CAPITULO 2
IDEAS PROPIAS
Bastante lejos, de donde estaba
Jacqueline, se encontraba Adrián Di Marco. Estaba en la academia en la cual cursaba
sus estudios de director de cine. Adrián posee una profunda vocación por el
séptimo arte, siente que nació para realizar películas y para cazar fantasmas. Había
realizado varios cortometrajes de los que estaba orgulloso. El cine de suspenso
le encantaba y esperaba poder realizar un largometraje, con una historia que
sorprendiera por su contenido, y lograr que el espectador se sintiera conmovido.
Una historia donde él pudiese volcar, todas sus investigaciones sobre fenómenos
paranormales. Adrián sabia que la creencia en fantasmas era un fenómeno
instalado, casi religiosamente en diferentes países y pensaba obtener testimonios que confirmaran
la presencia real de entidades
espectrales. La mejor parte consistía en filmar los diferentes lugares considerados,
embrujados. Esas filmaciones servirían para promocionar turísticamente, a
varios pueblitos desconocidos y que se beneficiarían de sus leyendas. De esta
forma el joven director contaba con las
secretarias de turismo de aquellos lugares para apoyar y financiar su proyecto.
En la clase de ése día, había
recibido una noticia inesperada. El profesor ya tenía la fecha para la
evaluación del trabajo final y esperaba ver mucha creatividad en los guiones de sus
alumnos. Mientras daba vuelta por el aula, les decía:
- Hoy están presionados por una
fuerte competencia dentro de los medios de comunicación. Nunca deben olvidar que
trabajan para el público, y deben dar al público lo que el público quiere. Si no
desean perder dinero en cada producción que realizan y terminar como cajeros de
supermercado.
Un agrio consejo para los nuevos
cineastas, y anunció la parte que esperaban expectantes los alumnos.
- La tesis final será un
documental. Un producto audiovisual que les permitirá aplicar todo lo que
aprendieron durante estos años, y sepan, que quiero ver exactamente todo lo que
aprendieron.
El profesor tenía por costumbre
mirar fijamente y uno por uno a sus alumnos mientras hablaba, un método que los
obligaba a estar concentrados en sus palabras. De esta forma, empezó a enumerar
los pasos necesarios para desarrollar, según él, un producto audiovisual.
- Lo primero que deben tener es
una gran idea. La idea lo es todo. Las buenas ideas les darán de comer, no
olviden que ustedes trabajan con la imaginación- señaló con un dedo su propia
cabeza y continuó aconsejándoles-Sean originales. Lo que se ve en la pantalla
representa siempre, lo que son ustedes.
Adrián escuchaba atentamente. Le
gustaba mucho su carrera. Tenia cosas para contar y el cine seria su
herramienta. Pronto llegaría su gran oportunidad, y esperaba poder realizar un
trabajo no solamente para aprobar el examen, sino algo con suficiente nivel que
le permitiera competir en un festival cinematográfico. Estaba listo para
comenzar con el documental, sobretodo porque hacia tiempo que tenía la idea.
Contaría varios hechos de la época medieval, dándole un enfoque moderno. La protagonista
seria un alma errante, un fantasma. El fantasma narraría y habría trágicas historias
entrelazadas por celos y venganza. Era la forma de demostrar como los pecados,
a través del tiempo, siguen
sometiéndonos a perder lo que
amamos.
El profesor preguntó, uno por uno,
las potenciales ideas para tan importante proyecto. Al escucharlas iba
solicitando la opinión, sobre estas ideas, del resto de los compañeros. Cuando
fue el turno a Adrián, entusiasmado expuso sus planes de realización: Locaciones,
protagonistas, ambientación, etc. El profesor inmediatamente frunció el ceño y
dio un ejemplo práctico, que iba directamente dirigido al proyecto pensado por
Adrián. Mirando colectivamente a la clase, consultó:
-¿A quién le gusta el tema de los
fantasmas?
La clase permaneció en silencio.
-Un documental sobre béisbol en
un país fanático del fútbol ¿tendría éxito? ¿No seria más sensato hacer un
documental sobre un equipo de fútbol?- con tono sarcástico agregó- Muy pocos
piensan a diario en fantasmas. La mayoría
piensa, que se trata de una verdadera estupidez- exclamó elevando los
ojos al cielo. Dejando notar que al primero al que le parecía una estupidez era
a él.
