Una canción para la medianoche
Coleccionar objetos antiguos podía ser algo costoso y
Joaquín no pretendía convertirse en un coleccionista. La radio que había
comprado era sólo un impulso, además el precio lo hizo decidirse rápidamente
fueron apenas unos billetes que no
afectaban su presupuesto mensual.
Por fuera, el aparato, lucia elegante y con ayuda de un
amigo podría hacerla funcionar. Esteban
se presentó a la hora de la cena.
-Está bastante bien cuidada, ¿la encendiste?
-Si, pero sólo se oye el sonido de la estática. Deberíamos
revisar si algo puede estar quemado
Joaquín la encendió para demostrar que la parte eléctrica funcionaba,
y al llegar al dial 640.5
Surgió una voz
femenina que recitaba un poema, cálidamente mencionaba estrofa por estrofa,
cuando finalizó dijo: a continuación la canción “Strangers in the night “ por Frank Sinatra
-Nada mal- exclamó Esteban -mañana llévala a mi taller y la
revisamos bien.
Joaquín lo miró con un aire ensimismado, permaneció atento a
los versos de la canción.
Durante siete noches, Joaquín puso la radio en el mismo dial
.Ni siquiera sentía necesidad de buscar otra radio y cada noche la mujer leía
un poema diferente que cerraba con la misma canción.
-Amigo, ¡me estoy volviendo loco!- aseguró Joaquín a su
amigo.
-Muchos se enamoran de las locutoras, es normal – replicó
entre risas Esteban- ¿Por qué no vas a conocerla personalmente? , si no es
bonita serás libre de ese amor platónico
que tienes.
-No dan el teléfono de la emisora pero si la dirección-
replicó el oyente cruzando los brazos, hablar primero facilitaría evitar verse
como un acosador - Lo haré, me daré una vuelta por pura curiosidad.
- Conoces el dicho ese de la curiosidad mató al gato-le dijo
Esteban guiñando un ojo.
Un domingo temprano llegó hasta la dirección de la radio, se
encontró un viejo edificio abandonado. La antena estaba en el techo, pero todo
a su alrededor e incluso lo que se veía del interior estaba en ruinas. Era
imposible que ése fuera el lugar desde donde se hacia la transmisión. Otra vez,
cerca de la medianoche Joaquín volvió a escuchar a la locutora y sin dudas la
dirección visitada había sido la correcta.
La noche siguiente decidió poner en práctica una estrategia
más segura, acudió al lugar a la hora que comenzaba el programa radial. Llegó
justo cuando sonaba los acordes de la canción diaria.
...we were strangers
in the night
up to the moment when we said our first hello..
Apartó muebles viejos, subió las escaleras, recorrió un
pasillo a oscuras orientándose sólo por la música y al abrir la puerta del
estudio de radio, el lugar estaba vacío.
La canción había
terminado.
¿Una computadora pasaba cada noche una grabación? No había
ninguna computadora, la mesa de sonido, los micrófonos, todo el equipamiento, no era moderno y estaba
tapado bajo gruesas capaz de polvo. Era obvio que nadie estaba utilizando el
estudio, sin embargo, Joaquín
espontáneamente se dijo para si mismo:
-Llegué tarde.
La noche siguiente sujeto a su obsesión por conocer a la
mujer regresó a la radio abandonada. Estuvo
varios minutos antes de la medianoche, que era la hora de comienzo del
programa.
Se apresuró a subir las escaleras, dirigirse al estudio se
le hizo ahora mas sencillo porque ya conocía el camino. Abrió la puerta y
descubrió sentada frente al micrófono una figura casi transparente que hablaba
con esa voz pausada y clara que tanto
agradaba a Joaquín.
No tuvo miedo ante la visión fantasmal, cuando atravesó la
puerta todo se corporizó. Una chica de unos veinte y tantos años, muy bonita,
le hizo una seña con su mano para que se sentara cerca de ella.
-¿Te gusta la canción o los poemas que recito?
- Ambos.
- ¿Te quedarías conmigo?, llevo mucho tiempo esperando por
un compañero para no seguir sola cada noche.
- ¿Puedo elegir mi propia canción?
- Por supuesto, en la radio tenemos varios discos.
Joaquín revisó las cajas con vinilos y eligió uno
- ¿Te parece bien, Blue Moon de Nat King Cole ?
- Me encanta esa canción – ella le sonrió y el hombre supo
que nunca se cansaría de escuchar la melodía.
Esteban en vano buscó a su amigo. También él fue a la
emisora. El lugar estaba desierto. Repitió las visitas con esperanzas de dar
con Joaquín. Todo permanecía bajo el abandono. Lo esperó días, meses, años y no
regresó.
Cada vez que extraña demasiado a Joaquín, sintoniza 640.5
en esa vieja radio que compró su amigo, para poder oírlo junto a la
mujer de la voz seductora.
Lo escucha, atrapado en una lejana medianoche, recitando
algún poema o pasando alguna canción olvidada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario