Velika
Capitulo 1
Una madre
( sexta parte)
Mi esposo levantó las cejas sorprendido
de mi arrebato y luego bajó la mirada hacia el piso. Era obvio que, hasta ese
momento, no aceptaba que nuestro matrimonio tenía problemas y que nuestro rol
de padres nos estaba separando en lugar de unirnos.
¿Cómo podía digerir las aberraciones de
nuestra niñera?, ¿qué debía hacer yo?, ¿aceptar que nuestra hija era una
especie de demonio?, ¿darle la bienvenida al Diablo?
El Diablo tenía que saber que no le tenía
miedo, y que estaba dispuesta a sacarle los ojos si osaba tocar a mi pequeña.
Nikolai no dio señales de querer
despedir a Duscha. Me encerré con llave en nuestra habitación, necesitaba
pensar, debía tomar una decisión. Me puse mi camisón, porque la rabia y la
angustia me habían agotado. Tenía claramente dos opciones: permanecer en el hogar
o tomar a Velika y abandonar el hogar con ella. María desde el
otro lado de la puerta me susurró:
- No se preocupe señora, yo
cuidaré a la niña- en su tono pude apreciar un “estoy de su lado” implícito. Por
supuesto que podía irme con María y Rupert, realmente necesitaba pensar, pero
en realidad más necesitaba que Nikolai me demostrara que todavía me amaba y
respetaba.
- No se preocupe señora, yo
cuidaré a la niña- en su tono pude apreciar un “estoy de su lado” implícito. Podía
irme con María y Rupert, necesitaba pensar, pero más necesitaba que Nikolai me
demostrara que todavía me amaba y respetaba.
Permanecí dos días en cama sin comer, apenas
tomando unos tragos de agua. Al tercer día destrabé la puerta. María entró
sonriendo en la habitación trayendo una bandeja con té y pan caliente, después
de verificar que yo había superado mi crisis de nervios, me dijo al oído que la
institutriz se encontraba empacando sus cosas, para marcharse de la casa.
Amanecía y desde afuera el sonido de las aves me reconfortaba. Duscha había
perdido.
Velika no sabía que su niñera estaba a punto de abandonar la casa.
María me comentó que, la noche anterior, Duscha permaneció en su recamara y
Velika estuvo tocando el piano para su padre. Al parecer estaba oficialmente
despedida de su puesto.
No estaba segura de considerarlo un triunfo y tampoco si debía retomar mis actividades conyugales así como así. Decidí quedarme en la habitación a la espera, de que mi marido, buscara una plática con su esposa pero, no se acercó a verme en todo el día. Por la noche, me bañé y cambié de ropa.
No estaba segura de considerarlo un triunfo y tampoco si debía retomar mis actividades conyugales así como así. Decidí quedarme en la habitación a la espera, de que mi marido, buscara una plática con su esposa pero, no se acercó a verme en todo el día. Por la noche, me bañé y cambié de ropa.
María me trajo la cena y cuando le abrí observé por encima del hombro de la
cocinera, a mi hija. Estaba de pie, apoyada de costado contra la pared del
pasillo a corta distancia de la habitación y desde allí me miró, no pude
establecer si estaba enfadada o triste.
Velika era una niñita pagando por las
malas acciones de los mayores. Me partió el corazón verla tan solita. Cuando cerré
la puerta escuché a María decirle: ¿Quieres ayudarme a llevarle la cena a tu
padre?
Nikolai apareció después de la
medianoche, fingí estar dormida pero no pude engañarlo, se sentó a mi lado en
el lecho nupcial, pasó su mano por mi cabello y después de un profundo suspiro
me dijo.
- Trato de hacer las cosas
bien... pero está a la vista que no lo estoy haciendo correctamente.
Abrí los ojos. Nikolai exhibía
una arruga que cruzaba su frente, le daba un aspecto doliente, a pesar de ser
quince años mayor que yo, era muy jovial, siempre sonreía y su mirada azul
estaba libre de preocupaciones. Su aire de hombre meticuloso e inteligente me
había atraído desde el primer momento que lo conocí, y enseguida, supe que
contaba con una gran vocación de servicio hacia los demás; a Nikolai no le
interesaba ser un médico adinerado. Provenía de buena familia pero, detestaba
descalificar a las personas por su origen, y
prefería visitar aldeas pobres de campesinos que atender hipocondríacas
damas de la nobleza.