- ¡¿Cómo venderían un documental
con ése contenido?! -continuó enérgicamente - Un contenido inverosímil que nos
costará mucho dinero ¡Somos directores! ¡Y queremos destacarnos en los medios! ¡Si
perdemos dinero, no encontraremos quién financie otra producción en el futuro!
En realidad hablar en plural era
una forma de proyectar, una falsa objetividad. De objetivo el profesor tenía
muy poco. Ya lo había comprobado Adrián, con su profesor y con otros educadores
de esa academia, como eran levemente democráticos con las opiniones de los
estudiantes. Las permitían, siempre y
cuando esa opinión del alumno, resultara igual o coincidiera en algún punto con
la que tenían ellos, sobre un determinado tema. El profesor eufórico continúo diciendo:
-Un documental, puede ser de
cualquier tema dentro de la realidad, pueden trabajar a partir de un testimonio
médico, un caso policial, una historia de vida... ¡Lo que sea! Mientras
logremos el interés del público.
-Los documentales son un aporte a
la cultura general-interrumpió Adrián.
-¿Por qué?-le preguntó fríamente
el profesor. Se sentó en el borde del escritorio que ocupaba Adrián y lo miró a
los ojos- ¡Todo es cultura general!- chilló el docente.
-Pero los documentales sirven
para que crezcan nuestros conocimientos y nos despierten nuevos intereses
culturales-argumentó el estudiante.
- Si hago un documental de una
puerta ¿Es cultura general? o de tu compañero; o de mi portafolio
¡Qué cultural se ve mi
portafolio!- exclamó, provocando un murmullo de risas en el aula.
-Bueno de seguro algo
aprenderemos. Por ejemplo, cómo se fabricó dicha puerta- dijo Adrián
-Un documental no está vinculado
exclusivamente a la cultura general-sentenció el pedagogo.
En realidad a esa altura Adrián pensaba, que un producto
químico había sido el desayuno de su profesor
esa mañana. El alumno se estaba enojando tanto como su maestro, por supuesto
que a él, le convenía disimularlo. De todas maneras se negó a guardar silencio
y continuó el enfrentamiento.
-Cuando aprendemos algo lejano a
nosotros, o desconocido estamos enriqueciendo nuestra cultura general. Por
ejemplo costumbres de Japón; la historia de Alemania; leyendas de Hungría.-dijo
decidido Adrián.
-¡Cultura, es todo lo que hago!
No necesito un documental para tener cultura-replicó el profesor.
Cruzándose de brazos deslizó su mirada sobre
todos los jóvenes que lo escuchaban.
-Deben hacer algo que le interese
ver a la gente-aclaró- Acuérdense que el público cambia de canal y listo.
El resto de los alumnos se
mantuvo en un profundo mar de silencio. Adrián no era muy querido en el grupo. A
él, le gustaban cosas que el resto de sus compañeros, ni entendían. Nadie lo apoyaría en el debate.
Nadie arriesgaría sus calificaciones por una discrepancia.
El profesor comenzó un largo y
tedioso discurso sobre el concepto de la cultura. Mientras el profesor
hablaba y gesticulaba, siempre dejando
en claro, que la idea de historias de fantasmas extranjeros, no eran permitidas
en su clase. Enumeraba diferentes ejemplos de proyectos anteriores realizados
en su clase, para televisión o cine. Y cada vez que fundamentaba tal o cual
idea, escogida en los documentales, el profesor acotaba un sentencioso:
– ¿Se comprende por qué?-Esperando
que sus palabras quedaran selladas a fuego en el cerebro de cada estudiante.
El chico se sentía consumido por
la impotencia y negaba con su cabeza
convencido de que estaban hablando en idiomas diferentes. Actitud que
enervaba todavía más al pedagogo.
De esta forma proseguía una discusión sin
final. Dos personas firmes en sus convicciones que no se pondrían de acuerdo
nunca. Con ideas propias, cada uno, sobre que debía mostrarse a la gente.
El profesor totalmente seguro de
conocer lo que el público compraba, quería que su alumno comprendiera, que dentro del medio no se aceptaban, propuestas
extrañas y ajenas al gusto masivo. El público, era un juez tirano. Invertir en
un mal proyecto causaría una doble pérdida de tiempo y dinero.
Pero para el alumno era
lamentable sentir, cómo se lo limitaba o condicionaba en sus potenciales
creaciones fílmicas. Realmente deseaba
ser un artista dentro de su carrera, y poco o nada le interesaba la ganancia
comercial. Sólo sorprender al público
era su único objetivo.
