lunes, 5 de septiembre de 2011

NUEVO CAPITULO de Mensajes para un gran amor CAPITULO 2



CAPITULO 2

IDEAS PROPIAS



Bastante lejos, de donde estaba Jacqueline, se encontraba Adrián Di Marco. Estaba en la academia en la cual cursaba sus estudios de director de cine. Adrián posee una profunda vocación por el séptimo arte, siente que nació para realizar películas y para cazar fantasmas. Había realizado varios cortometrajes de los que estaba orgulloso. El cine de suspenso le encantaba y esperaba poder realizar un largometraje, con una historia que sorprendiera por su contenido, y lograr que el espectador se sintiera conmovido. Una historia donde él pudiese volcar, todas sus investigaciones sobre fenómenos paranormales. Adrián sabia que la creencia en fantasmas era un fenómeno instalado, casi religiosamente en diferentes países  y pensaba obtener testimonios que confirmaran la presencia real de entidades  espectrales. La mejor parte consistía en filmar los diferentes lugares considerados, embrujados. Esas filmaciones servirían para promocionar turísticamente, a varios pueblitos desconocidos y que se beneficiarían de sus leyendas. De esta forma el joven director contaba  con las secretarias de turismo de aquellos lugares para apoyar y financiar su proyecto.

En la clase de ése día, había recibido una noticia inesperada. El profesor ya tenía la fecha para la evaluación del trabajo final y esperaba ver  mucha creatividad en los guiones de sus alumnos. Mientras daba vuelta por el aula, les decía:

- Hoy están presionados por una fuerte competencia dentro de los medios de comunicación. Nunca deben olvidar que trabajan para el público, y deben dar al público lo que el público quiere. Si no desean perder dinero en cada producción que realizan y terminar como cajeros de supermercado.

Un agrio consejo para los nuevos cineastas, y anunció la parte que esperaban expectantes los alumnos.

- La tesis final será un documental. Un producto audiovisual que les permitirá aplicar todo lo que aprendieron durante estos años, y sepan, que quiero ver exactamente todo lo que aprendieron.

El profesor tenía por costumbre mirar fijamente y uno por uno a sus alumnos mientras hablaba, un método que los obligaba a estar concentrados en sus palabras. De esta forma, empezó a enumerar los pasos necesarios para desarrollar, según él, un producto audiovisual.

- Lo primero que deben tener es una gran idea. La idea lo es todo. Las buenas ideas les darán de comer, no olviden que ustedes trabajan con la imaginación- señaló con un dedo su propia cabeza y continuó aconsejándoles-Sean originales. Lo que se ve en la pantalla representa siempre, lo que son ustedes.

Adrián escuchaba atentamente. Le gustaba mucho su carrera. Tenia cosas para contar y el cine seria su herramienta. Pronto llegaría su gran oportunidad, y esperaba poder realizar un trabajo no solamente para aprobar el examen, sino algo con suficiente nivel que le permitiera competir en un festival cinematográfico. Estaba listo para comenzar con el documental, sobretodo porque hacia tiempo que tenía la idea. Contaría varios hechos de la época medieval, dándole un enfoque moderno. La protagonista seria un alma errante, un fantasma. El fantasma narraría y habría trágicas historias entrelazadas por celos y venganza. Era la forma de demostrar como los pecados, a través del tiempo, siguen  sometiéndonos a perder lo que  amamos.
El profesor preguntó, uno por uno, las potenciales ideas para tan importante proyecto. Al escucharlas iba solicitando la opinión, sobre estas ideas, del resto de los compañeros. Cuando fue el turno a Adrián, entusiasmado expuso sus planes de realización: Locaciones, protagonistas, ambientación, etc. El profesor inmediatamente frunció el ceño y dio un ejemplo práctico, que iba directamente dirigido al proyecto pensado por Adrián. Mirando colectivamente a la clase, consultó:

-¿A quién le gusta el tema de los fantasmas?

La clase permaneció en silencio.

-Un documental sobre béisbol en un país fanático del fútbol ¿tendría éxito? ¿No seria más sensato hacer un documental sobre un equipo de fútbol?- con tono sarcástico agregó- Muy pocos piensan a diario en fantasmas. La mayoría  piensa, que se trata de una verdadera estupidez- exclamó elevando los ojos al cielo. Dejando notar que al primero al que le parecía una estupidez era a él.