Entre esas damas me había
conocido: Mi tía abuela Fiodora, una tarde, hizo traer a su hogar a un doctor
recomendado por una antigua amiga; la tía, nada acostumbrada a tratar con
adolescente y las características de su crecimiento, se preocupada hasta la
exageración por mi extrema delgadez.
La tía Fiodora se había hecho
cargo de una huérfana de quince años, que había perdido a sus padres por la
tuberculosis, y temía que yo llevara al mismo asesino en mis pulmones. Estuve a salvo, durante el periodo agudo de la enfermedad de mis padres, recluida en
un colegio y siempre lamenté que no me permitiesen cuidarlos. La tía Fiodora era viuda sin mas familia que mi difunta madre y su
sobrina, rodeada de amigos que entraban y salían todo el día de su casa. Cuando
se lo sugirieron, ella no aceptó las recomendaciones de regresarme al colegio. Fiodora
sentía predilección por la gente joven, le gustaba contar con mi compañía, y
estaba segura que viviría con ella hasta ser mayor, sin embargo, un año después
me casé con Nikolai, aquel médico con ilusiones de vivir
lejos de Moscú y sus problemas políticos, ingresó a mi vida y se llevó a su sobrina a las fronteras
occidentales.
La tía decidió mudarse a Francia, lejos de los posibles parientes de su difunto marido que se interesaran en su
herencia.
Las responsabilidades paternas no
le pesaban al doctor Gusev, pero en nuestro caso, esas responsabilidades se
entremezclaban con las circunstancias que rodeaban a Velika. Tres de sus colegas sabían sobre las particularidades
de nuestra hija, y solamente Frederich S. insistía en un tratamiento para ella,
los otros dos, estaban expectantes a su evolución; no podían establecer otra
conclusión, que darle tiempo al tiempo.
Nikolai me observaba, al principió titubeó
luego comenzó a hablar lentamente:
- Querida... no hace falta que te
preocupes Duscha, se fue y no sé si es lo mejor...o si cambiará en algo...
Enseguida se quedó callado. Me
incorporé en la cama, para demostrarle que estaba dispuesta a escuchar lo que
fuera. Se puso de pie, pasando nervioso la mano por su nuca se acercó a la
ventana después dándome la espalda declaró:
- Hubo una razón que me hizo
contratar a Duscha. Fue una carta en realidad, era una orden expresa de un
pariente de Velika...su único familiar directo con vida. Tal vez recuerdas, que
te mencioné al tío de Irina, se trata de un reconocido médico que vive en
Moscú. Me solicitó ubicar a Duscha en nuestra casa y siguiendo su voluntad,
ella, trajo consigo ciertas órdenes
específicas sobre el cuidado de la niña. Esos cuidados especiales desean evitar que la enfermedad la transforme, como hizo con Irina.
¡Dios Santo! ¡Mi hija tenía
familia! al saber que todavía quedaba un lazo con su madre un escalofrío sacudió mi cuerpo. Existía un tío que se preocupaba por ella, que deseaba saber si se
encontraba bien o quizás, esperaba el día que Velika se metamorfoseara y temiendo
lo peor nos había enviado a Duscha.
Me levanté del lecho, estaba
dispuesta a perdonar a Nikolai si renunciaba a ocultarme la verdad, y sujetando
sus manos le imploré que me contase, todo lo sucedido con Irina, la noche que
se la llevó de su hogar. Mi esposo se apartó de mí, todavía el peso de lo
vivido le hacia imposible hablar de ello. Apretó sus sienes con ambas manos y cuando
pensé que nuestro distanciamiento era definitivo se sentó en la cama y comenzó
a narrar los eventos que tanto temía revelarme.
- Irina quería beber sangre todas
las noches, y lo hizo durante todos los meses de su embarazo. Al crecer el bebé
creció su hambre. La sangre animal no le alcanzaba, y la familia de Irina
quería proteger a la criatura que llevaba en su vientre. Solo le quedaba una
opción a su padre...comenzó a buscar niños en diferentes pueblos. Les pagaba a
sus progenitores y se los llevaba, con el único fin de que Irina pudiera beber
su sangre.
Continuará...
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