El público podía tener gustos
rudimentarios y rechazar sus obras. Era un riesgo. Pero siempre habría otro
público que si podía gustar de su producción. Por lo menos, quería tener la
oportunidad de expresarse en la pantalla.
En ésa cátedra debía resignarse y pensar en otra cosa. Mejor aceptar o
reprobar. Así de simple estaban las
cosas por ahora.
Bastante molesto soportó el resto
de la clase. Cuando se cumplió la hora fue el primero que se retiró del aula. Adrián era un creativo vanguardista y esa
cualidad lograría, seguramente, que terminara realizando un documental
interesante para él y para su fastidioso
profesor.
No quiso intercambiar opiniones
con sus compañeros. Se fue directamente a su departamento.
Cuando llegó se metió bajo la
ducha para relajarse. Le dolía mucho la cabeza. Guillermina maullaba en la
puerta del baño. La pequeña compañía felina mejoró su humor y se hizo un
capuchino. Mientras bebía, ya más calmado, sentado frente a su escritorio
revisó sus anotaciones. Buscó un diccionario, y agregó en su cuaderno la
siguiente definición:
” Cultura, resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de
ejercitar las facultades intelectuales”.
-¡Por qué tengo que soportar
tanta mierda!-Gritó para desahogarse.
Guillermina, la gata, ubicada
sobre uno de los sillones se incorporó y atenta escuchó a su pobre amo humano,
que otra vez, tenía algún problema más complicado que un nudo en el pelaje.
-¡Un buen director de cine, no lo será gracias a un
diploma qué lo certifique!- vocifero el chico nuevamente.
Se masajeó la nuca, con la mano derecha.
-Una película medianamente buena
me daría un pequeño lugar en la industria cinematográfica-manifestó el joven.
Guillermina lo escuchaba, brindando
su apoyo moral, mientras limpiaba su pata derecha. Estaba bastante contrariado
por la situación que soportó en su clase. Tenía solamente un par de meses para
desarrollar y presentar el trabajo. ¿Le alcanzaba ese tiempo para cumplir con
el examen? Suspirando abatido, iba enumerando los elementos adquiridos en su
preproducción.
-Adiós, a toda la investigación
realizada-se lamentó- adiós a las fotos de los castillos medievales, a la
música clásica, a la dramatización con los actores, a los efectos especiales.
De pronto, recordó que en su ámbito familiar, también se conocían
historias retorcidas. No relatos supersticiosos con fantasmas de finados que no
encontraban la paz eterna. Sino eventos reales, que contaran con testigos
fehacientes de los hechos. Sabía de un suceso que le había comentado, alguna vez, su tío Florián.
El joven recordaba bien unas
vacaciones cuando, su tío abuelo, con varias cervezas encima, le narró un
suceso ocurrido en el lugar muchos años atrás. Su pariente vivía en San Onofre,
un pequeño pueblo rural al que Adrián iba con su padre, de visita durante el
verano. Uno de esos veranos, él y su tío,
disfrutaban juntos de una noche estrellada; sentados en la entrada de la
casa de Florián entonces le dio a
conocer un extraño misterio sin resolver. La historia de una joven mujer que
desapareció de pronto. Ahora recordaba que su tío, en aquel momento del suceso,
tenía unos veinte años y la desaparecida unos dieciséis. A Florián le gustaba
verla pasar caminando, cuando iba de paseo por el centro del pueblo. Le contó
que la jovencita era tan hermosa como un campo de girasoles. Se notaba que
estaba medio enamorado de ella .Pero que nunca se animó a hablarle sobre lo que
sentía. Estaba fuera de su alcance por diferencias sociales. Y ocurrió que la
chica de repente dejó de frecuentar sus lugares favoritos: el cine, la confitería
frente a la plaza principal, la biblioteca. Desapareció misteriosamente para
siempre. Se esfumó. Jamás preguntó nadie a dónde fue la muchacha o que le pasó. Todo el pueblo se comportó,
cómo si ella nunca hubiese vivido en San Onofre.
¡Eso deseaba el público y su
profesor! Una historia real con bastante morbo sería irresistible para
cualquier espectador. Su tío le daría los detalles necesarios para hacer un
documental, sobre un enigmático caso policial sin resolver. Hasta podía
especular que a la mujer la habían secuestrado o asesinado. Armaría una buena
crónica, apoyándola con testimonios de los lugareños. Actualmente todos los
testigos tenían casi setenta años promedio. No creía que tuviesen miedo de
hablar sobre el tema, después de tantos años. Además la gente mayor suele ser
muy conversadora, de seguro les gustaría participar en su documental.
