iré a comprar productos de limpieza.
Si todos los días te someten a un desmembramiento, mejor tener con qué limpiar.
Así, ella se acostumbró a su nuevo
departamento y al sonido diario de aquellos golpes en la pared, de un hombre
esperando el perdón.
FIN
Autor: MenteImperfecta ©
Argentina 2014
Sin Vitaminas
Florencia llevaba instalada dos semanas, en la casa de sus
tíos. Adoraba pasar las vacaciones con ellos. Sus padres la dejaban en ése
hogar cuando era pequeña, dónde la colmaban de cariño y atenciones. Las visitas
se postergaron por unos años, debido a que Florencia se dedicó a su carrera de
nutricionista. Con suma dedicación y esfuerzo obtuvo su titulo de Licenciada en
Nutrición. Nuevamente, ahora, disfrutaba de sus vacaciones rememorando los
veranos felices de su infancia; otra vez gozaba de la compañía del tío Cecilio
y la tía Graciela quienes por problemas de salud, nunca tuvieron hijos propios.
Por eso Florencia era su sobrina consentida, y ella deseaba sobretodo
compensar el amor recibido durante tantos años.
Apenas llegó al hogar de sus parientes, se hizo cargo de la
cocina. Prometió ocuparse personalmente de que comieran rico y saludable. Sus
tíos estaban obsesionados por la buena salud y tomaban diariamente diferentes
suplementos vitamínicos. Pero su sobrina tenía nuevos planes en la dieta.
-Basta de ayuda artificial. Un cuerpo necesita una dieta
equilibrada y una buena variedad de vegetales. Es la mejor opción para sentirse
bien- les aseguró la joven.
Cecilio y Graciela aceptaron con gusto los cambios que
propuso su sobrina favorita. Almuerzo y cenas se disfrutaban en familia con
exóticas ensaladas y postres frutales preparados por la muchacha y enseguida
los frascos con pastillas de vitaminas, fueron desechados.
Una mañana, Florencia atendió el teléfono. Se trataba de la
secretaria del médico de sus tíos.
-Buenos días señorita. Llamo del consultorio del doctor
Romero, para avisar que la fórmula de vitaminas de los pacientes no ha sido
retirada todavía.
Florencia le informó que sus tíos, habían decidido renunciar
a los aportes nutritivos artificiales:
-Sucede que mis tíos han decidido cambiar por otro tipo de
dieta. No creo que regresen a buscar la medicación- le dijo
-¡Eso no es posible! ¡Ellos durante años han estado
supervisados por el doctor Romero! Replicó la asistente, sorprendida y nerviosa
del otro lado del teléfono.
- Espere un segundo. El doctor le explicará.
Florencia suspiró molesta y esperó en el teléfono pensando
en su interior:
“Parece que se le acabó el negocio al doctorcito.”
-Señorita ¿Quién es usted?- interrogó un hombre con voz
grave.
-Soy la sobrina de Cecilio y Graciela. Además soy
nutricionista.
-Hace dos semanas que sus tíos están sin su medicación.
- Ya no les hace falta. Tienen una dieta bajo mi estricta
supervisión.
El doctor, se quedó en silencio unos segundos y luego, le
preguntó:
-Entonces, usted ¿no tiene miedo de las consecuencias de
éste súbito cambio?
-¿Qué consecuencias? No hay ningún malestar en ellos, se
siente perfectamente bien.
Respondió Florencia
-Escuche con mucha atención- ordenó el profesional del otro
lado del teléfono-. Sus tíos tienen un extraño síndrome. Una especie de virus
que sólo se controla con un suplemento muy especial de hierro, para inhibir una
ansiedad poco usual en los seres humanos.
-¿Una ansiedad? Disculpe doctor, pero su argumento parecen
las patrañas de un vendedor de fórmulas mágicas.
-¡Señorita, sus tíos son caníbales!
Florencia no escuchó lo último que dijo el médico. Una mano
la sujetó con fuerza por el cabello y la arrojó al piso con violencia.
Inmediatamente sintió unas dolorosas mordeduras en sus brazos y piernas. Un insoportable
dolor estremeció todo su cuerpo. Era el dolor producido por el desgarro de su
carne. Los tíos se devoraban salvajemente a su querida sobrina.
FIN
Autor: MenteImperfecta © Adriana Cloudy
1 comentario:
Me gustaron tus cuentos... menos los últimos dos...soy muy honesto ... quizás demasiado... perdón...tenés talento...me gustaría leer más cosas tuyas...adelante y seguí trabajando...💪🏻💪🏻💪🏻💪🏻
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