El escueto final de
un desconsiderado
Cuando aparecieron los médicos forenses, el detective
Rodríguez, avisó a sus compañeros que iría a entrevistar a los vecinos. La
victima llevaba muerta casi una semana. Los agentes tuvieron que cubrirse la
boca para examinar la casa. No había indicios de violencia en el baño, lugar dónde yacía pudriéndose el muerto en una
incómoda posición dentro de la bañera, ni rastros de disturbios en otros
sectores de la vivienda.
Por suerte era invierno sino la peste y la cantidad de moscas hubiese sido mayor.
Por suerte era invierno sino la peste y la cantidad de moscas hubiese sido mayor.
Rodríguez decidió comenzar por el vecino más cercano; un
anciano que vivía enfrente, y que en ese momento, permanecía muy tranquilo
sentado en la entrada de su casa. Para mala suerte del detective el que podría
ser un testigo importante, era ciego.
Primero Rodríguez le informó de la tragedia y luego preguntó al
anciano sobre su relación con la victima, y como se llevaba con el difunto. El
viejo al enterarse del suceso no se sorprendió ni suavizó los defectos del
muerto; parecía que por fin había encontrado con quién exponer, con toda
franqueza, sus quejas sobre la convivencia vecinal.
- Era un sujeto escandaloso, apenas llegaba a su casa encendía
el equipo de música al máximo de volumen. Volvía a salir y dejaba la música
sonando. Mi vivienda se sacudía con el bochinche, pasaba lo mismo todos los
días, hasta las cuatro de la mañana y se repetía durante la tarde. Los meses
previos a la muerte de mi esposa, varias veces, le reclamé por la música y como
una burla la apagaba por cinco minutos para encenderla nuevamente. El cretino se
ponía peor cuando estaba con sus amigos, ya estando medio borracho no podías
decirle nada y me gritaba que estaba en su casa.
- ¿No presentó sus quejas en la policía?
- ¡Y de qué creen que trabajaban sus amigos! Era amigo de
varios policías de la zona, ¿no fueron ellos los que tiraron la
puerta de la casa a golpes? Escuché temprano cuando lo encontraron, porque hicieron sonar la sirena de una
patrulla hasta que llegaron los demás.
- Se habrá sentido tranquilo durante estos días con el silencio.
- Pude dormir sin jaquecas después de dos años.
Rodríguez se rascó la ceja. Los amigos del difunto habían
estado muy ocupados para visitarlo, y por esto, recién lo encontraron muerto
varios días después del deceso. Para colmo el sujeto había comenzado sus vacaciones;
nadie del trabajo extrañó su ausencia. El detective pasó a las preguntas
importantes:
- Todo indica que asaltaron la casa ¿No oyó gritos,
discusiones o algo fuera de lo común la semana pasada?
-Fue un accidente-. Afirmó de repente el vecino y comenzó a
enumerar con serenidad los hechos ocurridos en la última noche de la victima:
- Mi vecino se estaba afeitando; se cortó bajo la barbilla y
giró para buscar un pedazo de papel higiénico. Como el piso estaba lleno de
agua, porque solía ducharse sin correr la cortina del baño, resbaló cayendo
dentro de la bañera, pero antes de caer, trató de sujetarse del lavatorio y con
el movimiento se desprendió el espejo y se
rompió; siendo mi vecino un sujeto muy
alto sus piernas quedaron colgando fuera de la bañera y uno de los trozos de
vidrio del espejo le cortó una arteria en la pierna derecha. Él no se dio
cuenta, porque antes ya se había desmayado por un golpe en la cabeza al caer en
la bañera.
Rodríguez se quedó atónito al escuchar el breve y morboso
relato del ciego. Describía los detalles con absoluta tranquilidad y
convencimiento, como si fuese el asesino. Y dada su condición resultaba
absurdo. El ruido del radiocomunicador sacó al detective de ese momento de estupor.
Se puso el aparato en la oreja y escuchó que le decían:
- Nos vamos Rodríguez: Los forenses ya verificaron que se
trata un accidente doméstico. El pobre infeliz se cayó tirando el espejo, y un
vidrió le cortó la pierna... estaba inconsciente en la bañera por el golpe que
se dio en la cabeza al caer. Se desangró sin darse cuenta...murió por no secar
el piso del baño. Fue una de esas sorpresas ingratas de la vida o mejor dicho
de la muerte.
El detective cortó la comunicación y agitó su mano frente a
la cara del invidente.
No había truco.
El viejo estaba tan ciego como un murciélago.
Rodríguez guardó la libreta en el bolsillo de su sobretodo, sin anotar nada y
formuló una última pregunta.
- ¿Por qué está tan seguro de que sucedió todo de esa
manera?
- Porque todos los días, yo deseaba que le pasará eso. El tipo
era un pésimo vecino.
Un caso de justicia divina. Imposible. Pero en quince años
de servicio, por primera vez, un sudor helado empapó la frente de Rodríguez ; no
eran inventos ni mentiras lo manifestado por el ciego: se trataba del crimen perfecto.
Jamás el detective habló con sus colegas sobre éste extraño
testimonio, no por suponer que un disparate de esa clase provocaría risas en la
comisaría, sino porque al recordarlo sentía miedo.
1 comentario:
Woow en verdad estuvo escalofriante!! Me encantó 😊
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