CAPITULO VI
SIN REMORDIMIENTOS
(tercera parte)
La siguiente
mañana se presentaba muy agitada para Adrián. Temprano, fue a la estación de trenes
a buscar una caja con lentes para sus cámaras.
Después iría al diario local, y por supuesto debía prepararse para la
entrevista, porque a las seis de la tarde, lo esperaba Ofelia Valente.
En la estación,
ese día, se encontraba atendiendo el puesto de flores, Víctor. Adrián tuvo intención
de saludar a doña Ethel pero cuando vio a su hijo de lejos, ni se acercó al puesto. Fue directo hasta los
depósitos para retirar su encomienda.
Víctor también
lo había visto a él y estuvo siguiéndolo con la mirada para fijarse que lo traía
por la estación. Notó que iba a los depósitos. Se mantuvo atento, tratando de
adivinar que iba a buscar.
Fácilmente Víctor podía informarse sobre que le
habían enviado. Los trabajadores del depósito eran sus amigos y solían armar, de vez en cuando, alguna noche
de cervezas.
Víctor estaba
tan interesado en observar la actividad de Adrián que ni se dio cuenta de la presencia de Jacqueline. Su novia tenía
un día libre y había llegado en el primer tren de la mañana.
-¡Mi amor! ¿No
estás feliz de verme?- preguntó rodeando con sus brazos el cuello de su novio y
le besó suavemente.
-Si... mi
dulzura. Es solo...que no te esperaba hoy. Es lindo que hayas venido.
- Creí que hoy
atendía tu mamá. ¡Le traje una caja caramelos!-comentó alegremente- ¿Está ella
bien de salud? ¿Tuviste que reemplazarla por hoy?
-Si, ella se encuentra...bien.
Mientras
hablaba, Víctor estiraba la cabeza para poder ver dónde estaba Adrián. Quería
asegurarse si ya se había marchado, para poder ir hasta los depósitos. Notando
a su novio demasiado distraído de la conversación, la muchacha, guió su mirada
también hacia los depósitos.
-¿A quién estás
buscando?-preguntó con extrañeza Jacqueline.
-¡A nadie en
especial! ¿Por qué no le llevas los caramelos? Puedes esperarme en casa, y
hacerle compañía a mamá, estaba cansada y prefería quedarse. Cuando cierre voy
directo para allá.
Insistió el
profesor, ansioso por ocuparse de sus
asuntos y de que su novia lo dejase tranquilo. Deseaba acercarse a los depósitos
de encomiendas lo antes posible, seguro de que cada paso del director de cine, podía
poner en peligro su plan. Jacqueline recibió un rápido beso y fue despedida sin
otro comentario. Justo para que Víctor pudiera ver claramente, como se marchaba
el cineasta con una enorme caja llena de etiquetas que alertaban: Frágil.
La estación no
era muy grande. Estaban tanto las ventanillas de venta de pasajes, como los
negocios uno al lado del otro. El vendedor cerró el puesto.
Colocó en la puerta un cartel que decía:
REGRESO EN 10 MINUTOS
Rápidamente se
dirigió hasta la ventanilla del depósito de encomiendas y se asomó saludando al
encargado.
-¡Hola Bruno! Dime
si recién estuvo por acá un hombre que no es del pueblo. Muy alto, de cabello
castaño de apellido Di Marco.
- Si señor, ¿Qué pasa con él?
-Quería saber
que le enviaron- dijo el profesor,
guiñando un ojo a su amigo.
-¡Víctor! ¿A
qué se deberá tu curiosidad? -replicó risueño el despachante.
Desconocía el
motivo de interés de Víctor. Pero la filosofía de Bruno era: siempre ayudar,
sin excusas, a un paisano. Por eso, aunque no fuese muy ético, no tuvo objeción
en revelarle el contenido de la encomienda.
-Bueno te diré,
se le nota bastante que está de turista. Le llegaron varios lentes y unas cámaras
de fotos muy costosas.
Adrián era muy
desconfiado y había abierto frente al empleado la caja., para revisar con
cuidado que todo estaba en condiciones y no lamentar daños. Nadie atendería sus
reclamos si descubría algo roto después.
Víctor regresó hasta
su puesto de flores, molesto y sintiendo que la cólera crecía en su interior. El
entrometido terminaría por estropear sus planes. No tardaría Ester Molinari, en
enterarse que alguien buscaba a su hermana. No iba a permitirle continuar esas
investigaciones. Adrián, no sabia que tenía un potencial enemigo.
