jueves, 25 de diciembre de 2014

UN ABRAZO NAVIDEÑO (cuento)


¡FELICES FIESTAS PARA TODO EL MUNDO! 
los invito a leer mi primer cuento de Navidad. 


Para Joaquín, como para cualquier adolescente de quince años, tener que ayudar en el negocio de su madre resultaba tedioso en todo sentido. Atender clientes durante sus vacaciones resultaba un postre bastante agrio, cuando podría estar dando vueltas por la ciudad o jugando con la play-station  pero, sin su ayuda, su madre habría contratado un empleado temporal y en ése caso, Joaquín se perdería un dinero extra que podía gastar con sus amigos.


La temporada de las fiestas se trabajaba horario corrido; tanto su madre como él no tenían un momento de descanso. Su hermano mayor ayudaba en el depósito, y aunque estar entrando pesadas bolsas sobre el hombro, no era del gusto de Joaquín, quién además no poseía la contextura física de su hermano, envidiaba a veces su suerte. Sobretodo cuando lo veía apoyado en la puerta con una taza de café diciendo: “¿cómo va todo mamá?”, mientras a Joaquín le tocaba mostrar a las abuelitas de la ciudad, calzones de distintos colores para regalar.
Se vendía de todo, desde porciones de queso hasta metros de tela. Tenían el negocio más grande del poblado. No había otro comercio similar a kilómetros a la redonda. Durante la jornada la clientela era muy variada. Joaquín había dividido a los asiduos consumidores en tres categorías:

Los Zumbadores: esos clientes que hablaban mucho y sin parar, cuyo tema favorito consistía en hablar de los vecinos.

Los Exasperantes: los que le hacían mostrar infinidad de cosas y no compraban nada, o elegían lo primero que les había mostrado.

Los Espantosos: En esta distinguida categoría se encontraban los clientes que ponían a prueba su estómago; al verlos no sabía si preguntarles que deseaban o ponerse a gritar llamando a su madre y hermano. En ésta categoría se encontraban linyeras; borrachos; drogadictos, etc. Le producían terror a Joaquín. Había visto demasiadas películas, dónde asaltaban al flacucho con cara de bobo apoyándole un arma en la cabeza y él encajaba justo con ése modelo.

Cuando empezaba a oscurecer aparecían “ellos”, los de la tercera categoría. Faltando dos horas para cerrar, por seguridad, se bajaban unas rejas de hierro en la entrada, habilitando una ventanilla pequeña ubicada en la puerta. Por medio de ella se realizaban las ventas nocturnas. Los clientes de la tercera categoría siempre se mantenían afuera del local; fue exactamente al aparecer la luna de la noche anterior a Navidad que, por primera vez, ingresó a la tienda, un Espantoso.
Joaquín lo vio abrir la puerta, y su visión  se centró en el tipo: traspasando el umbral en cámara lenta y con un movimiento abrió su sobretodo, extrayendo de entre sus ropas, una escopeta. Lo miró fijamente y emitiendo una risotada jaló el gatillo; mientras disparaba al techo, seguía riéndose como un enajenado.
Fue una terrible escena, que  sucedió por unos cuantos segundos dentro de la cabeza de Joaquín.
El tipo simplemente era un mendigo. Olía raro, exhalaba un perfume de sudor añejado, pero no traía armas, en sus manos llevaba varios billetes arrugados. El sujeto observó las paredes del local, con cierto asombro infantil; jamás había entrado al negocio, porque era un noctámbulo, de los que se la pasan durmiendo la borrachera durante el día y se despiertan cuando sienten hambre. Sin embargo, no le pidió bebidas alcohólicas. Compró una caja de té, una caja de fósforos, y una bolsa de 10 kilos de azúcar.
Entonces sucedió lo peor... el Espantoso le dijo:

- ¿Me llevas la bolsa hasta mi casa? Es acá la vuelta, a unas tres calles.

Joaquín le pidió que esperara un momento. Quería decirle que ya no había azúcar. Imposible. Tenían muchas bolsas a la vista. Buscó enseguida a su hermano mayor, para que llevase la bolsa; un sudor helado empapó la frente de Joaquín. El vozarrón de su hermano, pretendiendo cantar, era la señal de que ya se había metido en la ducha. Su madre daba vueltas entre los mostradores, acomodando unas telas, al ver que demoraba con el cliente exclamó molesta:

-¡Una bolsa de diez kilos puedes llevarla tú solo!


