Queridos lectores: pido disculpa por el atraso que sufren las novelas. La razón es técnica, mi computadora personal ,donde escribía y guardaba todo mi material, se quemó por un golpe de alta tensión. Por ahora, gracias a una amiga, utilizo una lapto escolar; no es lo mismo para mis ojos y pronto deberé regresarla, y la peor parte es que hasta ahora se presenta imposible costear el arreglo de la mía.
Afortunadamente estoy hallando mis manuscritos, por eso hoy un nuevo capitulo de Mensajes para un gran amor está a punto de comenzar en el blog.
* * *
CAPITULO VII
TIEMPO PERDIDO
(primera parte)
Sor Inés llamó
por teléfono a Teresa. Le avisó que esa misma tarde iría a verla para
informarle los detalles de su visita a la clínica, pero que también llevaba un
recado especial de la Madre Superiora, para doña Ester.
Teresa sintió
todo el día a su corazón latir fuertemente en su pecho. Si la monja había
confirmado que su abuela era la media hermana de su patrona… ¿Cómo se lo diría
a doña Ester? o era mejor evitar una discusión y buscar directamente un abogado
que se ocupará del asunto. El primer paso seria solicitar un análisis de ADN.
Confirmado su parentesco, parte de la fortuna que quedaba podría ser suya.
El ama de
llaves preparó el almuerzo y sirvió la mesa, disimulando su ansiedad. No quería
hacerse ilusiones pero no podía evitar cavilaciones sobre su futuro.
¿Sería un día
la dueña de la mansión? quedaban solo dos grandes propiedades pertenecientes a
los otrora influyentes Molinari de San Onofre: La mansión y las tierras donde
se encontraba la clínica. El dinero depositado en los bancos estaba
administrado por una firma contable, de tal forma, que lograban cubrir todos
los gastos de ambas propiedades.
A Ester que no
entendía nada de contabilidad poco le interesó conocer a cuanto ascendía su
herencia. Cuando se leyó el testamento de su padre, y se le aseguró que nunca
le faltaría dinero, simplemente mencionó que ella ya había perdido lo único que
tenia valor en su vida.
Hubo un época en
que los Molinari era dueños de casi todo el pueblo todos esos enormes campos ya
estaban vendidos. Y curiosamente, varias
hectáreas en el testamento fueron otorgadas a otra mujer. Una amiga de Ester: Ofelia Valente. Por este
hecho, Ester entendió que algo extraño y desagradable había estado pasado
durante años frente a sus narices. Conocía muy bien a su padre, no se
caracterizaba por ser un hombre generoso pero si solía compensar favores.
Especialmente favores personales.
¿Qué podía
reclamar Teresa?
Sentada frente
a la ventana que daba a la huerta, la empleada suspiró profundamente, el dinero
no era importante. La memoria de sus fallecidos padre y abuela era lo único que
la motivaba a revelar la verdad. Para darles la identidad que se les había
negado en vida.
Teresa sabía
bien, que su abuela siempre fue tratada en San Onofre como una ahijada de
Benito, a pesar de que las malas lenguas murmuraran otra cosa.
¡La cara que
pondría doña Ester!
Al tener que reconocer que el padre de Teresa fue
su sobrino. El nieto ilegitimo de don Molinari.
- Papá nunca quiso pedir nada a los Molinari-
meditaba Teresa.
Y en esa
actitud mucho tuvo que ver su abuela Rita. Ella aseguraba que en su juventud había
conocido al hombre más cruel del mundo: El frío y controlador Benito Molinari.
Rita descubrió
que Benito era su padre biológico al nacer su único hijo, el padre de Teresa;
su bebé tenía los mismos ojos de aquel supuesto tutor; años después, cuando
supo de su muerte no reaccionó, ni volvió a mencionar sus anécdotas infantiles
junto a Dalila, sobre él, solo expresó cierta vez que la muerte para ese hombre
era un leve castigo.
Pidió a su hijo
y nieta que nunca molestaran a Ester. Pero actualmente, Ester era una anciana
solitaria, sin herederos. Teresa no deseaba perjudicarla. Únicamente aclarar la
situación familiar.
Alrededor de
las 6 de la tarde, llegó sor Inés. Fue recibida enseguida por Teresa que lucía sonriente
y muy nerviosa. En voz baja apenas cruzó la puerta de la cocina la interrogó:
-Hermana ¿cómo
le fue? ¿Sigue en la clínica el paciente
que buscamos?
-Si querida
amiga… puedo asegurarte que se encuentra bien cuidada. Pero mis noticias son algo
ambiguas todavía- respondió ella, sin demostrar entusiasmo.
-¿Cómo
ambiguas?- preguntó, confundida Teresa.
-No son ni
malas ni buenas- Agregó Inés en el mismo tono de voz.
Las dos mujeres
se miraron fijamente en silencio. Teresa tratando de adivinar que le había
pasado en su encuentro; Inés buscando la
manera de no decir algo que lamentara después. La religiosa mantendría firme su postura: El diario no pasaría a otras manos.
-No pude hablar
con ella. De hecho no habla-dijo por fin.
-¡Está ya muy
enferma! ¡Morirá pronto!
-No, su salud
física es buena. Normal para su edad… el problema con ella es que no suelta
palabra con nadie, según su médico desde que la internaron jamás habló.
-Entonces, está
todo perdido- comentó derrotada la empleada.
-¡No todavía!
Me entregaron algo que puede servir.
-¿Qué
cosa?
-No te puedo
decir.- fue la respuesta de la monja.
-¿Por qué no?
¿Qué le dieron? ¿Un archivo de salud? – preguntó esperanzada la empleada.
-Otra
cosa...algo personal... un diario-se le escapó a la religiosa.
La pobre Inés no quería desanimar a Teresa y viendo la cara
de angustia de su amiga quiso darle un poquito de aliento.
-¡Un diario!
¿Lo tiene acá?- exclamó ansiosa la empleada.
- No traje nada
y prometí no mostrarlo-aseguró Inés.
Teresa, levantó las cejas.
-¿A quién prometió semejante cosa? ¡A Dalila!
¡No qué no hablaba!- replicó con energía, pero casi susurrando para no ser
escuchada por su patrona.
-A la persona que me lo entregó.
- Vaya… ¿Es el
diario de ella?- preguntó Teresa abriendo muy grandes sus ojos.
-No
exactamente-dijo la monja.
-No entiendo.
Creo que es mi derecho saber más- protestó consternada Teresa.
Lamentaba no
haberse atrevido a ir personalmente a la
clínica; presentarse disfrazada como lo había pensado muchas veces. Por ahora,
en vista del hermetismo de Inés no podía hacer otra cosa más que esperar y
aceptar la palabra de la religiosa.
Mensajes para un gran amor.
Una novela de Adriana Clody.
Todos los derechos reservados.Argentina 2010
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