Capitulo 1
Una madre
(segunda parte)
Obligué a nuestro
cochero a llevarme hasta la aldea donde había nacido Velika. Quería conocer la
tumba de su madre y saber realmente la razón de su muerte.
Rupert y María eran
empleados de la casa desde nuestra boda; ocupando los cargos de chofer y
cocinera, vivían con nosotros y eran leales y educados; cumplían su labor
diariamente con suma dedicación. Respetaban a mi esposo y adoraban a nuestra
hija.
Rupert acompañaba a
mi esposo, a cada una de sus rondas por los pueblos cercanos, visitando sus
pacientes. Era un buen conductor, podía controlar los caballos bajo la peor
tormenta o en medio de la niebla. Los animales confiaban en su mano y esa misma
confianza le tenía mi marido.
Una mañana, antes
que despertará mi esposo, le avisé de mis intenciones. La cara regordeta de
Rupert se estremeció y se negó efusivamente a realizar un viaje a espaldas del
doctor. Se excusó diciendo que un trayecto de varios kilómetros podía exponerme
a Dios sabe cuantos peligros.
Fue la primera vez
que tuve que recordarle que yo también era su ama y si le pedía su ayuda debía
obedecerme. Pero no fue mi rudeza la que convenció a Rupert sino mi
desesperación y mis súplicas. Conocía todas mis noches sin dormir al lado de la
cama de Velika, de todo él se enteraba por su esposa, y ambos compartían
nuestro temor por el bienestar de la niña; aunque María tampoco apoyaba mi idea
de ir a un poblado que había desaparecido a causa de una misteriosa enfermedad.
-Ya pasaron más de
tres años-le dije a María.-La causa del contagio no puede sobrevivir sin más
victimas que dispersen la peste.
- Señora, por
favor, debe avisarle al doctor. Imagínese si le ocurre algo malo; él no
perdonará a mi esposo por ocultarle su viaje.
- Nada va a
pasarme-le afirmé tratando de tranquilizarla- Rupert sabe exactamente dónde
está lo que busco. Esperaré al lunes próximo, cuando mi esposo se vaya en tren
hasta Rostov. Volveré en el día, no nos detendremos en ningún sitio y te
aseguro que para la medianoche estaremos de regreso.
María siguió
intentando que cambiara de idea. Finalmente entendió que conocer el lugar de
procedencia de Velika era algo que le debía a mi hija. Ella algún día
preguntaría por su verdadera madre, y yo estaba obligada a darle alguna
respuesta.
Dejé algunas
recomendaciones para Duscha y excuse mi falta en el hogar aduciendo un mensaje
urgente que me obligaba a visitar a una tía. Le indiqué que María tomaría las
decisiones necesarias en la casa durante mi breve ausencia.
El trayecto fue
tranquilo y al cabo de cuatro horas estábamos en el sitio donde reposaban los
restos de la madre de Velika. Mi cochero me ayudó a descender del carruaje; el
cielo se había tornado tan gris como las tumbas carentes de flores que tenía
frente a mí. El hombre encargado del cementerio, después de recibir una bolsa
de monedas, nos abrió sin hacer preguntas el panteón en el cual yacía en eterno
descanso la mujer que había traído mi hija al mundo.
Una vez dentro le
pedí a Rupert que abriera el féretro. Primero se negó. Era un acto inmoral lo
sé bien, pero nuestro viaje no tenia sentido si no veía por mis propios ojos
los huesos de esa jovencita que ofreció su vida para que mi pequeña Velika
viviera.
Con esfuerzo
consiguió correr la pesada lápida de cemento. Y luego, cubriéndose primero la
boca con un pañuelo, levantó la tapa del cajón.
Nada me había
preparado para lo que estaba dentro del ataúd:
El semidescompuesto
esqueleto de contextura pequeña, si pertenecía a una mujer joven. Estaba
vestida con una amarillenta túnica bordada, y por sus hombros caía un largo
cabello rubio, con similar color que el de Velika. Como manifiesto de que había
sido amada en vida estaban desparramadas varias rosas secas sobre sus pies.
