domingo, 12 de julio de 2015

Velika

Sinceramente, nunca pensé en escribir algo sobre vampiros, amo la figura del vampiro y temía, no encontrar una historia a la altura de los príncipes de la noche.Hasta que apareció ella con su historia, la madre de Velika, trajo consigo la llave para comenzar esta novela. Todavía en proceso de escritura compartiré todo el primer capitulo.
Agradezco a quienes comenzaron a brindarle su apoyo y cariño a Velika en facebook.





Velika 
Capitulo 1 
Una madre
(primera parte)



Convertirme en madre parecía limitarse a un amargo sueño cuando, pese a los desmesurados cuidados de mi esposo, perdí el segundo embarazo. Para mi corazón de mujer, no tener a quién ofrecer cariño maternal era casi una agonía. Intentaba disimular mi tristeza, tratando de no atormentar a mi compañero de vida.
Mi esposo Nikolai Gusev, un reconocido médico en nuestra región, era quien se sentía más desolado de los dos, y seguramente se culpaba a diario, por no hallar la razón que había producido nuevamente, no poder superar el tercer mes de gestación. Aplicando su criterio médico, me sugirió que era mejor ya no poner en riesgo mi bienestar y olvidarnos de tener hijos propios. A pesar de este triste pronóstico, la maternidad se presentó en mi vida.
Nikolai visitaba habitualmente a sus pacientes sin importar la distancia, una mañana de enero, salió a cumplir con sus funciones hacia un poblado ubicado a varios kilómetros de donde vivíamos, y regresó después de una semana, cargando una hermosa bebita que se hallaba sola en el mundo.
 Al verla, sentí que recibía un pequeño milagro envuelto en una manta blanca. No dudé en llamarla Velika que significa: maravilla.
La felicidad se apoderó de mi ser, cuando depositó a la niña en mis brazos. Esa pequeña criaturita llegaba a nuestras vidas como un ángel. Pero, a pesar de todo mi cariño y esfuerzo por cuidarla, la bebita era muy frágil. No bebía la leche que se le ofrecía en biberón y pasaba horas llorando por hambre. Mi esposo trajo a una de sus pacientes, que había tenido un fuerte varón hacía dos meses para alimentarla. Sus pechos lucían enormes y la mujer parecía saludable e higiénica; teníamos la esperanza de que pudiese amantar a nuestra pequeña Velika. Lamentablemente al tercer día, nos dimos por vencidos. La niña se negaba a beber del pecho de una nodriza.
Confundida y desolada paseaba con Velika en brazos tratando de consolarla. Intenté sin éxito otras infusiones que un bebé pudiese tolerar; hasta que nuestra cocinera decidió preparar ella misma una fórmula que había aprendido de unos familiares húngaros.
 Llenó un biberón con leche de cabra y le puso un buen chorro de sangre de la cabra ordeñada, a  la que le hizo un corte en su oreja. El liquido rosado fue degustado y engullido con entusiasmo por Velika. Mi esposo y yo reímos felices al ver a nuestra hija alimentarse.
 La misma fórmula bebió hasta su primer año de edad, pero siguió rechazando otros alimentos. Su padre decidió que lo mejor sería que Velika continuase con su dieta de sangre y leche de cabra, hasta que fuese mayor. Se transformó en una risueña criatura de rubios cabellos y vivaces ojos llenos de curiosidad, y con entusiasmo dio sus primeros pasitos guiada por mis manos. Conservó su palidez y debía cuidarla de que no se golpease jugando porque, su exclusiva alimentación, no le garantizaba una buena salud.
Como mujer cristiana, aunque reconozco no ser una devota religiosa, quise bautizar a nuestra hija anhelando que su cuerpecito se volviera tan fuerte como el de un niño normal, gracias a la protección divina. Mi propuesta fue rechazada de plano por mi esposo; me explicó que la salud de nuestra niña no cambiaria por recibir el sacramento del bautismo. Y aunque afirmé que no era esa la razón para ofrecerle a mi hija el camino del catolicismo, se disgustó y me dijo que mi repentino interés por la Iglesia era similar a quienes creían todavía, en viejas supersticiones. Ninguna fuerza sobrenatural iba a ser necesaria para proteger a la niña; él mismo que era su padre y su médico, velaría por su crecimiento. 

