Capitulo 1
Una madre
( quinta parte)
En nuestro hogar, al llegar, nos
recibieron animosamente todos los sirvientes sobretodo, Rupert y María, que
extrañaban mucho a Velika...y por supuesto también nos esperaba, Duscha.
Duscha y Velika reanudaron su
relación de: mejores amigas; Velika la veía como una hermana mayor mas que como
una maestra y entre las clases y sus juegos, pasaban todas las noches juntas.
No podía evitar una fría simpatía, hacia la maestra, que vivía en nuestra casa.
La profesora de música había asumido el rol de institutriz, y mi esposo deseaba
que permaneciera con nosotros, hasta que
la niña pudiese ingresar a un colegio. A su entender era una suerte tener una
mujer tan joven como Duscha para cuidar de nuestra hija, y sobretodo que
hubiese aceptado vivir rodeada solamente
de kilómetros de bosque y montañas. Duscha era culta, bonita y educada. En
cambio yo, sentía que me demostraba una actitud despectiva. Las únicas órdenes
que acataba sin chistar eran las de mi marido; todas mis sugerencias pasaban inadvertidas para la
maestra.
El año 1900 marcaba la apertura de un nuevo
siglo. Celebramos juntos la Navidad y el comienzo de otro año. Festejamos como
cualquier familia los cinco años de Velika, aquel mes de Enero marcaría el
comienzo de una vida muy diferente para todos. Las nubes negras que azotarían
de terror a Europa, todavía permanecían lejanas. Disfrutábamos de la última
etapa de una tenue tranquilidad social,
y eso permitió que Nikolai comenzara a planear nuestra mudanza a Rostov. Una de
las primeras ciudades de Rusia que atraía a gran cantidad de turistas. Desde
nuestra boda habíamos estado alejados del mundo, y ahora, teníamos que pensar
en la educación de Velika.
Los meses de invierno pasaron,
dejando lugar a los primeros indicios de la Primavera. Cada mañana, permanecía
un buen rato observando por la ventana la vegetación y las aves que armaban sus
nidos; añorando anticipadamente el fervor de la naturaleza que nos protegía en
aquella casa. Nunca volví a intentar que Velika presenciara un amanecer. Su
piel permanecía tan blanca como la nieve que cubría permanentemente las
montañas. Y su alimentación no había cambiado. Nikolai temía que al faltarle la
sangre ella enfermara gravemente. Los animales seguían siendo sacrificados cada
noche en el establo. Rupert era tan hábil para desangrar cabras u ovejas, que a
pesar de la cercanía del corral jamás escuché un solo quejido o lamento.
Yo mantenía la esperanza de que
la sombra del vampirismo, fuese solo una historia imaginaria, como la escrita
por Bram Stoker. Todavía no estaba lista, para aceptar que la sangre, el alma y
el hambre...están unidos.
Cada comienzo de la primavera,
permitía a Velika investigar alrededor de la casa. Esos paseos los realizaba a
diario junto a Duscha, cuando los árboles ya ocultaban lo que restaba de la luz
del sol, pero todavía podía verse con bastante claridad. Solía observarlas
desde el segundo piso, juntando flores o semillas, o insectos. Velika los
recolectaba para luego, compararlos con los que veía dibujados en los libros.
Tenían la orden de no alejarse demasiado, adentrarse en el bosque era demasiado
peligroso.
Nunca supe que me obligó a ir en busca de
Duscha y Velika, una tarde de Abril, fue una sensación de frío en el pecho que se
convirtió en angustia y sentí que algo malo le iba a ocurrir a mi hija.
Seguí el camino que siempre
utilizaban y no las encontré en la zona que frecuentaban. Sus huellas señalaban
que se habían alejado en dirección hacia el río. Enseguida comencé a pensar que
una manada de lobos podía estar cerca y rodearlas o peor...un desconocido
armado las habría obligado a cambiar el rumbo. Pero las pisadas que yo seguía
eran de dos personas, y una de ellas, pertenecían a unos pies pequeños. Tal vez
estaba confundida, a causa de la poca luz, y no podía distinguir otro par de
huellas, esta premonición me enloquecía. La distancia entre la casa y ellas se
acrecentaba. Continuaba caminando y no las encontraba. Y seguir por ese sendero
era terminar a orillas del río, por alguna razón, iban hacia la zona más
peligrosa del bosque. En la penumbra provocada por la vegetación el miedo me
estremecía, ¿dónde estaban Duscha y Velika?