Pero, para sus familiares era quizás el diablo quién también la amaba, porque
en su pecho estaba enterrada una gruesa vara de madera. Una estaca, que habían
martillado sobre su corazón de forma atroz. Y
le habían roto el maxilar inferior en el intento de introducir una
cabeza de ajo en su boca.
Grité
espantada, y de seguro, fue mi mirada lo
que hizo que el chofer me sujetara con fuerza de los brazos; tratando de evitar
que manifestara en una crisis de locura ahí mismo.
¡¿Qué clase de mujer estaba dentro del
sarcófago?! ¿Por qué razón se la habían
sometido a tan salvaje ritual?
- Señora no se
altere. Estamos en una zona de gente muy
supersticiosa- me dijo Rupert gravemente- lo que le hicieron al cadáver es
normal. Todos los pobladores le temen a los no-muertos.
- ¿Era una bruja?
- No señora,
seguramente creían que era un vampiro.
- ¿Un vampiro?
¿Esos seres nocturnos que secuestran niños?
- Una versión del
diablo-me respondió- en estos pueblos aún creen que las enfermedades son culpa
del diablo.
Es cierto que la
ignorancia y la pobreza los hacia cometer actos paganos en un intento de salvar
almas. Pero yo pensaba que semejantes prácticas se habrían olvidado en un mundo
moderno, sin embargo, estaba consciente que las supersticiones seguían
compitiendo con la verdad que ofrecía la ciencia.
- Ella ya no es la
madre de su hija tiene que olvidarse del vinculo de la niña con estas
tierras.- me aconsejó.
El cuidador del
cementerio se había quedado en la entrada y se acercó atraído por la curiosidad
morbosa de saber que buscábamos en la tumba. Sin que le pidiésemos
explicaciones ofreció su propia versión de la difunta.
- Ella era la
amante de un demonio- hizo la señal de la cruz, y continuó diciendo- Teníamos
que proteger al pueblo de su hambre, esos seres matan para conseguir sangre no
les importa si es un niño o un anciano ¡El hambre los vuelve locos cuando se levantan
de las tumbas!
- ¿Qué dice hombre?
Yo acompañé a mi amo el día que murió esta niña. Murió al dar a luz la pobre
infeliz.
- No voy a discutir
con ustedes, si quieren saber la verdad sobre la muerta, pregunten en el pueblo
por la vieja Inga. Ella es la comadrona, en su casa recibe a todas las
parturientas hasta que llega el doctor.
Nos hablaba con
total confianza y descaro; dando a entender que estaba frente a dos incrédulos.
-¿Hay gente todavía
en el pueblo?
Me sorprendió que
viviese alguien, según mi esposo, todos los pobladores de la región se habían
trasladado.
- Claro señora, si
el único vampiro que llegó a esta zona es el que ven en el sarcófago.
El pueblo se
encontraba un poco más adelante. No era muy grande, varias familias vivían de
la actividad rural y no había señales de que hubiese sido devastado por la
peste. Rupert se dirigió a la casa de la comadrona, a pesar de habían pasado
más de tres años, recordaba perfectamente el lugar y la cara de la anciana.
Lamentablemente, ella, también lo recordaba y apenas se asomó a la puerta la
cerró nuevamente.
-No quiere atendernos- me dijo
Rupert, acercándose a la ventanilla. Todavía
sentía una repulsión en mi estómago que me impedía descender.
Mi cochero no tenía ganas de
insistir, entonces fui yo misma a golpear la puerta. Sin respuesta toqué el
cerrojo, y comprobé que la anciana había olvidado trabar la entrada. Ingresé
despacio, recelando que alguien más se encontrara dentro.
- No tema Inga, sé que conoce a
mi cochero. Pero soy yo quién desea hablar con usted, por favor, no tenga
miedo.
Su hogar consistía en un cuarto con
apenas algunos muebles, destacaba una cama enorme y otra pequeña en un rincón y
la cocina estaba ahí mismo. Sentada en la cama pequeña, la anciana, sujetaba un
rosario, y murmuraba algún tipo de plegaria.
- Usted conoce a mi esposo. Es el
doctor Gusev.
- Él prometió que nunca volvería,
y usted no debería estar aquí.
- No debe temer Inga...no vine a
molestarla. Quiero hacerle unas preguntas sobre un recién nacido que se llevó
de este pueblo... necesito saber si conoce a la familia de ése bebé.