- ¡¿Cómo venderían un documental con ése contenido?! -continuó enérgicamente - Un contenido inverosímil que nos costará mucho dinero ¡Somos directores! ¡Y queremos destacarnos en los medios! ¡Si perdemos dinero, no encontraremos quién financie otra producción en el futuro!

En realidad hablar en plural era una forma de proyectar, una falsa objetividad. De objetivo el profesor tenía muy poco. Ya lo había comprobado Adrián, con su profesor y con otros educadores de esa academia, como eran levemente democráticos con las opiniones de los estudiantes. Las  permitían, siempre y cuando esa opinión del alumno, resultara igual o coincidiera en algún punto con la que tenían ellos, sobre un determinado tema.  El profesor  eufórico continúo diciendo:

-Un documental, puede ser de cualquier tema dentro de la realidad, pueden trabajar a partir de un testimonio médico, un caso policial, una historia de vida... ¡Lo que sea! Mientras logremos el interés del público.

-Los documentales son un aporte a la cultura general-interrumpió Adrián.

-¿Por qué?-le preguntó fríamente el profesor. Se sentó en el borde del escritorio que ocupaba Adrián y lo miró a los ojos- ¡Todo es cultura general!- chilló el docente.

-Pero los documentales sirven para que crezcan nuestros conocimientos y nos despierten nuevos intereses culturales-argumentó el estudiante.

- Si hago un documental de una puerta ¿Es cultura general? o de tu compañero; o de mi portafolio
¡Qué cultural se ve mi portafolio!- exclamó, provocando un murmullo de risas en el aula.

-Bueno de seguro algo aprenderemos. Por ejemplo, cómo se fabricó dicha puerta- dijo Adrián

-Un documental no está vinculado exclusivamente a la cultura general-sentenció el pedagogo.

En realidad a esa altura Adrián pensaba, que un producto químico había sido  el desayuno de su profesor esa mañana. El alumno se estaba enojando tanto como su maestro, por supuesto que a él, le convenía disimularlo. De todas maneras se negó a guardar silencio y continuó el enfrentamiento.

-Cuando aprendemos algo lejano a nosotros, o desconocido estamos enriqueciendo nuestra cultura general. Por ejemplo costumbres de Japón; la historia de Alemania; leyendas de Hungría.-dijo decidido Adrián.

-¡Cultura, es todo lo que hago! No necesito un documental para tener cultura-replicó el profesor.

 Cruzándose de brazos deslizó su mirada sobre todos los jóvenes que lo escuchaban.

-Deben hacer algo que le interese ver a la gente-aclaró- Acuérdense que el público cambia de canal y listo.

El resto de los alumnos se mantuvo en un profundo mar de silencio. Adrián no era muy querido en el grupo. A él, le gustaban cosas que el resto de sus compañeros, ni  entendían. Nadie lo apoyaría en el debate. Nadie arriesgaría sus calificaciones por una discrepancia.
El profesor comenzó un largo y tedioso discurso sobre el concepto de la cultura. Mientras el profesor hablaba  y gesticulaba, siempre dejando en claro, que la idea de historias de fantasmas extranjeros, no eran permitidas en su clase. Enumeraba diferentes ejemplos de proyectos anteriores realizados en su clase, para televisión o cine. Y cada vez que fundamentaba tal o cual idea, escogida en los documentales, el profesor acotaba un sentencioso:

– ¿Se comprende por qué?-Esperando que sus palabras quedaran selladas a fuego en el cerebro de cada estudiante.

El chico se sentía consumido por la impotencia y negaba con su cabeza  convencido de que estaban hablando en idiomas diferentes. Actitud que enervaba todavía más al pedagogo.
 De esta forma proseguía una discusión sin final. Dos personas firmes en sus convicciones que no se pondrían de acuerdo nunca. Con ideas propias, cada uno, sobre que debía mostrarse a la gente.
El profesor totalmente seguro de conocer lo que el público compraba, quería que su alumno comprendiera, que   dentro del medio no se aceptaban, propuestas extrañas y ajenas al gusto masivo. El público, era un juez tirano. Invertir en un mal proyecto causaría una doble pérdida de tiempo y dinero.
Pero para el alumno era lamentable sentir, cómo se lo limitaba o condicionaba en sus potenciales creaciones fílmicas. Realmente  deseaba ser un artista dentro de su carrera, y poco o nada le interesaba la ganancia comercial.  Sólo sorprender al público era su único objetivo.
El público podía tener gustos rudimentarios y rechazar sus obras. Era un riesgo. Pero siempre habría otro público que si podía gustar de su producción. Por lo menos, quería tener la oportunidad de expresarse en la pantalla.  En ésa cátedra debía resignarse y pensar en otra cosa. Mejor aceptar o reprobar. Así  de simple estaban las cosas por ahora.
Bastante molesto soportó el resto de la clase. Cuando se cumplió la hora fue el primero que se retiró del aula.  Adrián era un creativo vanguardista y esa cualidad lograría, seguramente, que terminara realizando un documental interesante para él y para su fastidioso  profesor.

