Velika
Capitulo 1
Una madre
( octava parte)
( octava parte)
Sobre las necesidades de mi hija,
ahora entendía, que la niñera podía saber más que yo. Duscha se marchó y lamenté
que mi temperamento no me permitió haberla interrogado con más precisión. Desde
el salón de lectura me llegaba el sonido de los reclamos de Velika hacia su
padre, pidiendo leer juntos un libro. El ejemplar de Drácula, que mantenía
escondido, ya no parecía tan aterrador al lado de las muertes provocadas por
Irina.
En la mañana volvería mi rutina
familiar. Mi hija seguiría bebiendo sangre, tenia que asumirlo de una vez. Nikolai
amaba a su hija, de la misma forma que el padre de Irina la amó. ¿Qué pasaría
cuando creciera? Ella no cambiaría su hábito; tendríamos suerte si no se convertía
en una bestia sedienta. Hasta ese momento jamás tuve miedo de morir bajo su
sed.
Al dormir aquella noche, un sueño
me reveló una de las futuras posibilidades:
Me sentía sofocada por la
cantidad de personas, todos los nobles de Europa parecían estar presentes en la
ceremonia. Una reunión similar a una coronación. La familia del Zar estaba
sentada en sendos tronos con rostros alegres. Y entonces Velika hizo su
entrada. Con un paso solemne, iba vestida como una muñeca de porcelana, envuelta en un vestido de terciopelo azul con piedras bordadas; lucia como una
pequeña princesa radiante. Manteniendo la mirada fija hacia la familia real, parecía
que Velika había ensayado cada movimiento.
Todos la miraban fascinados. El Zar se puso de pie y le dio la mano, Velika hizo una graciosa reverencia, de esas que hacían reír al doctor Frederich S; en mi sueño mi hija y Nicolas II parecían conocerse, con un aplauso un oficial del ceremonial aclamó el encuentro de ambos en el centro del salón. Todos los presentes también aplaudieron. Luego los guardias abrieron las puertas y una larga fila de niños comenzó a ingresar en el salón. Eran niños pobres, de diferentes edades, avanzaban cada tanto empujados por un guardia, se desplazaban aturdidos por el pasillo principal. Dejando rastros de barro sobre la alfombra.
Todos la miraban fascinados. El Zar se puso de pie y le dio la mano, Velika hizo una graciosa reverencia, de esas que hacían reír al doctor Frederich S; en mi sueño mi hija y Nicolas II parecían conocerse, con un aplauso un oficial del ceremonial aclamó el encuentro de ambos en el centro del salón. Todos los presentes también aplaudieron. Luego los guardias abrieron las puertas y una larga fila de niños comenzó a ingresar en el salón. Eran niños pobres, de diferentes edades, avanzaban cada tanto empujados por un guardia, se desplazaban aturdidos por el pasillo principal. Dejando rastros de barro sobre la alfombra.
Como sucede en los sueños,
Nicolas II hablaba a los congregados en la ceremonia, pero yo no podía
comprender sus palabras; tanto la sensación de ahogo como de qué algo no andaba
bien, aceleraban mi corazón. Quería acercarme a mi hija , llamar la atención de Velika, pero una
rolliza duquesa me estorbaba.
El Zar seguía con su discurso, en
forma grandilocuente moviendo las manos, un discurso ahora dirigido
especialmente a los niños pobres, porque señalaba uno por uno a los que tenia
enfrente.
Y entonces su hijo, el joven
heredero al trono, se acercó a Velika la tomó con suavidad de la mano, para
ubicarse en el centro delante del Zar. Velika y el niño observaron el grupo de
los infantes pobres. De entre ellos, el hijo del Zar, escogió una niña muy pequeña, bastante menor que
Velika. La pequeña fue empujada hacia el frente por un guardia y enseguida se
puso a llorar.
Comencé a gritar, solo para ser escuchada por la
multitud, porque yo seguía con mis oídos sordos; llamaba a Velika en forma desesperada; no me cabía duda de lo que ocurría en esa ceremonia.
Esa chiquilla era la ofrenda. Un regalo, para
un vampiro.
La rolliza duquesa adrede me impedía pasar. Mi
desesperación alertó a los niños pobres, que comenzaron a dispersarse entre los
nobles, no parecían tener miedo, no huían. Golpeaban a patadas a los viejos
aristócratas, tirando al suelo a los desprevenidos que confiaban en que
respetarían el poder de su autoridad pero, de nada les servia sus títulos, ante
el ataque de los mocosos.
Velika se reía, mostrando unos afilados
colmillos, de una forma divertida pero demencial viendo como todo se convertía
en un caos. De pronto, giró su cabeza hacia el hijo del Zar y clavó sus dientes
en el joven Romanov. La sangre corría por el cuello del pequeño, y el resto de
los presentes solo intentaban escapar del ataque de los niños pobres. La única
que se mantenía tranquila en un rincón mirándome fijamente era Duscha.
Una sensación helada en mi
mejilla me despertó. Abrí los ojos para encontrarme con la mirada de Velika que
mantenía su manito apoyada en mi cara.
- Mami, ¿puedes amarme?
Su vocecita me rescató totalmente
de la angustia de la pesadilla.
- Si preciosa, puedo amarte hasta
el infinito, te lo juro hija ¿y tú? ¿Puedes amar a tu madre?
Sacudió sus bucles
afirmativamente y me abrazó torpemente intentado subirse a la cama. Y corriendo
mi cabello con cuidado, murmuró en mi oído.
- Mami, no quiero ir al palacio del
Zar.
Todavía no comprendo si Velika dijo eso mientras
yo seguía soñando.Si no fue así.
¿Cómo supo dónde transcurría mi sueño?
Sin Duscha y sus lecciones de música.Tuve que buscar nuevas distracciones para Velika, ninguna de las dos
mencionamos el incidente del cervatillo. Creo que ella olvidó lo que ocurrió en
el bosque.
Velika era como cualquier niño de cinco años; inventaba juegos a
diario que luego olvidaba. No extrañó a su niñera, no fue como en veces
anteriores. Estaba creciendo y madurando, entendiendo que los adultos tienen sus
propios asuntos. Dos meses después nos mudábamos a Rostov, debíamos mezclarnos
con la gente, basta de aislarnos detrás de las montañas. Seriamos una familia
normal.
Excepto que Nikolai tenia
planeado trabajar en un hospital y garantizar la alimentación de nuestra hija.
Continuará...
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