- ¿La hija que tuvo la
extranjera?
- ¿No era una mujer del pueblo?
- Llegó cuatro semanas antes de dar a
luz, su marido la dejó en el pueblo y no regresó. No comía nada o por lo menos
nada normal...
- ¿Mi esposo trajo a esa mujer al
pueblo?
- Si, me dijo que era una paciente de él.
- ¿De dónde era ella?
- No lo sé, pero parecía de buena
familia. Apenas hablaba y tuvo un parto muy difícil. Yo no pude
ayudarla...devoraba vasos y vasos de sangre de cabra- la anciana pasó su mano por la frente como si le doliese recordar- ¡Era espantoso verla
beber! Quizás estaba loca o quizás si la había contagiado un strigoi. Nunca supe
porqué el doctor la trajo al pueblo pero... si ha venido a mi casa significa que
usted...ahora tiene a la niña.
Terribles pensamientos anclaban
en mi mente, mientras regresaba a mi hogar; si podía llamar hogar lo que se
había formado sobre cimientos de mentiras y secretos. La vieja Inga cuidó todo
un mes a la madre de Velika; una pesadilla que la anciana deseaba olvidar y fue
ella la encargada de atender el parto. Suponía que la criatura había
sobrevivido, era una niña fuerte a pesar de su pequeño tamaño, sin embargo,
para Inga el mal de la madre estaba en la hija. Y si buscaba información sobre
ella, anterior a su estadía, debía
exigírsela a mi marido.
El hombre que amaba, y al que le
entregué mi alma me había escondido, adrede, detalles espantosos sobre la madre
de nuestra hija. Mi solemne esposo, me consideraba tan susceptible e ingenua
como para reservarse la herencia que acompañaba a mi pequeña. Una mezcla de
indignación, miedo y amargura daba vueltas en mi corazón. Estaba claro que en
el aspecto profesional, el doctor Gusev, ponía la discreción y reserva acerca
de la salud de sus pacientes por encima de su familia.
Me sentía traicionada.
Al entrar a la casa, el reloj que
estaba junto a la escalera principal marcaba la medianoche. Velika vino corriendo
a recibirme con sus bracitos en alto y una tierna sonrisa. Ese brillo de
alegría, de sus ojitos grises, era el mismo que todo niño ofrece a su madre, y
en el Universo no debe existir algo tan valioso como la mirada de un niño. La
mirada de quién desconoce los males del mundo. La abracé. Aunque las palabras
de Inga golpeaban mi cabeza:
Cada
noche quería huir..., la encontramos bebiendo la sangre del cuello de un
borracho..., gritaba que vendría a buscarla el diablo...
La ternura no daba paso al
espanto. Pero...Velika ¿siempre sería mi angelito?
Esperé cuatro días que mi marido
regresara. Mientras tanto comencé a vigilar a Duscha, por alguna instintiva razón
tenía la impresión de que ella poseía conocimientos o instrucciones especiales sobre
el cuidado de la niña. Las dos se comportaban como confidentes que guardan un
secreto cuando estaban juntas.
La maestra y mi hija se entendían y disfrutaban de su mutua compañía.Velika era muy cariñosa pero no hablaba como una niña pequeña; cada una de sus preguntas pasaba por la naturaleza o cuestiones éticas.
La maestra y mi hija se entendían y disfrutaban de su mutua compañía.Velika era muy cariñosa pero no hablaba como una niña pequeña; cada una de sus preguntas pasaba por la naturaleza o cuestiones éticas.
-¿Un animal debe morir para qué
otro pueda vivir?- un peculiar tipo de interrogantes rondaban su cabeza. Exponía
sus dudas con tal naturalidad, cómo si consultara sobre si debía ponerle un
vestido rosa o amarillo a su muñeca.
Yo sentía que tenía sus propias
respuestas a las preguntas que formulaba, y simplemente buscaba saber que
pensaba su interlocutor. Duscha la trataba como un adulto; en lugar de
contestarle puerilmente o cambiar de tema, no dudaba en leer algún pasaje de
filosofía a lo que mi pequeña prestaba total atención. Con casi cuatro años
podía contradecir con otra pregunta, la respuesta que le ofrecían. Y se
deleitaba desafiando con sus propias ideas cualquier frase popular:
“Si alguien quiere ser el
primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a todos.”