Adrián estaba satisfecho con su
ingenio, todo saldría perfecto. No podía esperar para comenzar con su proyecto.
Rápidamente buscó el número telefónico de su tío. Eran las diez y media de la
noche, con suerte, estaría todavía despierto. Marcó el número. El teléfono sonó
un largo rato. Colgó e insistió otra vez. Finalmente, escuchó que le respondía
del otro lado una voz malhumorada:
-Hola...hable... ¿quién llama a
esta hora?
-Soy Adrián tío, ¿disculpe lo
desperté?
- ¡Hola sobrino! ¡Qué alegría
oírte!
El anciano, se emocionó al reconocer la voz
del muchacho y enseguida le exigió una visita.
-Tío para eso lo llamaba, porque quería preguntarle si
dentro de unos días...puedo ir a su casa y quedarme un tiempo para realizar un
trabajo de la universidad.
-Querido podes venir cuando
quieras...pero un trabajo ¿qué clase de trabajo?
- Debo presentar un documental
para un examen y me gustaría filmar en el pueblo.
-¡Tu tía se va a poner contenta! ¡Te esperamos!
-Arreglaré varias cosas, y en un
par de semanas estoy por allá.
Le aseguró entusiasmado Adrián.
- Con toda confianza, que acá
está tu segunda casa y trae todas tus cosas que tenemos mucho lugar.
-Gracias, tío. Besos a la tía
Elvira ¡Nos vemos pronto!
Estaba todo listo. No quiso
comentar nada sobre la verdadera razón, para ir al pueblo. Estando en el lugar,
se avocaría plenamente a la investigación. Ahora armaría su agenda. Primero
encontrar la persona de confianza que cuide su departamento y a Guillermina. Ya
tenía esa persona en mente. No podía planificar cuanto tiempo se quedaría, dependía
de encontrar todo lo necesario para armar un buen documental. ¿Qué titulo
llevaría? “Sin rastros”. No, era muy hollywoodense. “Mensajes perdidos”, quizás
lo bautizaría con ese titulo.
Su tío le había dicho que, en
algunas ocasiones, le mandó a ella pequeñas notas, a través de la mucama que
servia en la residencia de la jovencita. Fue en cierta ocasión, cuando la chica estaba muy enferma. Unos breves mensajes deseándole que
se mejorara.
Extraños episodios le sucedieron
después. Preguntaba por ella y los peones de la casa le decían:
- ¿A quién buscas? No hay nadie en la casa con
ese nombre-. Florián sentía que lo
tomaban por tonto, y cansado dejó de preguntar.
Un peón, amigo de la mucama y que trabajaba como chofer en la casa de la
desaparecida, le dijo varios años después, que la chica también le había mandado
notas para encontrarse con él. Pero Florián nunca las recibió. Posiblemente la
mucama celosa, las guardo o tuvo miedo de tener problemas con su patrón. La
gente de antes hacia ese tipo de cosas.
Tenían otra forma de demostrar sus sentimientos. Y teniendo en cuenta que se
trataba de una joven proveniente de una familia con dinero; casi seguro que el
tío Florián era una especie de admirador
anónimo.
- Insistir tantos días, buscándola como si fuese su novia,
le habrá causado vergüenza- reflexionó Adrián.
Cuando compartió con él aquella
experiencia, en la voz de su tío notó que guardó sus sentimientos profundamente
en su corazón. No tuvo otra opción. Los años pasaron y la vida siguió su curso.
Recordaba bien el apellido de la
mujer, porque todavía quedaban descendientes viviendo en la zona. Era importante,
antes que nada, ganarse la confianza de los testigos. No quería que lo echaran
del pueblo y regresar sin nada. El apellido Molinari, era sumamente respetado
en el lugar; por supuesto que también, buscaría
toda la documentación necesaria para respaldar los testimonios.
Adrián, se durmió feliz con la
idea. Además el viaje le vendría bien, al terminar le demostraría a su
profesor, el compromiso que tenia con su carrera de cine.
A la mañana siguiente, Adrián, se
despertó de excelente humor. Tenía varias cosas que ordenar. Primero pedirle a
su amiga Delfina que cuidara su departamento y a su gata. Fue a buscarla a la
salida de su trabajo. Tenía el argumento perfecto para lograr que ella
aceptara.
-¡Puedes venir a vivir un par de meses
a mi departamento, Delfina! Así podrás prepararte para rendir exámenes. Estarás
solamente acompañada por Guillermina y nadie te interrumpirá-le ofreció Adrián.