Por fin, en un pequeño claro, di
con ellas. Primero vislumbré la figura de Duscha, permanecía de pie sola con
las manos entrelazadas a su espalda, en una pose de tranquilidad escalofriante.
Seguí la dirección de su mirada y encontré a mi hija: sentada en el suelo, sosteniendo por
el cuello a un cervatillo que prácticamente agonizaba indefenso. El animalito ni
siquiera intentaba zafarse de los brazos de Velika. El cervatillo moría...moría
bajo la mordida de Velika, que cada tanto, elevaba la cabeza sonriendo
satisfecha. Mi hija parecía estar en trance. Se veía como un ángel asesinando
al pequeño animal con total delicadeza.
Desesperada reprimí un grito, di
la vuelta para regresar en busca de ayuda. Corrí sin aliento hacia la casa,
pensando en traer a mi esposo o a Rupert hacia la tétrica escena. Pero a los
pocos metros me detuve; di la vuelta y volví sobre mis pasos. Duscha era un ser
perverso. Y no necesitaba a Nikolai para ponerla en su lugar.
Impulsada por mi rabia me acerqué
como un rayo, y deje salir toda mi cólera contra la niñera; entre la sorpresa y
el peso de mi cuerpo, no pudo darse cuenta de quién estaba aferrándola del
cuello y arrojándola al suelo. Su espalda sonó con un golpe seco sobre la
tierra, y estando las dos tendidas en el suelo, me subí encima de Duscha para
abofetearla. Mis golpes se efectuaban con una energía tan violenta que me
desconocía. Duscha no podía escapar y solo atinaba a tratar de esquivar mis
manos. Fue la mirada desconcertada de mi hija la que hizo que me detuviera.
Velika con la cara y su vestido, manchado de la sangre del animal, me miraba
sin comprender que sucedía. Había bebido la sangre del pequeño mamífero hasta
matarlo, sin estar conciente de lo que hacia, y no entendía porque golpeaba de
esa forma, a su niñera en medio del bosque. Permaneció en silencio cuando la
levanté en mis brazos y nos fuimos juntas hasta la casa, dejando en el suelo a
Duscha que se esforzaba por reponerse del ataque.
Al llegar, entré a gritos
solicitando la ayuda de Maria. Ella salió de la cocina y se espantó al ver el
estado de la niña. Entre las dos llevamos a Velika al cuarto de baño; le quité
su vestido manchado de sangre. Maria, llena de angustia, buscaba las heridas en
el cuerpo de la niña, hasta que yo, ya más repuesta de mis nervios, le señalé
que esa sangre no era de ella.
No tardó mucho en aparecer Duscha,
para su suerte, se encontró afuera con mi esposo, cuando regresaba de atender a
sus pacientes, y recibió la primera versión de lo sucedido de boca de la
maltrecha mujer. Nikolai entró encolerizado, desde el cuarto de baño, escuché
que me llamaba; supe enseguida que Duscha había regresado y me había delatado.
Dejé a Velika con María y fui al dormitorio matrimonial.
Entre lágrimas de indignación le
conté la situación en que había encontrado a Velika. Mi exposición de los
hechos no sirvió de nada. Mi esposo, no se escandalizó de que a nuestra hija se
le estuviera incitando, de una manera diabólica, para que se comportara como
una bestia que sale de noche a matar. Me recordó que Duscha no era solo una
maestra, pertenecía a una familia de damas de honor y también, que yo misma,
tenía un linaje que respetar.
- ¡No puedes pelear con ella,
como si fueras la más vulgar de las campesinas!- me reclamó, sin mencionar nada
sobre el incidente con Velika.