Y entonces, me hizo notar que un sacerdote estaría interesado en registrar el origen del nacimiento de Velika y eso, no nos convenía.
 ¿De dónde provenía mi hija?
Me negué a creer que mi marido hubiese robado a la niña. No podía imaginarlo apoderarse de un bebé, sólo para terminar con mi tristeza. Admití que tenía razón sobre el registro de nuestra hija: ningún papel nos adjudicaba la tutoría de la niña
¿Y si algún familiar lejano la reclamaba? Se la llevaría de mi lado, para darle una vida de miseria, sin comprender que ella era muy especial.
Sin los cuidados adecuados: Velika moriría.
¡Nunca permitiría que la desgracia cayera sobre mi hija! Los dos ahora éramos sus verdaderos padres y nuestro amor la protegería de cualquier mal.
Los meses pasaron, mi pequeña crecía muy lentamente, con algunos episodios de fiebre. Solía dormir demasiadas horas y mostrarse agotada, en esos casos de debilidad extrema, la ración de sangre animal en la leche era proporcionalmente mayor. Al cumplir la niña sus dos años de edad mi esposo buscó a una joven aldeana, para que me ayudase a cuidarla, y durante un tiempo todo estuvo bien. La chica era amable y callada, obedecía mis órdenes sin quejarse y era cariñosa con mi hija. Los meses pasaron Velika se convirtió en los más importante de nuestras vidas. Por fin tenía con Nikolai la familia que siempre soñé. Sin embargo, la realidad golpeó mi voluntad maternal una mañana cuando fui por un vaso de agua a la cocina. Encontré a nuestra cocinera cortando con suavidad el brazo de la aldeana y con esa misma delicadeza vertiendo la sangre de la niñera en una taza. Les grité indignada, reclamándoles por realizar lo que parecía un ritual de brujería en mi propia casa. La cocinera con calma me explicó que mi esposo había solicitado mezclar una pequeña porción de sangre humana en la leche que habitualmente bebía Velika.


Macabro, grotesco, o acertado criterio médico; mi cabeza intentaba comprender que tipo de enfermedad habría heredado mi hija, para necesitar semejante sustento. Además no parecía ser la solución al delicado aspecto que mostraba. Su piel era tan blanca que fácilmente se percibían sus venas y esa cualidad transformaba al sol en un enemigo mortal. Debía salir con ella durante la noche para pasear en el jardín, y en el día, Velika permanecía en casa durmiendo hasta el atardecer.
A pesar de todo, su mirada provista de fuerza e inteligencia y de enormes deseos de vivir, me tranquilizaba.
Nikolai se negó a darme explicaciones sobre el extraño proceder de la cocinera y simplemente despidió a la aldeana. Fue la primera de muchas veces que no pude tener acceso a las cavilaciones de mi marido.







Cuando tuvo los tres años cumplidos, Velika no solo era una niña hermosa también deslumbraba con la gracia que comenzaba a desarrollar: hablaba bastante bien e incluso repetía palabras en diferentes idiomas. Me hacia reír escucharla pronunciar pequeñas frases en francés o italiano. Nuestra pequeña demostraba ser un prodigio, sin otros niños con los que pudiese jugar, decidimos mantenerla ocupada. 
Una maestra fue contratada para guiarla en clases de música y baile. Si algo admiré siempre de mi esposo es que él realmente apoyaba una completa educación para la mujer. Aspiraba a darle todo el conocimiento posible a Velika, convencido que solo el saber vuelve fuerte a un ser humano. Eran felices mirando diferentes libros padre e hija. Solía leerle poesía antes de dormir y relatarle historias mitológicas, a pesar que la hora de dormir de la niña coincidía con la salida del sol. Nikolai nunca estaba cansado para acudir a los reclamos de un abrazo o un beso.



