Aquel martes desaparecí y juro que revisé cada cajón, cada puerta y cada espejo. Yo no estaba y no pude hacer otra cosa que llorar.
Tantas veces lo dije, lo grité lo reclamé y ahora era real; tantas veces rogué por no existir, solo ansiaba evaporarme del mundo. Y al entender lo que había sucedido, cuanto lamenté no haber sabido amarme...no apreciar mi estúpido sentido del humor; mi nariz rara y mi cabello rebelde.
Incluso lamenté no haberme reído de cada uno de mis defectos y alegrarme por mis pocas cualidades...era tarde no estaba y no regresaría.
Adriana Cloudy
Adriana Cloudy
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