La reacción hostil de Nikolai me
hizo sentir como una tonta, ahora no me cabía duda, desconocía lo que estaba
sucediendo en mi propia casa.
- ¡¿Culpas a la maestra por ser
como es nuestra hija?!- vociferó-. Y tuve que soportar la enumeración de las
ventajas de tener a Duscha de nuestro lado y de la discreción que siempre
guardaba sobre la alimentación de Velika. No hice reclamos, lo escuché y acepté
la orden de mi marido de hablar con ella y ofrecerle una disculpa. Luego, me
aclaró, ambos someteríamos a la mujercita a una averiguación detallada de lo
ocurrido, aunque en mi interior me prometí: no dejar sola a Velika con la
maestra nunca más.
Mientras más rápido se
solucionara nuestra pelea más rápido Duscha tendría que dar explicaciones sobre
el animal muerto. Golpeé despacio en la puerta de la habitación de Duscha. Me imaginé
que estaría apesadumbrada con lo ocurrido y sin ánimos de toparse conmigo.
Decidí entrar. Había dejado tirada toda su ropa, sucia de barro y hojas, en el
piso. La puerta de su cuarto de baño estaba abierta, y la vi moverse llenando
con agua la bañera. La estancia, por el agua caliente, se había humedecido de
vapor Estaba completamente desnuda, su cabello negro lo llevaba recogido
dejando al descubierto una espalda perfecta. Poseía una piel clara y luminosa.
Nunca tuve celos de su aspecto: era un poco más alta que yo, y siempre se movía
con el cuello erguido, su andar era elegante pero con gestos muy medidos, sin
embargo no podía calificarla como una mujer tímida.
Por primera vez, noté que su
cuerpo era torneado y musculoso. Su apariencia resultaba similar a una estatua que
hubiese sido cincelada con cuidado. Y en esa piel tan tersa resaltaba algo
peculiar: en diferentes zonas unas cicatrices, formadas por dos circulitos
pequeños, se repetían; en su cintura, sus piernas, antebrazos y hombros.
Resaltaban dos puntos colorados y un poco hundidos, conservando cada uno la
misma forma, daba impresión que las pequeñas heridas se hubiesen abierto y
cerrado varias veces.
Duscha giró quedando de frente,
no intentó cubrirse su cuerpo desnudo. Entonces observé mejor las mordidas. Nos
enfrentamos con la mirada en silencio por un par de minutos. Hasta que Duscha
sin reparo expresó:
-La niña necesita sangre humana.
Sangre humana que ésta intrusa,
devenida en maestra, le proporcionaba a mis espaldas. Ahí estaba frente a mí,
la prueba de la perversión. Finalmente el mal de Irina estaba despertando en
Velika, gracias a la niñera. Pero antes que nada, yo era su madre, y aunque no
contase con el apoyo de mi marido, no permitiría que ella tomase el control de
Velika .
- Quiero que te vayas de mi casa-
le dije fríamente y en su mirada, percibí un leve desafío. Sus ojos verdes
resplandecieron llenos de insolencia. Siguió vertiendo agua en la bañera, sin
responderme.
Salí de su habitación dando un
portazo. No le permitiría intimidarme de ninguna forma y no estaba dispuesta a
que se respaldara en mi pareja, para continuar en nuestro hogar.
Descendí con el alma enajenada las escaleras y
me dirigí a la oficina de mi esposo. Esta discusión con Nikolai fue realmente muy
violenta, y no recuerdo que nos dijimos.
¡Ya no iba aceptar sus argumentos
ni su autoridad de hombre de la casa!
Era la primera vez que el doctor
Gusev veía tan furiosa a su mujer. Solo tengo presente mi última frase, que le
espeté señalándolo amenazadoramente con el dedo.
- ¡No sé cuales son tus
intenciones o las de ella, pero te
advierto Nikolai, si algo le pasa a mi hija yo me encargaré de que lo paguen
muy caro!
Autor: Adriana Cloudy
Argentina 2015
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