No quiso intercambiar opiniones con sus compañeros. Se fue directamente a su departamento.
Cuando llegó se metió bajo la ducha para relajarse. Le dolía mucho la cabeza. Guillermina maullaba en la puerta del baño. La pequeña compañía felina mejoró su humor y se hizo un capuchino. Mientras bebía, ya más calmado, sentado frente a su escritorio revisó sus anotaciones. Buscó un diccionario, y agregó en su cuaderno la siguiente definición:
Cultura, resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de ejercitar las facultades intelectuales”.

-¡Por qué tengo que soportar tanta mierda!-Gritó para desahogarse.

Guillermina, la gata, ubicada sobre uno de los sillones se incorporó y atenta escuchó a su pobre amo humano, que otra vez, tenía algún problema más complicado que un nudo en el pelaje.

-¡Un  buen director de cine, no lo será gracias a un diploma qué lo certifique!- vocifero el chico nuevamente.

 Se masajeó la nuca, con la mano derecha.

-Una película medianamente buena me daría un pequeño lugar en la industria cinematográfica-manifestó el joven.

Guillermina lo escuchaba, brindando su apoyo moral, mientras limpiaba su pata derecha. Estaba bastante contrariado por la situación que soportó en su clase. Tenía solamente un par de meses para desarrollar y presentar el trabajo. ¿Le alcanzaba ese tiempo para cumplir con el examen? Suspirando abatido, iba enumerando los elementos adquiridos en su preproducción.

-Adiós, a toda la investigación realizada-se lamentó- adiós a las fotos de los castillos medievales, a la música clásica, a la dramatización con los actores, a los efectos especiales.

De pronto, recordó que en su ámbito familiar, también se conocían historias retorcidas. No relatos supersticiosos con fantasmas de finados que no encontraban la paz eterna. Sino eventos reales, que contaran con testigos fehacientes de los hechos. Sabía de un suceso que le había comentado,  alguna vez, su tío Florián.



El joven recordaba bien unas vacaciones cuando, su tío abuelo, con varias cervezas encima, le narró un suceso ocurrido en el lugar muchos años atrás. Su pariente vivía en San Onofre, un pequeño pueblo rural al que Adrián iba con su padre, de visita durante el verano. Uno de esos veranos, él y su tío,  disfrutaban juntos de una noche estrellada; sentados en la entrada de la casa de Florián  entonces le dio a conocer un extraño misterio sin resolver. La historia de una joven mujer que desapareció de pronto. Ahora recordaba que su tío, en aquel momento del suceso, tenía unos veinte años y la desaparecida unos dieciséis. A Florián le gustaba verla pasar caminando, cuando iba de paseo por el centro del pueblo. Le contó que la jovencita era tan hermosa como un campo de girasoles. Se notaba que estaba medio enamorado de ella .Pero que nunca se animó a hablarle sobre lo que sentía. Estaba fuera de su alcance por diferencias sociales. Y ocurrió que la chica de repente dejó de frecuentar sus lugares favoritos: el cine, la confitería frente a la plaza principal, la biblioteca. Desapareció misteriosamente para siempre. Se esfumó. Jamás preguntó nadie a dónde fue la muchacha  o que le pasó. Todo el pueblo se comportó, cómo si ella nunca hubiese vivido en San Onofre.

