CAPITULO 4
Cuéntame al oído tus secretos
(segunda parte)
Los dos regresaron al espacio de trabajo del médico. El
profesional exhaló un suspiro; no era fácil de explicar la forma de vida que
llevaba Dalila. Apretó los labios y se rascó unos segundos el mentón. Caminó
sin hablar alrededor del escritorio mientras, Inés lo seguía con la mirada.
Entonces decidido abrió un archivero del cual sacó un expediente, y se sentó en
su sillón. Sor Inés estaba preocupada
por la reacción de Dalila; parecía tan calmada en el cuarto que no imaginó que,
al hablarle sobre su familia, desataría semejante escena.
-¿Cómo podré conversar con ella
sin que me tenga miedo?- le preguntó al psiquiatra.
-No creo que le tenga miedo a
usted.-respondió el doctor- Parece que no desea contacto con su pasado. Aquí, quienes nos ocupamos de ella, nos interesa su
presente. Siempre fue su hogar la clínica, y los intentos de cura para Dalila
no dieron resultado.
Sor Inés no
comprendía las palabras del médico. El profesional continúo explicando.
- Dalila nunca tuvo interés de
regresar a una vida normal. Jamás preguntó por su familia o amigos.
-Pero si el tratamiento que
recibió durante tantos años, para superar sus problemas, no sirvió. Solo significa
que sufrió un daño mental demasiado grave- terció la religiosa.
El médico abrió el expediente. Examinó,
como en otras ocasiones, las primeras hojas.
Él las conocía de memoria. Cuando asumió su cargo supo enseguida, que el caso de Dalila, era demasiado particular. Un rompecabezas sin resolver.
Él las conocía de memoria. Cuando asumió su cargo supo enseguida, que el caso de Dalila, era demasiado particular. Un rompecabezas sin resolver.
El director
acercó la carpeta con la historia clínica de Dalila a Sor Inés.
-Eso si, las lesiones físicas existieron,
ahí figura anotado. Ingresó muy golpeada.
El médico se cruzó de brazos y prosiguió
su relato:
-Yo asumí la dirección de este
lugar hace unos quince años. Cuando leí su historial por primera vez hubo un
detalle en el expediente, que inmediatamente llamó mi atención. Esos golpes no
estaban aclarados si se los hizo ella misma. Por eso, en mi opinión, Dalila sufrió
un fuerte shock como consecuencia de un
acto de violencia hacia su persona.
-¿Quiere decir que fue atacada y
por eso perdió la razón?- preguntó Inés
-No hay registros de que ella
intentara autoflagelarse en otra ocasión- explicó el profesional –Un paciente,
con inclinaciones autodestructivas, lo habría hecho de nuevo en cualquier
oportunidad que se le presentara.
-¿Y su padre? Era un hombre muy poderoso.
¿No vino a verla o tratar de qué regresara a su casa?
El doctor Robles revisó un sector
particular del expediente; correspondía al primer año de internación. Buscó las
firmas de las visitas. Estaban en
blanco. Haciendo un movimiento de negación con su cabeza, manifestó.
-No hay registradas visitas.
Usted es la primera en preguntar por Dalila ¿Qué desea hablar con ella?
Sor Inés llegó a la conclusión obvia que,
tratándose de una familia rica y conservadora, el hecho de tener un familiar
considerado loco, se convirtió en una enorme vergüenza.
- Debo consultarle por su niñera. Saber los recuerdos que
conserva de ella.
- Dalila no es consciente del paso del tiempo. Su mente vive
detenida en la edad que tenia al ingresar. Ella todavía cree que es una
adolescente de diecisiete años y vivencia todavía la angustia de aquel momento
de su vida- declaró el médico.
-Entonces, a pesar de tratarse de una señora tan mayor,
todavía puede acordarse de su niñera. Si su mente se detuvo todos los recuerdos
de su niñez permanecen intactos.- manifestó esperanzada la monja.
-¿Por qué es tan
importante la niñera de Dalila?-consultó intrigado el profesional
-Es probable que su niñera haya dado a luz a una media
hermana de Dalila. Si fuera así, ella tiene posiblemente otros familiares que
podrían interesarse y cuidarla.
- Espere un momento...puedo darle
algo que quizás sea de ayuda, para responder a todas sus preguntas.
El doctor Nicasio Robles, se puso
de pie y salió de la oficina. Mientras
esperaba, Sor Inés, examinó el expediente de Dalila Molinari que el doctor
había dejado sobre el escritorio. Estaba redactado con detalle lo siguiente:
“Paciente: femenino; edad: diecisiete años.
Ingresa con varios golpes en brazos, piernas y rostro. No hay huesos rotos ni
señales de abuso sexual”.
A las once de la noche, de un
sábado del mes de Octubre, Dalila Molinari, fue confinada para siempre en
aquella clínica.
El director regresó a la oficina
trayendo en sus manos un pequeño bolso de lana tejido a mano. Era de color rojo
y tenía bordado en el frente unas flores
amarillas que formaban un ramo y unas cintas blancas que lucían manchadas por
el tiempo. Lo colocó sobre el escritorio, mientras desataba el lazo que lo
mantenía cerrado le dijo a Inés.
-Este bolso lo trajo Dalila
cuando fue hospitalizada. Lo mantuvimos guardado y ella nunca lo reclamó.
Extrajo del bolso un pequeño
cuaderno de cuero marrón que tenía un grabado en dorado con las palabras: “Mi Diario”, increíblemente estaba cerrado; permanecía
inviolable por una cerradura de bronce. Ante la mirada perpleja de Inés, el doctor
Robles agregó.
- Aquí siempre se respetó la
intimidad de los pacientes. Jamás alguien de la clínica lo leyó o tuvo
intenciones de hacerlo. Como usted es una mujer de Dios, no creo que esté mal
hacer una excepción, -dijo el médico-estoy seguro que usted guardará la mayor
discreción, sobre sean cuales sean, las vivencias de su juventud.
De un cajón perteneciente a su
escritorio extrajo una llave pequeña y la puso en la mano de Inés .
-Cuidaré este diario, y la vida
privada de Dalila permanecerá custodiada conmigo-aseguró la monja.
-Después de tantos años saldrá a
la luz una pequeña pista, sobre que le sucedió a la pobre niña que fue Dalila,
para terminar olvidada en esta clínica- declaró solemnemente el doctor Robles.
Continuará...
Mensajes para un gran amor
Autor: Adriana Cloudy Todos los derechos reservados © Argentina 2010
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