Joaquín levantó la bolsa y siguió al mendigo. Estaba oscuro, apenas se veía  gracias a los faroles amarillentos del alumbrado público. Mientras caminaban, el chico, trataba de aguantar la respiración, para que el hedor raro que tenía el hombre no llegara a sus fosas nasales. En la primera cuadra reconoció que terminaría violeta y desmayado en la calle, si persistía en su intento de no respirar.
El mendigo no le hablaba, y esto le parecía todavía más amenazador. El silencio entre ellos se interrumpía por el ruido de los pasos sobre el asfalto. El sujeto llevaba dos zapatos diferentes y de seguro no eran del mismo número, ésta incomodidad lo obligaba a caminar arrastrando los pies.
Resultó que no eran tres calles de distancia, ¡eran seis calles! Joaquín sentía que sus riñones se deslizaban hasta sus rodillas con el peso de la bolsa de azúcar.
Los dos llegaron finalmente, a una casucha de madera. El Espantoso abrió la puerta de su morada, y le pidió a Joaquín que dejase la bolsa de azúcar en la cocina.  Al entrar, el muchacho escuchó que cerraban la puerta con llave. Dejó la bolsa, se incorporó asustado y tuvo que esforzar la vista para distinguir algo, dentro de la casucha totalmente a oscuras. Un fósforo se encendió y enseguida una vela iluminó precariamente el lugar.

- Tengo que cerrar rápido la puerta- le dijo- porque sino ellos pueden escaparse. Les gusta la noche pero...la noche es peligrosa para cualquiera.

Y para confirmar de quién hablaba, siete perros de diferentes tamaños, se incorporaron de los rincones dónde estaban echados. Entonces, Joaquín pudo identificar a qué se debía el extraño olor que despedía la ropa. Perros. El mendigo recogía y cuidaba perros de la calle.
El viejo rió alegremente, rodeado de las colas que se agitaban entusiasmadas con la llegada de su amo.
Joaquín quería regresar a su casa sin verse como un tonto miedoso y recordando una gran reunión que se realizaba en la Iglesia le preguntó:

- ¿Usted pasará solo la Nochebuena?

-¿Te parece qué estoy solo? Ellos se preocupan por mí y yo me preocupo por ellos.

- Quiero decir... si espera la visita de amigos, porque en la Iglesia...

El viejo sonrió, rascándose la frente. El chico era demasiado joven para tener idea de como funcionaba el mundo.

- En la vida los buenos amigos encuentran su camino y se alejan, solamente los mejores amigos se quedan contigo pase lo que pase.

Los perros se sentaron cerca del Espantoso. El viejo se agachó para abrazar a cada uno de los siete canes. Fue extraño y enternecedor. Los peludos compañeros del mendigo apoyaban la cabeza sobre su hombro de una forma tan tierna que Joaquín se sintió conmovido.


- Un abrazo con ellos y ya tengo una feliz Navidad.





Cuando Joaquín llegó a su casa, el negocio estaba cerrado; un cartel colgado en la puerta anunciaba: “CERRADO POR NAVIDAD” al cruzarse con su hermano mayor le preguntó:

- ¿Me das una abrazo navideño?

- ¡No seas payaso!-le respondió su hermano arrugando la nariz.

Y su madre, que antes de cenar deseaba tener ordenadas las cuentas del negocio, cuando Joaquín solicitó un abrazo, ella dijo sin mirarlo, mientras sumaba con la calculadora:

- Hijo, en otro momento... estoy muy ocupada.


La mañana de Navidad, Joaquín fue a la cocina, juntó todas las sobras de comida de la cena y tomó del negocio un pan dulce navideño, de esos costosos y elegantes panes de frutas que vienen en una bonita lata decorada, y que muy pocos clientes estaban en condiciones de pagar.
Silbando un villancico se dirigió a la casa del hombre de los perros. Los peludos amigos del cliente  estaban afuera y lo recibieron meneando la cola; Joaquín abrazó a cada uno de los canes, les dio de comer  y dejó el pan navideño junto a la puerta.


Aquella Navidad, el muchacho entendió que si el cariño empieza a disiparse de la naturaleza humana, todavía habrá en el mundo, una enorme cantidad de amor que se mantiene firme y leal sobre cuatro patas.



FIN


AUTOR: MENTEIMPERFECTA © Adriana Cloudy 



Cuento Navideño dedicado a: Blankie, Lobo, Rocky  , Violeta ( que juegan en el cielo) y a Rusia mi nuevo trocito de amor blanco y peludo.


DICIEMBRE 2014  ARGENTINA

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