Velika declaraba:
- Todos terminan amando a quién le cuida. Si
cuidas a otro logras que siempre te siga, lo hará para no estar solo. El cuidador se hace más fuerte que el que recibe cuidado.
El doctor Gusev regresó con su
familia un día jueves, bastante conforme con los arreglos realizados en Rostov.
Después de almorzar le pedí que me dedicara la tarde.
No me fue sencillo delatar mi visita
al pueblo y al cementerio. Jamás había visto al doctor Nikolai Gusev palidecer exasperado, y mucho menos, a mi
esposo perder la calma; entre sus cualidades existía la inflexión, podía
converse a cualquiera solo con su tono de voz pero, siempre evitaba reaccionar
ante una crisis sin analizarla brevemente en sus pensamientos.
Relaté mi charla con Inga y le
rogué que me hablase sobre la difunta. A lo que me respondió gravemente:
-¿Crees que expondría la privacidad
moral de una paciente sólo porqué ahora somos los padres de su hija?
Salió de la estancia sin decirme
otra palabra. Y no pude menos que ponerme a llorar. Era madre y esposa pero no
la compañera de vida que siempre había creído ser para él.
¿Merecía su repudio mi accionar? Comprendía
que buscaba protegernos a las dos, de una sombra que marcaría la vida de
nuestra hija. Si pudiese olvidar lo que escuché sobre los vampiros, la sangre,
y las supersticiones ¿Cómo olvidaría que quizás mi Velika enfermaría de la
misma locura que su madre? Necesitaba
saber si afectaría su futuro. Decidí esperar que él quisiera revelarme toda la
historia, y así durante una semana apenas nos hablamos.
La tarde lluviosa del siguiente
domingo, mientras estaba en el suelo sentada junto a Velika leyendo la historia
de una sirena, mi esposo se acercó preguntando.
- ¿Existirá alguna razón para que
dejases de cuidar a la niña?
-Ninguna- respondí- como tampoco,
nada podrá lograr que deje de amarla.
- Entiendo tu preocupación pero,
te aseguro cómo médico, que no hay razón para que nuestra hija no pueda ser
como cualquier otra niña
Velika giró hacia mí y sujetó mis
mejillas con sus dos manitos, arrugó la nariz dejando escapar una efímera
carcajada. No quería perder la oportunidad y enseguida le pregunté.
-Entonces... ¿vas a contarme tu
versión de los hechos?
Lleve a Velika hasta la cocina
para que amasara pan junto a Maria. Me sentía tranquila sabiendo que Duscha no
estaba en casa, y quizás por ese motivo, mi esposo estaba decidido a hablar
conmigo. Las paredes oyen, sobretodo, cuando los sirvientes rondan. Me alegraba
que hubiese esperado el día libre de la institutriz.
Era visible que para mi esposo
hablar del asunto lo incomodaba. Dio tres vueltas por el salón antes de
sentarse detrás de su escritorio. Me observó en silencio, y se rascó una de sus
patillas. No sabía por dónde comenzar. Y
en ese instante recuerdo que pensé:
¡Dios mío! ¡Quizás Velika es su hija y esa
mujer muerta, su amante! Por eso le manifesté sin quererlo, en un tono
agresivo.
- No quiero que me ocultes nada,
ni que me trates como a un desahuciado al que debes comunicarle que le quedan
pocos meses de vida.
- Helena, no es mi intención
tratarte como a una tonta- me respondió perplejo por mi actitud- entiendo que
Inga te habrá contado cosas terribles sobre el comportamiento de Irina. A pesar
de eso, espero que aceptes mi palabra de médico y de esposo, la enfermedad que
tuvo no puede contagiarse en un embarazo.
- Entonces... ¿Por qué Velika no
puede alimentarse, como cualquier niño?
-Precisamente estoy tratando de
establecer, con otros colegas, cuál es el motivo que no supere el tipo de
alimento que recibía cuando estaba en el vientre de su madre.