Duscha llegó recomendada por un colega de mi esposo, y demostró ser una buena profesora de música. No le sorprendió que tuviese que pasar la noche despierta dando clases. Velika y ella pasaban muchas horas tocando el piano; y a pesar de que su contextura física todavía no la ayudaba a sostenerlo sobre su hombro, insistía para que Duscha le prestase el violín.  Mi hija entabló un vínculo de maternal amistad con su profesora; muchas veces pedía que fuese ella, y no yo, quién se ocupara de acostarla.
La alegría y tranquilidad reinaba en nuestro hogar.
Mi chiquilla creció y se fortaleció adquiriendo el aspecto de una niña normal; finalizaron las tazas diarias con leche de cabra. Su médico y padre encontró una mezcla adecuada de vitaminas para ella. Una especie de melaza que consumía cada noche.


Era un alivio sentir que nuestra hija podría crecer sin problemas. Su carita lozana y su inteligencia nos demostraban que superaría las etapas del crecimiento sin problemas. Hasta que un día, la maestra, por una urgencia familiar se ausentó por dos meses. Cuando transcurrió la primera semana de ausencia, Velika comenzó a presentar síntomas de agotamiento. Su carácter enseguida se vio afectado, entre dormida lloraba y nos costaba despertarla. La fiebre y el delirio consumían a mi hija. Mi esposo llamó a otros médicos para que vieran su estado: un médico holandés y otro alemán. Ambos se mostraron sorprendidos del aspecto irreal que tenía la niña. Asustaba cuando sus ojos se inyectaban de sangre mientras gritaba y se retorcía impidiendo que la revisaran. Si no se hubiese tratado de hombres de ciencia, quizás, los colegas de mi esposo habrían sugerido un exorcismo. Su condición era un enigma y nos aconsejaron mudarnos a una ciudad que tuviese un hospital dónde internarla si fuese necesario.
Velika afiebrada, gemía y gritaba cada noche, sin poder establecer que le dolía. Dos meses estuvo en cama apenas bebiendo infusiones de yerbas y leche.
El regreso de la maestra de música puso fin a su pesar. Al enterarse, Duscha me pidió cuidarla personalmente , mi cansancio hizo que aceptara que se mudase su cuarto; al tercer día Velika saltó de la cama y fue corriendo escaleras abajo para abrazar a su padre que escribía unas cartas en su escritorio.
Estaba curada. No quedaron rastros de tantos días de agonía. De todas maneras, el temor de perder a mi hija me atormentaba a cada momento, y su repentina mejoría me intrigaba. Sentía que la respuesta a su milagrosa curación se encontraba en su origen. En su familia…su verdadera familia. ¿Qué clase de personas eran? ¿Y la causa de la muerte de su madre? ¿Habría padecido alguna enfermedad que le hubiese transmitido durante el embarazo?
Mi esposo había acudido en auxilio de los residentes del pueblo donde nació Velika, cuando fueron víctimas de una peste que afectaba sin piedad a hombres y mujeres. Velika era una sobreviviente pero, yo tenía que saber si cargaba restos de un mal en su cuerpo. La locura, la anemia, ¿qué amenazaba a mi pequeña? No era una peste conocida, era algo más... y sentía que sobre ese tema, mi esposo me ocultaba la verdad.



CONTINUARÁ...




Click en la imagen para acceder a la segunda parte 






Velika 2015 Argentina. 
 Escrita por Adriana Cloudy © Todos los derechos reservados




3 comentarios:

VidaHistoriaLibros dijo...

Hooola. Bueno, yo no leo mucho por internet por la vista pero al final me quedé leyendo, así que supongo que está buena! :)

Yo creo que se come a Duscha jaja

Un beeesooo,

Pao.

Adriana Cloudy dijo...

Hola Pao, a mi también me cuesta leer en la compu pero como autor no tengo otro espacio, es mas, borré mucho de Velika de face para traerlo al blog. Leer en el blog siempre es más cómodo. Me gusta que te hayas quedado leyendo eso es un gran apoyo para mí y para Velika. Gracias por la visita.

Deya dijo...

Vaya! Me atrapaste, me gustó como relataste la historia e irremediablemente quiero saber que sucede, tienes una seguidora más, te invito a pasarte por mi blog :)

Me gusta la mamá de Velika, no es tonta, saca sus propias conclusiones, yo creo que Duscha es vampiro igual, que viene del pueblito de donde fue rescatada Velika jaja y que le da infusiones de sangre puras muajaja

En fin... Saludos!