Nueva propuesta de Buatales , y es ocasión para agregar otro cuento en el blog.
El Buatales de este mes propone como idea inspiradora: El Cambio.
Permitiendo la libre interpretación del concepto que abarca un cambio.
Permitiendo la libre interpretación del concepto que abarca un cambio.
Me gusta pensar , y sé que la ciencia me ampara, que las pequeñas decisiones son las culpables de las grandes transformaciones; porque no hay casualidades sino causalidades justamente provocadas por cambios (tanto voluntarios como inesperados) que surgen para modificar un destino que ingenuamente creemos controlar.
Cupido Matinal
Lorenzo Lucarini, hombre de
irreprochables costumbres y codiciado soltero, se dirigía aquella mañana a la
casa de su futura prometida. Sentía que había llegado el momento de formar una
familia. Nunca quiso apresurar semejante empresa, pero ahora estaba seguro de que podía compartir sus
logros con una compañera. Como era muy inteligente y práctico había tomado la
decisión de descartar los rituales del cortejo y dejarse guiar por su corazón.
Si ella era la indicada, inmediatamente le pediría matrimonio.
Poseía como regla: confiar en su instinto y
obrar en consecuencia. Nunca dejaba pasar una buena oportunidad permitiendo que
las dudas o sospechas lo hicieran titubear de su accionar; esta forma de actuar
lo había hecho prosperar en los negocios. La misma regla aplicaba en su vida
amorosa, y gracias a ello, se había librado de algunas damiselas cazafortunas.
La candidata era, nada más ni
nada menos, que la señorita Gonzáles Peralta. No tenía el placer de conocerla
personalmente, a pesar de eso, estaba enterado de algunos importantes detalles:
Siendo la hija mayor de los Gonzáles Peralta, no necesitaba un lugar en la sociedad; su familia gozaba de un buen pasar económico y contaba con la alcurnia necesaria para no ir detrás de un matrimonio por conveniencia, y según palabras de su madre, anhelaba hallar un esposo con clase que supiese valorarla.
Siendo la hija mayor de los Gonzáles Peralta, no necesitaba un lugar en la sociedad; su familia gozaba de un buen pasar económico y contaba con la alcurnia necesaria para no ir detrás de un matrimonio por conveniencia, y según palabras de su madre, anhelaba hallar un esposo con clase que supiese valorarla.
Sin embargo, a oídos de Lorenzo
habían llegado varios chismes que tildaban a la bonita dama de caprichosa e
insoportable. Su belleza era proporcional a su mal humor, se comentaba en las
reuniones de caballeros; obviamente rumores de envidiosos o despechados.
Él solamente conocía a sus
progenitores, personas muy simpáticas y amables, que adoraría tener como suegros. Por
esto, con entusiasmo y tranquilidad, tocó el timbre de la casa de los Gonzáles
Peralta.
Abrió la puerta la portadora de la sonrisa más
adorable, le dio los buenos días, y recibió el ramo de rosas blancas que
Lorenzo le ofreció mediante una pequeña reverencia. Era tan hermosa como le habían
dicho; hasta quizás más de lo que esperaba. Poseía una mirada resplandeciente y
sostenía con tal ternura el ramo, como si nunca le hubiesen regalado flores. Lorenzo
quedó cautivado ante el aspecto angelical de la señorita Gónzales Peralta.
Lo condujo a un saloncito
decorado en tonos de beige, donde se había ubicado en el centro una fina mesa
de caoba con forma circular rodeada por cuatro sillas tapizadas con flores
estilo rococó.
La damita se retiró por unos segundos
y regresó trayendo una taza de té y una bandeja con masitas dulces. Lorenzo,
siendo todo un caballero, corrió una de las sillas invitándola a sentarse a su
lado. Pareció dudar, seguramente por encontrarse sola en la casa, pero el aire
embelesado del visitante no la perturbó. Mientras servía en sendas tazas la
aromática tisana inició la plática:
-¡Qué mañana tan bonita!-
exclamó, para romper la tensión entre ambos.
- Para quién tiene la dicha de
disfrutar de una compañía tan grata como la suya, todas las mañanas son bellas.
El piropo hizo un efecto
inmediato en la joven que bajó la mirada ruborizándose. La conversación comenzó
a dilatarse de la forma más relajada. Saltaban de un tema a otro sin detenerse
en nada especial. Ella mostraba delicadas cualidades como anfitriona, y poseía
la gracia y el ingenio necesario para evitar que la conversación resultara
tediosa. Lejos estaba la imagen que le daban los maliciosos chismes de mujer
petulante o egocéntrica.
La atracción entre ambos crecía a
cada minuto. Una corriente de simpatía mutua y espontánea los unía. Y Lorenzo
empezaba a conocer el significado de la palabra felicidad. Para el mediodía
Lorenzo estaba enamorado.
¡Estaba perdidamente enamorado de
ella!
¿Necesitaba tiempo para conocerla
mejor? Tendría toda una vida para eso.
Se levantó de la silla, puso una
rodilla en el suelo y tomó la mano de la sorprendida jovencita.
Y con toda calidez y sinceridad se expresó de esta manera:
- ¿Cree usted en el amor a
primera vista? Yo sí. No creo que el corazón pueda ser engañado, ni que se deba
hacer caso a la prudencia, cuando todas las señales de la felicidad están frente
a uno. Eres la mujer que estuve esperando y si me lo permites desearía
convertirte en mi esposa.
- ¡Claro que acepto!- respondió
ella emocionada.
El cuchicheo de un trío de voces
femeninas interrumpió el romántico instante del beso. La señora Gonzáles Peralta,
al igual que las otras dos mujeres, no pudieron evitar la cara de estupor ante
la dulce escena que se desarrollaba en el pequeño salón.
Lorenzo Lucarini sujetando la
mano de su prometida anunció:
- Señora, puede hacer ahora mismo
una lista de invitados a la boda. Nos casamos en una semana.
- ¡¿Se va a casar con nuestra
mucama?!
La señora Gonzáles Peralta no
podía creerlo. Tendría que buscar, nuevamente, otro candidato para desposar a su
hija.
Lorenzo Lucarini era un hombre
muy inteligente...y muy afortunado.
FIN
Argentina 2016
3 comentarios:
¿Me permite un accionar ortográfico malvado a propósito? Arrrrrmoso.
hahahaha gracias Ramiro
Hola, por fin tengo tiempo para leer los Buatales de este mes y empezamos bien jajaja. Me encanto tu historia, me imagine todo colonial y muy lindo. Una muy bonita historia de amor.
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