Les presento, el primer capítulo de un nuevo libro en el que estoy trabajando. Espero que les guste la historia.
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Capítulo 1
Nunca es tarde para encontrar
tu propio gato
Aceptas que estás solo, cuando reconoces que te agrada ver la suave danza del humo sobre una taza de
café caliente. Sin llamadas que responder ni amante a quien preparar el
desayuno, tenía claro que presenciar esa tibia danza cada mañana era un pequeño
placer adherido a las palabras: Mujer soltera.
Los vestigios de la adolescencia se habían marchitado para dejar lugar a
una casi treintañera que continuaba llena de temores e incertidumbre. Porque
eso a lo que muchos llaman: “madurez”, no se alcanza en ninguna estación
determinada; no hay otoño ni primavera que te transforme con hojas o flores
nuevas, tampoco existe una etapa en la vida en la cual puedas convertirte
mágicamente en un guerrero invencible.
Al cumplir veinticinco se vio
rodeada de amigas que cargaban bebés y se quejaban de la tapa levantada del
inodoro. Dejó de envidiarles las escasas horas de sueño y la habilidad para cargar
seis bolsos a la vez, cuando esas amigas tan felizmente casadas, no podían
parar de hablar de otra cosa que del torbellino familiar y de la desconfianza,
muchas veces injustificada, hacia sus maridos.
Al principio no creyó que las vidas matrimoniales afectarán los mutuos recuerdos
universitarios, pero sucedió ineludiblemente ante las nuevas responsabilidades
de sus ex compañeras. Luego de fallidos intentos por lograr que los viernes
fueran: Noche de chicas, dejó de realizar visitas y de enviar mensajes que, con
un poco de suerte, eran respondidos con risueños stikers. Ninguna de aquellas
amigas volvió a llamar para preguntar cómo se encontraba. Cada una siguió con
su vida sin extrañarla, y la vida de Angie, se estableció alrededor de sus
gustos personales; los mismos gustos de su época de secundaria, y no se
avergonzaba ni se reprochaba aferrarse con uñas y dientes a ellos.
Por ejemplo: La idea de descartar el uso de camisetas negras con logos
de bandas de rock no era discutible. Cuando le sugirieron que ya había pasado
la edad de usar ese tipo de atuendo, luego de revisarlo mentalmente, entendió
que no estaba hecha para vestirse como una elegante damita. Las zapatillas, los
jeans desflecados y camisetas rockeras estaban adheridos a su personalidad.
Sin embargo, aunque quisiera mantener el espíritu rebelde, los años
habían amortiguado sus impulsos de libertad. Poseía los medios para ir a dónde
quisiera pero, terminaba eligiendo seguir en la misma casa, pasar los sábados
viendo televisión y evitar lo más posible a cualquier persona que la abrumara
con problemas. No había sueños porqué luchar, porque ya los había descartado
uno a uno y no sabía cómo recuperarlos.
Un enorme milagro debía suceder para ponerle un poco de condimento a esa
vida de Angélica que se cocinaba a fuego lento y ya comenzaba a pegarse a la
olla.
Para los humanos los milagros son trascendentes y admirables, para el Universo son pequeños y cotidianos, casi
siempre efímeros pero efectivos. Y una mañana encontró exactamente lo que
necesitaba…Un compañero guapo, sensual, bastante orgulloso en el buen sentido y
cuando no lo acosaban demasiado, podía decirse que hasta tenía un lado
cariñoso.
En una esquina dormitaba bajo el sol, parecía recuperarse de una mala
noche.
Angie se detuvo y lo observó varios segundos. Se topó con él y notó que
a pesar de su aspecto todavía respiraba. Lo habría ignorado y hubiese seguido
su camino hacia la feria si no fuera porque se había olvidado los auriculares;
incluso si hubiese notado desde lejos el bulto en la esquina habría cruzado
enfrente, pero fue todo un imprevisto. Angie acomodó torpemente la bolsa de las
compras sobre su hombro, y lo levantó del piso con cuidado. La remera de Sex Pistols sufrió la primera
consecuencia de tratar con un desconocido. Los pelos blancos se adhirieron al
instante. Angie no lamentó su acción, enternecida por la suavidad del felino,
ni prestó atención al ingrato destino de su remera favorita; por su parte, él
abrió los ojos se aferró al hombro de Angie y se dispuso acompañarla a la feria
sin demostrar ningún tipo de temor.
Había comenzado a tejerse un lazo entre los dos.
Fue bautizado con el sensual nombre de Valentino. Enseguida las
remeras negras perdieron su liderazgo en el vestuario de Angie y comenzaron a
permanecer en el ropero. Valentino era totalmente blanco a excepción de su cola
y sus dos orejas que eran de color negro. Cuando la camiseta de Queen también se vio afectada. Angie
decidió escoger otros colores de ropa. Y ese fue el primer triunfo de
Valentino, sin intenciones de ser una conquista territorial que anticipara grandes
cambios en la casa; simplemente se trataba de adaptación mutua.
El joven gato fue esterilizado, como otra parte de esa adaptación. Angélica
meditó bastante, sobre si en su decisión de llevar al pobre felino al
veterinario, no se estaba vengando de otros machos con los que se había cruzado
en su vida. Sin embargo, el profesional, la felicitó por evitarle a su mascota
una serie de luchas por hembras que solo le atraerían heridas, enfermedades y
convertirse en el padre de cientos de bebés gatitos con un incierto destino.
Más o menos así, comienza la historia de Angie y Valentino. Es una
historia que se repite en distintos lugares y en distintas épocas: Una chica y
su gato, claro que Valentino no era cualquier gato y Angie estaba a punto de
descubrir que ella, tampoco era tan común como pensaba.
Continuará...
SECRETOS EN LOS BIGOTES DE UN GATO
UNA NOVELA DE ADRIANA CLOUDY
TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ©
ARGENTINA 2017
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