Delfina vivía con sus padres y
tenia tres hermanos menores. Estudiaba bioquímica, una oportunidad como esa no
iba a rechazarla. La propuesta era perfecta, en ese momento para ella.
-Muy bien, avisaré en mi casa.
Pero no desaparezcas de la tierra- sentenció su amiga- Comunícate conmigo a
diario, nunca se sabe si puede presentarse algún problema. Sobretodo quiero
estar segura de que tú estás bien.-le dijo Delfina, señalándolo con un dedo
como si estuviese reprendiendo a un niño pequeño.
-Voy a estar en casa de mi tío
Florián. San Onofre no se encuentra en el fin del mundo. Me voy en tren dentro
de dos semanas- le informó animadamente, y sin ocultar que le causaba gracia la
preocupación de su amiga.
Debía preparar el equipo técnico
que llevaría con todo lo necesario para filmar. No podía pagar personal que lo
acompañara. Se arreglaría solo. Decidió llevar una cámara liviana y otra de
repuesto por las dudas tuviese algún desperfecto, un par de micrófonos y varias
luces. Tenia que acomodar todo en dos grandes valijas. Valijas que él mismo pudiera
transportar. No quería usar el vagón de equipaje del tren y arriesgarse a
perder algo.
Mientras hacia sus arreglos para
el viaje. Pensaba como empezaría su documental. Mentalmente disponía los pasos
a seguir: Remover los recuerdos de los ciudadanos del pueblo. Averiguar cuales
fueron las dificultades que no
permitieron investigar a fondo, sobre el paradero de la mujer extraviada. Y
sobretodo saber la razón que los obligó a negar el incidente.
Tratándose de la hija de una
familia adinerada, ¿se habría ocultado intencionalmente las causas de su
desaparición? ¿Una buena investigación pondría al descubierto secretos ocultos?
Eran simples conjeturas del muchacho.
-No exageres Adrián- se dijo-La gente de pueblo, afortunadamente,
crea todavía leyendas urbanas- y sonrió satisfecho con está simple verdad.
Posiblemente la historia tendría
un final feliz. Tal vez, sus padres, no
le contaron a nadie acerca de un viaje y
la supuesta extraviada, pasó toda su vida en Europa.
No importaba el final. Como buen
productor y director, Adrián se preocuparía de desarrollar una atrapante
introducción. Luego armaría un desarrollo lleno de suspenso, que
mantuviera al espectador en vilo,
deseando saber que sucedió con la protagonista.
Realizar el documental era todo
lo que importaba en ése momento. Después se ocuparía de la parte legal, haría firmar autorizaciones para utilizar los
diferentes testimonios. Si todo salía bien,
hasta podría presentarlo en un festival internacional. No se conformaría
solo con aprobar la tesis. Estaba decidido a dedicarse por completo a la
dirección cinematográfica. Esta experiencia iba a darle la oportunidad de su
vida.
Los días pasaron rápidamente, por
fortuna, para Adrián. Anhelaba alejarse de todo por un tiempo. Casi sin darse
cuenta llegó el momento de partir. Delfina fue a despedirlo a la estación de
trenes.
- ¡Cuídate mucho y háblame está
noche para saber que llegaste bien!
- Si, Delfina, si- aseguraba
Adrián, empleando un tono burlón-te dije, que te estaré llamando tan seguido
como pueda.
-¡Te conozco bien! Cuando
empieces con tu documental, te olvidarás del resto del mundo.-protestó Delfina.
-Revisa siempre el contestador,
dejaré mensajes contándote como va todo.-le prometió- Además mi tío me ayudará a encontrar a las personas
que necesito. Me ahorrara tiempo, entonces podré llamarte todos los días- dijo
alegremente el muchacho.
-Bueno, muchísima suerte-
acompañó sus palabras con un abrazo y un rápido beso en los labios de su amigo.
Adrián enrojeció y sintió que por un segundo se quedaba sin
aire. Ella se rió con picardía.
Él subió al tren en silencio. Ése beso de su
amiga lo sorprendió. No pudo decir nada más. Se asomó por la ventanilla, y vio
como ella se deslizaba entre la multitud agitando en alto su mano.
La sirena avisó que el tren se
ponía en marcha. Adrián miraba por la ventanilla como Delfina se despedía. Era
una chica hermosa. Nunca antes, se había dado cuenta que podía llegar a
gustarle.
Continuará...
Click en la imagen
No hay comentarios:
Publicar un comentario