- Dices que como Irina bebía
sangre, ella estaba acostumbrada a recibir sangre, lo hizo durante los nueve
meses ¡¿Te das cuenta de lo abominable que suena la mera idea, de que nunca lo
supere?!
- Querida, protegeré a mi niña
siempre y a ti también. Ambas son lo que más amo en este mundo.
No deseaba que empleara su
responsabilidad paterna para justificar
todo lo me ocultaba, y aunque lo intentó, no permití que cambiase de tema.
- Dime ¿dónde la conociste? ¿Y
por qué la llevaste lejos de su hogar para dar a luz?
Mi marido sonrió, seguramente mis
sospechas de infidelidad fueron leídas en mi mirada.
- ¿Crees que tenia alguna
relación intima con ella? Bueno, si éramos íntimos. Pero no como tú crees.
Suspiré nuevamente, ya sin
ocultar mi enojo; si tenía preparados, varios argumentos masculinos, para
excusar su infidelidad, no le iban a ser útiles.
-Irina era hija de un gran amigo
de mi padre- comenzó diciendo- Mi padre había sido siempre el doctor de la
familia, y cuando se presentó su enfermedad fui llamado.
Se detuvo un instante, pasó su
mano por la frente y viendo que no podía retrasar más su confesión, prosiguió
diciendo:
-Imagina a una chica saludable, bonita y
feliz; que regresa de su viaje de luna de miel. Todo es perfecto, para ella; se
casó con un hombre que la ama y les han confirmado la noticia de que serán
padres. Pero, esta dichosa pareja decide cambiar la ruta, para conocer algunos
castillos medievales. Sin saber que el cambio de camino transformaría el viaje
feliz, en una tragedia.
Mi esposo, a pesar de su experiencia
con las calamidades del mundo, tuvo que servirse un vaso de agua para poder
continuar con el relato.
- Sufrieron un asalto durante el
trayecto de retorno a su país. Eso sucedió cuando tenia apenas unos tres meses
y medio de embarazo. No fue un simple asalto. Ocurrió de una forma monstruosa.
Destrozaron a su esposo, al cochero e incluso a los caballos. La hallaron al
alba, llorando y gimiendo, en un páramo. Unos gitanos que pasaban por el lugar
consiguieron que dijera su nombre y de dónde era. Ellos la llevaron hasta la
residencia de sus padres.
Un escalofrío subió por mi
espalda hasta sacudir mi nuca; en mi mente reviví el funesto viaje de Irina.
Una mujer que iba a dar una noticia tan grata a sus padres. La alegría de un
nieto; una mujer enamorada y feliz junto al hombre que amaba. Y de pronto se
encontró con toda su felicidad destruida.
-Los días siguientes, el
comportamiento de Irina era esperable. Una joven que había sufrido semejante
golpe del destino no iba a sobreponerse
sin ayuda. Sus padres cuidaban con cariño de ella, sin embargo, era tan
terrible lo sufrido que suponían que su hija, nunca volvería a ser la misma de
antes.
Mi esposo se levantó del sillón,
y otra vez, dio nervioso unas vueltas a mi alrededor. Se mantuvo en silencio, sumido
en sus recuerdos o evaluando que debía contarme y que debía reservarse.
- ¡Dime, por favor, que sucedió
después con Irina!-insistí
- Su primer comportamiento era el
de cualquier victima ante semejante trauma. No podía dormir, se negaba a comer.
Por las noches gritaba e intentaba huir de su cuarto. La pobre revivía el
suceso en su mente todos los días. Su tío, que también es médico, y su padre consideraron
la idea de internarla pero su madre se negó. Continuaron cuidándola y
soportando sus desvaríos. Cuando me llamaron, para evaluar el estado de su
embarazo, ella ya tenía unos cinco meses de gestación, y la criatura crecía sin
problemas.
Mi marido regresó a su asiento, y
esta vez cambió el agua por una medida de vodka.
- Entonces, me enteré de su inexplicable
conducta: no comía, lo que normalmente llamamos alimento. Le daban de beber
sangre de cabras, desde que una noche la habían encontrado succionando el
cuello de uno de los animales del establo. A pesar de ello...Irina no se
conformaba con sangre animal.