El atareado
director de cine salió de la estación de trenes y fue directamente al periódico
local. Una recepcionista se ofreció ayudarlo. Adrián le consultó por el origen
del periódico. Tal como le había dicho su tío, el medio gráfico, tenía unos
cincuenta años de actividad.
-Estas son
fotos del primer grupo editorial que trabajó en el periódico-dijo la recepcionista
y señaló varias fotos enmarcadas, que se encontraban colgadas a lo largo de un
pasillo.
-Aquí están, el
señor Roberto Ferbre y su esposa Alba. Ella fue nuestra directora cuando falleció
su marido. En la primera etapa, la señora Alba era columnista. Al lado de ellos,
se encuentra el señor Efraín Benito Molinari un importante socio inversor y
también miembro fundador. Gracias a él se compró todo lo necesario para la
imprenta.
Qué astuto.
Invertir en un diario. Poder manejar la información- pensó Adrián- Molinari
sabía bien lo que le convenía.
-¿Estos dos
hombres quienes son?-preguntó señalando otra foto, a la secretaria.
-El caballero
de la derecha escribía sobre economía, se llamaba Lucio Baltasar Bravo y el
otro era un psiquiatra que escribía en
la sección de salud, era el doctor Mijail
Dravinovich, después abrió una clínica fuera del pueblo y el señor Bravo
se dice que emigró al extranjero.
La empleada del medio gráfico estaba feliz de
tener un oyente. Siguió desarrollando la
historia del periódico local sin dejar de lado ningún detalle.
- Cuando doña
Alba se hizo cargo convocó a todo un nuevo personal y después, a su retiro,
dejó el diario a una comisión formada
por periodistas que colaboraron con ella. Está comisión sigue trabajando
actualmente.
-¿Hay todavía personal
de los primeros años del diario?- le consultó el muchacho- seria perfecto para
el documental el testimonio de un periodista de esa época.
-La mayoría se han jubilados, ahora trabajan sus nietos o algún
hijo. Somos una empresa bastante familiar.
-¿Podría ver alguno
de los primeros números que salieron del
periódico?-le pidió Adrián.
- Aquí luce enmarcado, cada una de las páginas, del
primer ejemplar. El 12 de junio de 1958, nuestro pueblo estaba orgulloso de
tener su propio informativo local.
Adrián observó
atentamente la parte de sociales. Se había festejado el cumpleaños número
dieciocho de Ester Molinari, en la foto central, ella lucia radiante en medio
de cuatro amigas. En otra aparecía junto su padre. Pero llamó la atención del
cineasta, la mirada de la joven, en la tercera foto. Ester posaba junto al
columnista de economía. Él con una gran sonrisa le entregaba un enorme ramo de
rosas y ella lo miraba a los ojos con ese brillo que despide la mirada de una
mujer enamorada.
-¿Hubo algún
hecho policial importante en la zona que tuvieran que cubrir? Un caso que
conmocionara a toda la comunidad- quiso saber Adrián
-No creo. Accidentes
tal vez... un hecho policial... ¿de qué tipo?... ¿un asesinato?
-Algo así.
-Me parece que
no. Hubo algunas desgracias que trascendieron. Como el suicidio del dueño de
unos campos. Resultó en un escándalo porque perdió toda su fortuna. Sus bienes
fueron embargados ¡La familia quedó sin nada! Prácticamente en la calle-comentó
la empleada que recordaba bien ese suceso.
Adrián agradeció a la empleada por su colaboración y le aseguró que regresaría, para saber más sobre
la trayectoria del pequeño diario local. Tenía otras cosas que hacer ese día.
Eran ya casi
las tres de la tarde. Adrián deseaba probar la cámara y los lentes que le habían
enviado. Tomó por el camino que lo llevaba directo a la mansión Molinari.
Estacionó su auto bajo unos árboles. Extrajo con cuidado su equipo de fotografía
del baúl, y caminó varios metros por el costado de la cerca de arbustos que
resguardaba la casa de Ester. Asegurándose que nadie lo veía se escondió entre los
espesos arbustos
El visor nuevo
le permitía captar con bastante claridad el jardín trasero de la residencia. Gatilló
un par de veces su cámara. Concentrado en su tarea no escuchó los pasos de
alguien que se acercaba.
De pronto
sintió una fuerte punzada desde la nunca
hasta su frente. Había recibido un golpe por la espalda y enseguida sintió otro
más fuerte. Indefenso cayó al suelo, perdiendo el conocimiento.
Continuará...
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