¡Eso deseaba el público y su profesor! Una historia real con bastante morbo sería irresistible para cualquier espectador. Su tío le daría los detalles necesarios para hacer un documental, sobre un enigmático caso policial sin resolver. Hasta podía especular que a la mujer la habían secuestrado o asesinado. Armaría una buena crónica, apoyándola con testimonios de los lugareños. Actualmente todos los testigos tenían casi setenta años promedio. No creía que tuviesen miedo de hablar sobre el tema, después de tantos años. Además la gente mayor suele ser muy conversadora, de seguro les gustaría participar en su documental.
Adrián estaba satisfecho con su ingenio, todo saldría perfecto. No podía esperar para comenzar con su proyecto. Rápidamente buscó el número telefónico de su tío. Eran las diez y media de la noche, con suerte, estaría todavía despierto. Marcó el número. El teléfono sonó un largo rato. Colgó e insistió otra vez. Finalmente, escuchó que le respondía del otro lado una voz malhumorada:

-Hola...hable... ¿quién llama a esta hora?

-Soy Adrián tío, ¿disculpe lo desperté?

- ¡Hola sobrino! ¡Qué alegría oírte!

 El anciano, se emocionó al reconocer la voz del muchacho y enseguida le exigió una visita.

-Tío para eso lo llamaba, porque quería preguntarle si dentro de unos días...puedo ir a su casa y quedarme un tiempo para realizar un trabajo de la universidad.

-Querido podes venir cuando quieras...pero un trabajo ¿qué clase de trabajo?

- Debo presentar un documental para un examen y me gustaría filmar en el pueblo.

-¡Tu tía  se va a poner contenta! ¡Te esperamos!

-Arreglaré varias cosas, y en un par de semanas estoy por allá.

 Le aseguró entusiasmado Adrián.

- Con toda confianza, que acá está tu segunda casa y trae todas tus cosas que tenemos mucho lugar.

-Gracias, tío. Besos a la tía Elvira ¡Nos vemos pronto!

Estaba todo listo. No quiso comentar nada sobre la verdadera razón, para ir al pueblo. Estando en el lugar, se avocaría plenamente a la investigación. Ahora armaría su agenda. Primero encontrar la persona de confianza que cuide su departamento y a Guillermina. Ya tenía esa persona en mente. No podía planificar cuanto tiempo se quedaría, dependía de encontrar todo lo necesario para armar un buen documental. ¿Qué titulo llevaría? “Sin rastros”. No, era muy hollywoodense. “Mensajes perdidos”, quizás lo bautizaría con ese titulo.
Su tío le había dicho que, en algunas ocasiones, le mandó a ella pequeñas notas, a través de la mucama que servia en la residencia de la jovencita. Fue en cierta ocasión, cuando  la chica estaba muy  enferma. Unos breves mensajes deseándole que se mejorara.
Extraños episodios le sucedieron después. Preguntaba por ella y los peones de la casa le decían:

 - ¿A quién buscas? No hay nadie en la casa con ese nombre-. Florián  sentía que lo tomaban por tonto, y cansado dejó de preguntar.

Un peón, amigo de la mucama y  que trabajaba como chofer en la casa de la desaparecida, le dijo varios años después, que la chica también le había mandado notas para encontrarse con él. Pero Florián nunca las recibió. Posiblemente la mucama celosa, las guardo o tuvo miedo de tener problemas con su patrón. La gente de antes  hacia ese tipo de cosas. Tenían otra forma de demostrar sus sentimientos. Y teniendo en cuenta que se trataba de una joven proveniente de una familia con dinero; casi seguro que el tío Florián  era una especie de admirador anónimo.

- Insistir tantos días, buscándola como si fuese su novia, le habrá causado vergüenza- reflexionó Adrián.

Cuando compartió con él aquella experiencia, en la voz de su tío notó que guardó sus sentimientos profundamente en su corazón. No tuvo otra opción. Los años pasaron y la vida siguió su curso.
Recordaba bien el apellido de la mujer, porque todavía quedaban descendientes viviendo en la zona. Era importante, antes que nada, ganarse la confianza de los testigos. No quería que lo echaran del pueblo y regresar sin nada. El apellido Molinari, era sumamente respetado en el lugar; por supuesto que también, buscaría  toda la documentación necesaria para respaldar los testimonios.

Adrián, se durmió feliz con la idea. Además el viaje le vendría bien, al terminar le demostraría a su profesor, el compromiso que tenia con su carrera de cine.
A la mañana siguiente, Adrián, se despertó de excelente humor. Tenía varias cosas que ordenar. Primero pedirle a su amiga Delfina que cuidara su departamento y a su gata. Fue a buscarla a la salida de su trabajo. Tenía el argumento perfecto para lograr que ella aceptara.

