Mensajes para un gran amor
CAPITULO VII
CAPITULO VII
TIEMPO PERDIDO
(cuarta parte)
Sor Inés fue conducida por Teresa hasta el invernadero donde en ese momento, Ester, disfrutaba observando el progreso de sus cultivos florales. Así la encontró la monja, con un mameluco y guantes, regando varias macetas.
-¡Qué diferente se ve la casa
doña Ester! -saludó alegremente la religiosa.- ¿Cómo se encuentra usted? Por lo
que veo bastante ocupada.
-¡Hermana Inés, me extrañaba que no viniese a visitarme!-respondió la dueña de casa y acompañó sus palabras dando un beso en cada
mejilla de sor Inés.- Vio los cambios que he realizado en la mansión ¡La
casa revive!-afirmó sonriente doña
Ester.
-Sus rosas crecen rápidamente-
observó la monja.
- Porque las cuido con mucho
amor. Las plantas perciben el afecto que les brindamos.
-Pronto tendrá una hermoso
jardín-dijo Inés admirando la gran cantidad de macetas.
-Si Dios quiere, para la
próxima primavera, mis jardines estarán tan coloridos como cuando era una niña.
Por suerte, el buen humor de la
anciana favorecía a la misión encomendada por la madre superiora a Sor Inés.
-Mi visita de hoy es en
representación de todo el convento -le informó la religiosa.
-Dígame sor Inés, ¿en qué puedo
ayudar?- exclamó un poco sorprendida .
-Hemos pensado en organizar un festival de música, para recaudar fondos en
beneficio del nuevo orfanato.
-¡Pudieron abrir finalmente ese
hogar para niños! ¡Qué buena noticia sor Inés!- exclamó con alegría la venerable dama.
-Si. Gracias a la Virgen Maria que nos
iluminó. Pero se necesitan muchas cosas para seguir adelante y por eso creemos
que el festival ayudará a conseguirlas.
-Por supuesto que colaboraré, le
pediré mi chequera a Teresa y...
La religiosa la interrumpió con
un ademán y una sonrisa. Con un tono de voz, solemne y respetuoso, dijo a la anciana:
-No queremos pedirle dinero doña
Ester. Si fuese posible deseamos algo más personal.
-¿Personal?-preguntó sorprendida
la venerable dama.
¿Algo personal? ¿Qué significaba?
¿Querían realizar el festival en su casa? No, eso era imposible. Pedir
semejante cosa era demasiado atrevimiento ¿Qué sería?
-Deseamos invitarla a participar
en el festival. Tocando el piano-exclamó la monja y continuó con
entusiasmo-¡El festival tendrá mucha publicidad! La hermana Felicitas se
ocupará de todo.
-Pero... ¿cómo participar? yo...-dijo
Ester un poco confundida.
¿Les interesaba a ellas, que una
abuela suba al escenario? El público seguramente, sería todo el pueblo. Ese
pueblo que su padre hizo crecer. La familia Molinari no participaba de eventos
sociales, desde que ella cumplió sus veinte años.
-La madre superiora y me incluyo, admiramos sus interpretaciones en piano- dijo Inés y agregó con cierta timidez- seria un honor contar con su presencia en el escenario de nuestro festival.
-La madre superiora y me incluyo, admiramos sus interpretaciones en piano- dijo Inés y agregó con cierta timidez- seria un honor contar con su presencia en el escenario de nuestro festival.
Inés siguió contando animosamente sobre el evento,era un torbellino de
palabras:
-Estará presente nuestro coro, la
hermana Frida es una magnifica soprano. También participará ¡un coro de niños!
un cuarteto de cuerdas y un conjunto de flauta traversas vendrá de la capital.
-¿Yo tocar frente a un público?-
Ester con solo imaginarlo se sentía dentro de un sueño.
-Es usted una gran pianista-
afirmó con devota sinceridad la religiosa.
-Tocaba siempre en los cumpleaños
de papá, frente a sus amigos. Me hubiese gustado presentarme en teatros. Me quedé en el pueblo al terminar mis
estudios y mi posible carrera como
pianista se esfumó cuando elegí mis
responsabilidades como hija.
Interiormente, Ester se culpaba.
Su gran habilidad para tocar el piano permaneció escondida entre las paredes de
su casa. Ella era la única responsable de la destrucción de esos sueños.
-La gente estará encantada de
poder oírla, Ester-aseguró Inés con una sonrisa.
Había escuchado varias veces a Ester Molinari,
cuando visitaba la mansión. Era una intérprete impecable en la ejecución de sus
conciertos. A pesar de su edad todavía sus manos corrían ligeras y suaves como
mariposas, sobre las teclas del piano.
- Debería ensayar varias piezas. Piezas bastantes conocidas:
Strauss, Chopin y el gran Mozart, no
pude faltar- triunfante declaró -¡Si,
participaré del festival! han pasado muchos años, pero esta experiencia será la forma de recuperar un poco del tiempo perdido.
-¡Que alegría, señora Ester!
¡Podrá compartir su arte con nosotros! ¡La Madre Superiora estará feliz!-
Con un pequeño aplauso infantil, sor Inés
expresó su euforia.
Al principio parecía imposible pensar que
Ester Molinari aceptara una propuesta semejante: El orfanato era una obra que
las hermanas anhelaban concretar. No solo un refugio para los niños sin hogar
sino también una escuela, con sus respectivas actividades deportivas y
artísticas. Eso significaba una importante inversión de dinero. Las hermanas
estaban preocupadas, porque no tenían muchas formas de conseguir esos ingresos.
Sor Inés se marchó de la
residencia dichosa con el resultado de su visita. Sólo pensaba en dar la buena
noticia a sus compañeras en el convento. Ni se acordó del diario. Ni de las
cosas horribles que leía todas las noches en él.
Antes de irse de la mansión
comunicó la novedad a Teresa y prometió hablar con ella en otro momento. Teresa
estuvo feliz por la decisión de su patrona. El encierro de tantos años comenzaba
a terminar siquiera para una de las dos
hermanas Molinari.
El festival involucraba un gran
trabajo. Sor Inés y sus compañeras
tenían mucho por hacer. En veinte días llegaría la fecha. En el convento
esperaban que toda la región acudiera. La única manera de conseguir una importante suma de dinero era con la participación
de cada ciudadano de San Onofre. El periódico local estuvo dispuesto a ceder una
página completa de publicidad. Con el listado de artistas confirmado pronto
comenzaron a difundir el evento.
Doña Ester Molinari, una gran
pianista, por primera vez se presentaría en un escenario. Su actuación ayudaría
a convocar mucha gente del pueblo. Esa
convocatoria ayudaría al orfanato, pero no imaginaba Ester, que también
atraería a ciertos invitados indeseables.
Continuará.
Mensajes para un gran amor
Autor: Adriana Cloudy
Todos los derechos reservados
Argentina 2010
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