La mujer del retrato
Pablo Silmetti miró satisfecho el reloj ubicado sobre la
pared. Había cumplido con el contrato al pie de la letra. El cuadro estaba
terminado en la fecha y hora prevista. Se sentía conforme con su trabajo había
quedado realmente perfecto. No era para menos, siendo su modelo una mujer tan
hermosa, una pena que el retrato fuera
encargado por su marido para conmemorar un aniversario. Le hubiese gustado
relacionarse de otra forma con ella.
En la biblioteca, donde Pablo esperaba al señor Moravia, estaban ubicadas fotografías de la pareja en
diferentes ciudades del planeta. A Pablo le llamaron la atención una fila de
portarretratos, imágenes en blanco y
negro de cuando habían realizado un safari por África. En una la pareja
acariciaba un cachorro de león, en otra la señora Moravia sonreía sosteniendo
un pequeño mono.
Durante un mes, la sofisticada dama había cautivado al
artista con su belleza, apenas hablaba y
aceptaba sus indicaciones sin quejarse fue la mejor modelo que, Pablo Silmetti,
tuvo el placer de retratar. Cada vez, que ella posaba frente a él, sentía que
gestaba su mejor obra, y ahí estaba el resultado: toda su belleza capturada en
óleos.
Tuvo suerte cuando, un amigo de un amigo, lo recomendó con Moravia para realizar el retrato de su esposa. Pablo era un bohemio que había
abandonado la escuela de arte y no tenía posibilidad alguna de ser contratado
por un hombre adinerado. El principal requisito que le exigieron fue terminar
el cuadro en cuarenta días y esa parte estaba cumplida; ahora solo bastaba esperar que fuera del gusto
del dueño de casa y obviamente cobrar el dinero acordado.
Interrumpió sus pensamientos el chillido de un motor
eléctrico. Un anciano de rostro amable ingresó a la sala ayudado por una silla
de ruedas. Era la primera vez que podía hablar personalmente con el señor
Moravia. Pablo reconoció al instante el rostro del hombre que estaba junto a la
mujer del retrato, ese hombre que otrora posaba feliz, saludable y vigoroso, en
esas fotografías que lo rodeaban, en el presente era un ser frágil e indefenso
abatido por los años.
Enseguida Moravia llenó de elogios la obra de Pablo.
- ¡Es sublime, un cuadro digno de admiración!
Pablo recordó la sonrisa y frescura de la modelo, reconoció
que internamente se alegraba, cuando en las noches ella aparecía tímidamente, en el atelier que la
habían preparado. Un lugar ubicado en los jardines de la residencia. Otra de
las condiciones exigidas fue pintar sólo dentro de la propiedad del señor
Moravia.
- ¡Este es el mejor retrato!- exclamaba el anciano-Previamente otros diecinueve pintores también le dedicaron sus pinceles y sus talentos al
rostro de mi esposa. Cada año pedí que retrataran su belleza; con su cuadro
rindo homenaje...a los veinte años de su muerte.
El pintor comprendió que había estado posando para él, la
hija de los Moravia; seguramente por
sugerencia de su padre, una muestra de cariño para perpetuar el recuerdo de su
madre. Moravia guió a Pablo hasta el salón ubicado frente a las escaleras de la planta alta, al abrirse
las puertas tuvo delante diecinueve cuadros colgados en las paredes, cada uno
con el mismo rostro y el mismo vestido de color negro. Era realmente una
intimidante forma de recordar la belleza de su esposa.
- Le confieso señor Moravia, que su hija, es todavía más
hermosa que su madre.
-¿Mi hija?
- La modelo de mi cuadro...disculpe, no pretendí ofenderlo
con mi comentario.
- ¡Nosotros nunca tuvimos hijos!
Pablo miró al anciano buscando en las arrugas de su cara la
pista de una broma o quizás esa afirmación se trataba de un arrebato causado
por su senilidad. Sin embargo, el dueño de la casa, reconoció gravemente y sin
titubear.
- Me temo que llegó el momento de contarle una historia
personal, mi estimado amigo: Hace veinte años decidí contratar un artista de gran talento,
ese hombre, realizó aquel cuadro que tiene a su izquierda.
Dijo señalando el primero que estaba colgado y lucia un poco
más opaco que los demás.
- Hace veinte años quise darle una sorpresa a mi esposa encargando
un retrato pintando.Era su sueño posar como aquellas musas que inspiraron a los
grandes artistas. Pero el sujeto resultó ser un depravado, y cuando ya estaba
listo el cuadro, llamó a este mismo salón a mi esposa e intentó tener sexo con
ella. Mi mujer se negó, la pobre estaba sola para defenderse, ambos pelearon y
juntos cayeron por las escaleras, de esa manera mi esposa murió. Su cuello se
rompió por el peso de su agresor y la mató en el acto. El desgraciado no dijo
nada, permaneció callado cuando lo interrogó la policía. Lo metieron en a la cárcel y una semana
después fue encontrado muerto en su celda. Se había suicidado. Y es ahí dónde
empieza la maldición de estos cuadros...
El anciano movió la silla de ruedas acercándose a cada
cuadro y siguió hablando de cuanto extrañaba su esposa. Luego, mientras firmaba
el cheque con el que saldaba su cuenta con Pablo, volvió a mencionar que la
maldición era real.
- Debo advertirle que en los próximos quince días usted
morirá. No quiero que me malinterprete, no se trata de una amenaza. Pero cada
año el fantasma de mi esposa aparece para ser retratado y luego cuando la obra
esta terminada, en ese lapso de tiempo, el autor del cuadro muere. Cada artista
que pintó su rostro está muerto...los diecinueve anteriores a usted se
suicidaron.
Pablo no entendía que pretendía el viejo al contarle esa
historia y en realidad él no creía semejante delirio ; miró la cifra de su
cheque y se sintió preocupado por los fondos, si Moravia estaba loco quizás su
cuenta bancaria estaba tan vacía como su cabeza.
- Si estoy equivocado puede regresar en tres semanas y le
duplicaré la suma de ese cheque.
Le prometió sonriendo afablemente el señor Moravia.
Continuará...
Autor: Adriana Cloudy © Todos los derechos reservados
Argentina 2015
1 comentario:
Wooooow....espero con ansias la segunda parte esta de lo mas espeluznante...😱 soy tu faaaan!!! 😘
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