-¡Puedes venir a vivir un par de meses a mi departamento, Delfina! Así podrás prepararte para rendir exámenes. Estarás solamente acompañada por Guillermina y  nadie te interrumpirá-le ofreció Adrián.
Delfina vivía con sus padres y tenia tres hermanos menores. Estudiaba bioquímica, una oportunidad como esa no iba a rechazarla. La propuesta era perfecta, en ese momento para ella.

-Muy bien, avisaré en mi casa. Pero no desaparezcas de la tierra- sentenció su amiga- Comunícate conmigo a diario, nunca se sabe si puede presentarse algún problema. Sobretodo quiero estar segura de que tú estás bien.-le dijo Delfina, señalándolo con un dedo como si estuviese reprendiendo a un niño pequeño.

-Voy a estar en casa de mi tío Florián. San Onofre no se encuentra en el fin del mundo. Me voy en tren dentro de dos semanas- le informó animadamente, y sin ocultar que le causaba gracia la preocupación de su amiga.

Debía preparar el equipo técnico que llevaría con todo lo necesario para filmar. No podía pagar personal que lo acompañara. Se arreglaría solo. Decidió llevar una cámara liviana y otra de repuesto por las dudas tuviese algún desperfecto, un par de micrófonos y varias luces. Tenia que  acomodar todo en  dos grandes  valijas. Valijas que él mismo pudiera transportar. No quería usar el vagón de equipaje del tren y arriesgarse a perder algo.
Mientras hacia sus arreglos para el viaje. Pensaba como empezaría su documental. Mentalmente disponía los pasos a seguir: Remover los recuerdos de los ciudadanos del pueblo. Averiguar cuales fueron las dificultades  que no permitieron investigar a fondo, sobre el paradero de la mujer extraviada. Y sobretodo saber la razón que los obligó a negar el incidente.
Tratándose de la hija de una familia adinerada, ¿se habría ocultado intencionalmente las causas de su desaparición? ¿Una buena investigación pondría al descubierto secretos ocultos?  Eran simples conjeturas del muchacho.

-No exageres Adrián- se dijo-La gente de pueblo, afortunadamente, crea todavía leyendas urbanas- y sonrió satisfecho con está simple verdad.

Posiblemente la historia tendría un final feliz. Tal vez, sus padres,  no le contaron  a nadie acerca de un viaje y la supuesta extraviada, pasó toda su vida en Europa.
No importaba el final. Como buen productor y director, Adrián se preocuparía de desarrollar una atrapante introducción. Luego armaría un desarrollo lleno de suspenso, que mantuviera  al espectador en vilo, deseando saber que sucedió con la protagonista.
Realizar el documental era todo lo que importaba en ése momento. Después se ocuparía  de la parte legal,  haría firmar autorizaciones para utilizar los diferentes testimonios. Si todo salía bien,  hasta podría presentarlo en un festival internacional. No se conformaría solo con aprobar la tesis. Estaba decidido a dedicarse por completo a la dirección cinematográfica. Esta experiencia iba a darle la oportunidad de su vida.

Los días pasaron rápidamente, por fortuna, para Adrián. Anhelaba alejarse de todo por un tiempo. Casi sin darse cuenta llegó el momento de partir. Delfina fue a despedirlo a la estación de trenes.


- ¡Cuídate mucho y háblame está noche para saber que llegaste bien!

- Si, Delfina, si- aseguraba Adrián, empleando un tono burlón-te dije, que te estaré llamando tan seguido como pueda.

-¡Te conozco bien! Cuando empieces con tu documental, te olvidarás del resto del mundo.-protestó Delfina.

-Revisa siempre el contestador, dejaré mensajes contándote como va todo.-le prometió- Además  mi tío me ayudará a encontrar a las personas que necesito. Me ahorrara tiempo, entonces podré llamarte todos los días- dijo alegremente el muchacho.

-Bueno, muchísima suerte- acompañó sus palabras con un abrazo y un rápido beso en los labios de su amigo.

 Adrián enrojeció  y sintió que por un segundo se quedaba sin aire. Ella se rió con picardía.
 Él subió al tren en silencio. Ése beso de su amiga lo sorprendió. No pudo decir nada más. Se asomó por la ventanilla, y vio como ella se deslizaba entre la multitud agitando en alto su mano.
La sirena avisó que el tren se ponía en marcha. Adrián miraba por la ventanilla como Delfina se despedía. Era una chica hermosa. Nunca antes, se había dado cuenta que podía llegar a gustarle.








Continuará...

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