La frágil mujercita poseía una fuerza brutal y
se había escapado en medio de la noche rompiendo el cerrojo de la puerta de su
habitación. Dos sirvientes de la casa fueron encontrados muertos; al principio
no tenían idea que sucedió con el primero pero, el segundo pudo gritar, y el
chofer vio como la hija de su amo se había transformado en un monstruo. Lo
había atacado en su cuarto, increíblemente lo azotó desmayándolo contra la
pared y bebió su sangre hasta dejarlo impávido.
No pude evitar apretar los
nudillos de mis manos ante semejante horror. Mi esposo no necesitaba aclararlo,
Irina estaba totalmente loca. De esas locuras violentas y peligrosas.
-¿Por qué no la llevaron a un
hospital?-le pregunté.
Me parecía lo más razonable y no
entendía, por qué mi marido no persuadió a la madre de internarla
inmediatamente. Una mezcla de penoso fracaso y tristeza acompañaron sus
palabras.
- Si hubieses conocido a Irina,
antes de los negros sucesos que transformaron su mente, entenderías por que
nadie deseaba que terminara encerrada en un hospicio.
Extendió su mano, como pidiendo mi compresión,
estaba claro que en su interior, tanto el padre como el médico, todavía
luchaban por aceptar el resultado de las decisiones tomadas.
-Helena, ahora eres madre ¿tú le harías
eso a tu propia hija?
Moví mi cabeza negando. Conocía
bien los hospitales para enfermos mentales; son solamente un lugar donde
deshacerse de los seres humanos que molestan. Muchos infelices de buena familia
eran abandonados por sus parientes cuando no podían entender que les sucedía y
su comportamiento, no era el adecuado, para convivir en sociedad.
- No era locura lo que se
rumoreaba sobre la salud de Irina- prosiguió diciendo- estaba endemoniada era
lo que todos sentenciaban, y el sacerdote de la familia hizo un intento fallido
de exorcismo.Pero tú sabes, que un poseído
debe ser denunciado al Vaticano. El chisme hubiese corrido por toda la zona
despertando a los fanáticos religiosos, y en el caso de Irina, es muy probable
que la hubiesen llevado a la hoguera tal como se hacia en la Edad Media.
- Entonces, te la llevaste de su
casa a pedido de su familia.
- Me la llevé para proteger la
criatura inocente que estaba en su vientre. Y para ser honesto contigo, me la
llevé sin avisarle absolutamente a nadie.
No pude evitar la sorpresa ante
el arrojo de mi marido. Había secuestrado a la joven e un intento de
salvarla...y mi niña había nacido de esa madre sumida en la demencia.
- ¿Su familia sabe del nacimiento
de Velika?
- Helena...ya no existe la familia
de Irina.
- ¿Qué quieres decir?
-La noche que me llevé a Irina,
todos y cada uno de los miembros de la casa estaban muertos.
Los ojos se me llenaron de
lágrimas, tuve que hacer un gran esfuerzo para contenerlas. Mi amado compañero
me conocía bien y de inmediato se dio cuenta que era demasiado para una
conversación.
Se inclinó y me besó la frente y
los labios; en otro momento, si era necesario, me contaría otros detalles del
destino de Irina. Prefirió atenuar mi aflicción comunicándome la noticia que
tenia reservada para la cena. Un viaje familiar.
- Creo que Velika ha crecido lo
suficiente como para acompañarnos hasta la ciudad de Viena.
No pude evitar una sonrisa de
agradecimiento. Necesitaba alejarme de la casa y de los fúnebres pensamientos
que me acompañaban diariamente. A nuestras espaldas teníamos una historia de
horror, pero nosotros éramos el presente y futuro de la niña. Su nueva familia,
su única familia, con la fuerza de nuestro cariño borraríamos el espanto. En
ese momento, me sentía tan tranquila junto a mi marido, que no se cruzó por mi
cabeza que podía estar equivocada.
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Velika 2015 Argentina Autor: Adriana Cloudy © Todos los derechos reservados
1 comentario:
Waa... no hay dudas de que era un vampiro, no las hay, pero se supone que no la niña estaba en gestación antes de que la madre fuera mordida... se hizo vampiro por beber sangre? Chan chan... voy a seguir leyendo jaja
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